Capítulo 17

1525 Words
—¿Y bien? ¿Tú qué piensas, tú, plani?— preguntó Lorette, nerviosa, después de haberle comentado a su hermana todo lo ocurrido en la noche anterior. Se veía confundida y un tanto preocupada. Para Alelí, resultaba evidente que Lorette no era plenamente consiente del poder que poseía. Alelí cruzó los brazos sobre su pecho, pensativa. Había veces en que su hermanita podía ser muy incrédula si se lo permitía. Ya se lo había explicado, no una, sino muchas veces. Las mujeres como ella, nacían con un don y, en ella, ese don era aun más fuerte. Sin embargo, no importaba cuánto se lo explicara, simplemente, Lorette, se resistía a creer en eso. Pero allí estaba, sorprendida por todo lo que había ocurrido la noche anterior. Le había confesado, sin omitir detalle alguno, que había seguido sus consejos al pie de la letra. Tampoco se guardó de comentarle los resultados. Por ese motivo, no cabía en sí de la sorpresa al ver cuan acertadas habían sido las sugerencias de su hermana. Pero, a su vez, tenía algo de miedo por lo que había descubierto en el alma de Lawrence. —Veamos... ¿Así que dices que viste su alma?— preguntó Alelí mirándola con suspicacia— Pero ¿Qué es lo que has visto con exactitud? Ante esa pregunta, Lorette esquivó su mirada. Aquellas visiones habían sido tan reales, como extrañas. Tanto así que, no tuviera sentido, tenía miedo de que su hermana se burlara de ella cuando si se lo contaba. Pero, sabía que no tenía otra opción. Nada podía ocultarle a esa mujer de mirada plácida y sonrisa afable. Todo lo que ella pensaba, tarde o temprano, su hermana lo intuía con tal acierto que, a veces, resultaba ser un fastidio. Suspiró con resignación. —Una máscara de plata, rota en el lado izquierdo de la cara. De los ojos, brotaban lágrimas de sangre que seguían el surco de las grietas...— confesó un tanto de mala gana. Puso los ojos en blanco al ver como Alelí la observaba. Sabía que, a esa confesión, le seguiría una pregunta: «¿Y qué sentiste al verla?» Casi podía escucharla al ver los ojos entornados de su hermana. Odiaba que le hiciera esas preguntas. De modo que eligió ahorrar ese paso e ir al grano. —Soledad, tristeza, duda...— musitó entre dientes con la mirada puesta en su propio regazo — Pero a su vez, parecía un ruego... Como si me pidiera que no lo dejara caer al vacío... Como si él tuviera miedo a algo más fuerte que solo el hecho de no saber con exactitud lo que se espera de nuestro pacto... «Una máscara... ¡Qué interesante!» Pensó con agudeza, Alelí, mientras se llevaba la mano a la barbilla. Aquella visión decía más de lo que la misma Lorette podía llegar a entender. Por lo general, una máscara, simbolizaba peligro, intensiones ocultas. Pero en esa ocasión, era todo lo contrario. La visión, no la estaba previniendo de posibles malas intenciones. Por el contrario, Lawrence le había mostrado su alma, tal como era. Al desnudo. —Algo en él no da para más...— replicó estirando sus manos hacia adelante con completa naturalidad— ... Ha sufrido mucho en esta vida y solo busca algo para aminorar su dolor. Al oírla, Lorette, no pudo evitar que sus cejas se curvaran en una expresión de desconcierto. Según ella, tenía entendido que las máscaras eran algo malo y peligroso. Por eso no entendía el motivo de que su hermana le dijera aquello, como si lo estuviera justificando. Alelí lo supo en el acto. A decir verdad, nunca había sido difícil, para ella, leer las expresiones de su rostro. Lorette, siempre había sido una muchacha tan transparente que, no se necesitaba prestar mucha atención para entenderla. —La máscara que has visto, solo es la máscara que lleva por obligación para evitar ser lastimado y, quizás, para generar la falsa sensación de ser aceptado en el mundo donde él tiene que estar...— explicó mirando a Lorette con calma — Pero, esa falsa personalidad no lo cubre del todo. El desconcierto, en esos ojos verdes, cedió el paso a la intriga. Como una niña, que solo buscaba saciar su curiosidad. Alelí, ensanchó aun más su sonrisa. Esa expresión era señal de que la estaba entendiendo muy bien. Lo mejor de todo eso, era que la entendía sin la necesidad de usar muchas palabras. Se alisó la falda, con la actitud casual de quien estuviera quitándose de encima unas cuantas motas de polvo. Necesitaba generar intriga en ella, para que la oyera con más atención. Pues, lo que ocurría con su prometido, era un asunto, por de más, delicado. —Está herido y lo sabe. Necesita ayuda para cambiar su realidad, y lo sabe. Por eso, sentiste que te rogaba que no lo dejes caer...