“ - Cristian. - llamó su madre con agradable sonrisa.
Él siempre atento y muy apegado a ella, caminó hasta estar en sus brazos.
- Es hora de irnos, cariño. - Ana María limpió el rostro de Cristian. Estaba algo sucio por el polvo que recibió mientras corría.
Su hijo la convenció de salir a dar un paseo en la parte norte de la mansión, donde ellos era dueños de más de 100 hectáreas verdes y donde protegían a las liebres, era como un santuario y refugio para aquellos animales. La distancia era larga que tenían que volver en carro.
Cristian un niño bien portado, siempre con su trajecito de caballero impecable y ante todo, obediente y respetuoso tomó la mano de si madres y juntos fueron al vehículo que los esperaba. Para ello tenían que atravesar el único túnel que distanciaba su hogar
