Aún amándonos, somos capaces de lastimarnos. Nuestros corazones tienen heridas de esas guerras, Isabella. Mi corazón no sangra, pero esa herida aún está abierta. No quieres ser mi amiga, no quieres tener nada conmigo, esas fueron tus crueles palabras y desde que te vi al llegar, sabía que estabas totalmente arrepentida de ellas, pero eso no borra el dolor que causaste en mi, las lágrimas que derramé, mi tristeza y la horrible sensación de perderte, otra vez. Quizás solo se vuelve un hábito herirnos. Pero aquí en esta habitación, los dos solos, mi cuerpo sobre el tuyo, sabías cómo acorralarme. Mis manos no podían dejar de tocar tu bello rostro, mis ojos estaban sumados en un deleite después de tanto tiempo sin verte, sin tocarte, sin sentirte, sin besarte. —Alex, yo… —Sin palabras