— insistió, soltando el resto de la información con una sonrisa amable —... Porque él te está pidiendo ayuda y, ayuda... Es lo que le estás dando... Básicamente, eso fue lo que ocurrió anoche y hoy cuando venían. La conexión entre ustedes es fuerte, ya de por sí, lo es por el pacto. Sin embargo, por tus dones y los suyos, se siente aun más fuerte... «Está herido y me pide ayuda... Pero¿En qué puedo ayudarlo? Si ni siquiera él mismo parece darse cuenta de eso...» Se preguntó Lorette volteando la cara hacia el olmo que tenía a su lado. Para ella, todo ese asunto, era confuso, pues, hacía muy poco que había despertado sus dones y, para ser realistas, no los entendía con certeza. Por un lado, tenía a Xamara, quien abogaba por ignorarlos. Más, cuando se trataba de un mestizo como Lawrence. Porque era bien sabido que los hombres de esa calaña, eran unos desagradesidos y nunca valorarian el amor que una chavala calorra, como ella, podría entregarles. Pero Lawrence no parecía ser un hombre como esos payos de los que, Xamara, le advertía tanto. Y, por si acaso le quedaba alguna duda al respecto, Alelí la insitaba a confiar en sus corazonadas. Como en ese momento, en el que la estaba escuchando con atención y no minimizaba absolutamente nada de sus primeras impresiones. Al contrario, intentaba dar luz y calma a sus múltiples dudas. Quizás, si se lo preguntaba de frente, Alelí le podría decir con exactitud los pasos a seguir a partir de ese momento. Quizás, las cosas eran mucho más simples de lo que creía en ese momento. Cerró los ojos e inspiró todo el aire que cupo en sus pulmones. A veces, dar el primer paso, era lo único difícil de todo el asunto. Suspiró. —¿Qué crees tú que debería hacer, Alelí?—preguntó abriendo los ojos sin atreverse a ver a su hermana. No era que la respuesta la atemorizara. Solo ocurría que, no quería arriesgarse a que su hermana leyera sus ojos, porque cabía la posibilidad de que confundiera sus intenciones. Pero, eso no ocurrió. Aunque Alelí atisbó de soslayo toda la incertidumbre que su pequeña hermana tenía, no le cupo duda alguna que esos miedos no eran ella, sino de las tontas ideas que Xamara había sembrado en su pequeña e inocente cabecita. Suspiró con resignación. Lo malo de Lorette era su costumbre a escuchar demás. A veces, podía llegar a ser muy influienciable. En especial cuando Xamara estaba cerca. Sin embargo, en ese momento, para su fortuna, la mayor no se encontraba allí. De modo que, fácil sería calmar las dudas de Lorette. Aunque, a decir verdad, con lo que tendría que responder, más que probable era que le dejaría más dudas que certezas. Pero, sea, algo debía decirle. Al menos, para que entendiera la situación en la que estaba metida. La cual, era muy delicada como para tomarla a la ligera. —Bien... Veamos...— comenzó con un falso tono de duda, muy consiente como era del efecto que tenía sobre Lorette —... A decir verdad, lo que tendrás que hacer, para empezar es... Ser tú misma y observar la situación... Solo te resta esperar y ver qué es lo que él quiere de todo esto... La respuesta, no pareció convencer a Lorette. Al juzgar por su mirada de labios amohinados y cejas retraídas, ella parecía estar buscando otro tipo de palabras. Alelí rio entre dientes. Sabía bien que, dado a la persolidad ansiosa de su hermanita, más que seguro era que estaba esperando que ella le dijera algo para acelerar la situación. Pero, esto no sería posible. Al menos no, de momento. Alelí sabía que Lawrence, ansiaba la estabilidad y sentirse seguro en esa nueva etapa que se le presentaba. En cuanto a su hermana menor. Pues, solo buscaba el calor del momento, atraída por la emoción de la novedad. — Ánimo, niña...— arengó frotándole la espalda con una actitud maternal — Ánimo, corazón, que ya sabes bien que el camino al amor y la felicidad jamás será un lecho de rosas... A menos que estas tengan espinas. Todo a su tiempo, mi niña. Paciencia, que todo ocurrirá a su debido tiempo...
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