Durante el camino ella iba en silencio, solo conversábamos Eva y yo. Me había dado la dirección de su nuevo hogar, pues se habían mudado. Cuando llegamos allí, Isabella seguía con el semblante muy serio, ahora podía decir que era propio de los Sass. —Gracias por traernos, Basil. —iba a cerrar la puerta después de que yo me despedí de Eva, pero introduje el pie y ella se quedó observándolo, a esperas de que yo lo quitara. —¿Podemos hablar?—le pregunté. —No tenemos sobre qué.— fue su respuesta. Olvidaba lo cortante que podía ser, eran tan fría que me helaba y más enojada. —Claro que si, sobre Alemania, tu boda con mi hermano, nuestro posible trabajo juntos. Creo que hay temas de sobra, Isabella. —retiré el pie y ella no cerró la puerta. —Tu cara de celosa me da miedo. — dije, cuand