Capítulo 18

1338 Words
—No podia dejar pasar aquella afrenta, entonces acordé junto con tu padre que cuando tuviéramos hijos, estos se casarían...— explicaba Joel con una mueca que similar al desagrado. Resultaba evidente para Lawrence que no le gustaba en lo más mínimo tener que desgranar esa parte de la historia. No era para menos, tal lo visto, ese hombre todavía amaba a esa mujer. Tanto así que, prefirió elegir la felicidad de ella a costa de la suya. ¿A qué hombre no le desagradaría mostrar su orgullo herido ante el hijo de quien había sido su querida? Al menos, por lo que Lawrence supiera, a ninguno. Y, por experiencia propia, se arriesgaba a admitir que, a él, menos que menos. —... A tu padre, mucho no le gustó el asunto y, por lo que recuerdo, a tu abuelo menos que menos.— escuchó que la historia seguía, esta vez, con un tono de burla en la voz— Pero, uno puede ser muy persuasivo si se lo propone... Creo que me entiendes muy bien de lo que hablo ¿Verdad, chaval? Al decir aquello, Joel, esbozó una sonrisa arrogante y se llevó la mano al puñal que llevaba a la faja. A Lawrence no le cupo dudas del tipo de persuasión que ese hombre había empleado. Al ver que ese hombre buscaba una respuesta de su parte, decidió asentir con la cabeza, a la vez que sonreía de lado. A fin de cuentas, saber eso, tenía cierta gracia. No obstante, ese detalle era lo que menos le importaba. A Lawrence le interesaba entender más de todo lo que le correspondía específicamente a él. —Ya veo... De modo que usted obligó a mi bato a pagar con el precio de la lao un posible matrimonio entre su primogénito y una hija suya...— resumió mientras se cruzaba de piernas — de esta forma, dejó para la próxima generación el pacto que había quedado sin cumplir... Hizo una pausa, para poder ver la reacción de Joel. Este, le respondió con una lenta y sería afirmación de cabeza. Ese hombre, no tenía nada más por decir. Pero, Lawrence, seguía con muchas incógnitas rondando en su mente que deseaba callar de una buena vez. De modo que, tiró del hilo con la actitud de quien no quiere la cosa. — Eso tiene más sentido que lo que me dijo mi bato...— reconoció con la barbilla altiva y un mohin desdeñoso en los labios —... él, dijo que la había comprado para verme por fin desposado y que le diera herederos. Cosa que no me lo creí desde un principio, dado a su recelo por los calorros... En fin, lo que yo sigo sin entender es: ¿Por qué no se ha dicho nada de esto hasta hace poco? El hombre se encogió de hombros. Lawrence notó que ese accionar era una simple pantalla, algo que solo intentaba distraer o, quizás, fuera real, pero no sería toda la verdad. —Pues, a decir verdad...— exclamó Joel con indiferencia fingida — No pensaba cumplirlo... Lo cierto es es que a tu bato lo desprecio y más aun desde la muerte de Helena ¡Qué no se me escapan todos los desaires que le ha hecho a ella y su gente! Hablaba con la dureza de quien sabía muy bien de lo que hablaba. En sus ojos, se veía perfectamente el rencor mudo de un hombre que había amado tanto para nada. Pero esos solo fueron momentos. Pues, su mirada se suavizó al encontrarse con los ojos de Lawrence. Como si viera en él, los ojos de la mujer que más había amado. —Ahora te veo frente a mi y no dejo de pensar que podrías haber sido mi hijo...— reconoció con dolor y descontento —... podrías haber tenido mejor valia que ese titulo de gran Lord que ostenta tu estúpido apellido. Y, a decir verdad, eso ofende... «Eso ofende...» Resonó como un martilleo en la mente de Lawrence. Un golpe sordo que no podía ocultar todo el dolor que llevaba guardando a lo largo de sus años. Todos esos sueños que se habían desvanecido en un solo momento. Lawrence tragó saliva, intentando ocultar ese sentimiento que no era suyo. Pero que entendía muy bien. Con ese pacto, había muchas cosas que debía arreglar. —Pero dadas las circunstancias...— concluyó Joel, volteando el rostro y volviendo al punto de partida —... creo que lo mejor será cumplirlo. Saltaba a la vista que no pensaba hablar con toda la sinceridad que a Lawrence le hubiera gustado. Sin embargo, eso no lo detenía. Al contrario, lo incentivaba a querer saber del tema. — ¿Cuales circunstancias?— insistió Lawrence, más curioso que desconcertado.— No lo entiendo... Vaya que todo ese asunto le generaba demasiada curiosidad. Aunque, era plenamente consiente que a Joel se le estaba acabando la paciencia. Como se lo demostraba su ceño fruncido en una expresión de disgusto. —Haces demasiadas preguntas, mocoso... bastará con decirte que desde que Lorette ha florecido, tiene un pretendiente que es peligroso... dejame terminar de hablar...—espetó de malhumor al ver que el joven abrió la boca para hablar— Para empezar... ¿Te dice algo, o sabes que son, las Hijas de la Luna? Lawrence puso los ojos en blanco con incredulidad. Pero esa incredulidad era hacía su propia persona. Pues ¿Cómo se podía haber olvidado de algo tan obvio como eso? —Mujeres, que nacen, por medio de los rituales de magia Lunar, con las bendiciones de la gran luna llena...— respondió casi para sí, en un susurro quedo — ... Ahora que lo pienso, Lorette es hija de la luna... una joven que, a simple vista, parece ser albina. Pero sus ojos verdes y el color en sus labios delatan que no lo es realmente... Hablaba como si aquello fuera una lección aprendida de memoria. Lo cierto era que si, se sabia de memoria aquella trágica leyenda. Su madre se había encargado de que así fuera. Pero, entre más analizaba la situación, más entendía algunas cosas que habían estado ocurriendo en ese breve tiempo que la conocía. Como por ejemplo, la conexión. Esta, no solo se debía al pacto de sangre que sus padres habían hecho con Joel. Esa conexión tenía otros motivos. Más simples y más casuales... —A quien, una hija de la luna, ame, sus bendiciones derramará sobre él... — explicó, entendiendo por fin todo lo acontecido— ¿es esto lo que me pregunta usted? Tenía más cosas que decir. Pero sabía que debía resumir la información a algo más práctico, a lo que, más que seguro, Joel buscaba que le dijera. — Así es... Y es eso lo que busca aquel brujo, el que pretende la mano de mi chavori... y no es hombre que se le pueda quitar lo que se le meta en la cabeza con jach o sorni... — afirmó Joel.— No es tampoco hombre para tomar a la ligera, es un calorro muy fuerte, el lobo solitario corre por sus venas... Al mencionar por fin la raíz del problema, Lawrence sintió un leve y molesto escalofrío recorrer su espalda. Por instinto, enderezó su torso y cerró los ojos, intentando concentrarse en algo más. ¿No era, acaso, que él había visto algo antes de llegar al campamento? Hurgó en su mente, estaba seguro que algo había sentido o visto. De vuelta, como si lo hubiese estado llamando, volvió a ver aquel par de ojos mordasces de lobo acechando en las sombras que había visto antes de bajar del carro. Pero, esta vez, esos ojos lo observaban burlones y maliciosos, como si le estuviera susurrando una amenaza velada. «¿Así qué al fin te has dado cuenta de que te sigo? Ju, ju, ju... Vaya que eres idiota...» Fue lo que le dijeron, en su mente, ese par de ojos burlones antes de lanzarle una feroz dentellada directo a la cara.

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