Después de dejar todo mi pasado atrás, conduzco por la carretera para alejarme nuevamente. Honestamente, creí que jamás me iba a alejar de mí hogar nuevamente, así como tampoco iba a regresar al ejército.
Hay muchos tipos de baja y sinceramente, tampoco me podía quejar. Lo más deshonrroso es la baja por desertar o por deshonra. No fue lo que me pasó a mi. Lo mio es por salud.
Indudablemente no puedo ser útil en el campo con esta cosa que me va a acompañar por el resto de mi vida. Al principio estuve seguro que esto, era el motivo por el que mi novia desde la adolescencia había decidido no aparecer por el hospital militar. No podría haberla obligado a estar conmigo por mera lástima, soy muy consiente de que no era justo. No es justo lo que hizo.
Nada más lejos de la realidad.
Ahora, nada ni nadie me ata. Ser huérfano tiene sus ventajas respecto a ello. No hay padres. No hay hermanos. No hay absolutamente nadie. Lo único que me daba motivos para regresar a casa, ya no quiso formar parte de mi vida. Por supuesto que duele, pero mi entrenamiento me preparó para todo, entre todas las cosas, superar, seguir adelante y valorar cada día de mi vida como si fuera el último.
Todos mis bienes entran en mi camioneta volkswagen amarok gris. Una mochila de campamento con toda mi ropa de servicio, mi termo y mate, yerba suficiente para mantenerme aislado unos tres o cuatro meses, suficientes pares de botas y mis rifles con balas normales, de goma y las armas de pintura.
Ya perdí la cuenta del tiempo que llevo conduciendo, porque en realidad me esperan dentro de tres días.
Las carreteras estan llenas de camiones de embarque, con direccion norte o sur. El día agradable, invita a la gente a conducir por las rutas nacionales con diferentes direcciones.
A medida que me voy acercando a la frontera, el tránsito comienza a ser cada vez menos denso, solo los camiones yendo o viniendo con cargas de ganado, de arroz o azúcar que es lo característico que estas zonas. Un sonido de bep me llama la atención e indudablemente debo realizar una parada para cargar combustible.
Presto atención a la ruta hasta que veo el cartel de la gasolinera y dobló en el camino vecinal.
El lugar es demasiado solitario. Puedo suponer que aquí se detienen los camiones cuando observo la cantidad de acoplamientos en uno de los costados del pequeño comercio. Afuera no hay nadie y me bajo de mi vehículo para ingresar al local. Debajo del techo desgastado por los calores excesivos de la zona norte, solo se ubican dos bombas de combustible, un balde que seguramente se usa para los vidrios de los vehículos y un inflador automático de esos antiguos con regulador manual.
En la caja se encuentra una señora de alrededor de los sesenta años, cabello canoso y largo y con la mirada maternal.
-Buenos días, señora. Necesito llenar el tanque de mi camioneta- señalo afuera con mi pulgar.
-Buenos días, joven. - sus ojos me detallan de arriba a abajo con una sonrisa amable y abre sus ojos cuando ve mis pantalones - Ya lo acompañó ¿cabo, sargento, capitán?- extiende una mano para saludarme.
-Capitan Vaz, Cristian Vaz- presiono su mano con suavidad y le regalo una sonrisa amable.
-Muy bien, capitán. Alicia Gómez para servirle. Por aquí. - me indica el camino con su mano y abro la puerta de vidrio para ella.
Los dos caminamos hasta la bomba de combustible y nos detenemos casi a la misma distancia. Yo abro el compartimiento para el combustible con la llave de la camioneta y ella acerca un dispositivo a la pantalla medianamente moderna, que debo decir, no encaja con lo viejo que es todo en el lugar.
-Por aquí pasan muchos compañeros suyos, igual que los camiones cargados. - conecta el pico al tanque y gira para mirarme - No sabía que hay una base tan cerca.
Sus ojos curiosos me inspeccionan y decido ser amable y despejar sus dudas.
-En realidad no es una base.- aclaro- Es un campamento especial y en algunas ocasiones se utiliza como refugio para los inundados.
Recalco el trabajo más importante de mis colegas dentro del país.
-Con razón tantas personas jóvenes van para alla- sacude la cabeza negando- esto está muy lejos de la civilización como para querer perderse por estos lados del país.
-Si. A pesar de ser zona fronteriza no hay nada a kilómetros alrededor. - Le comento mi apreciación en base a los mapas y el GPS. - ¿Siempre es tan solitario acá?
-El que está siempre es mi esposo, pero hoy fue a buscar mercadería a la ciudad y me tocó quedarme sola. Cuando finaliza el fin de semana es cuando hay movimiento y todo pesito cuenta.
Después de la no tan breve charla, volvemos adentro para poder pagar y aprovecho a guardar chicles, algunas cajas de cigarros y observar lo que tienen a disposición. El baño está adentro, por lo que me adentro en él antes de volver a la carretera. Nadie es capaz de imaginar la importancia de descargar sus necesidades fisiológicas en un lugar decente, antes de haberse enlistado a una misión en los mismos sitios que los hice yo.
Al salir paso por la caja a levantar mi bolsa y despedirme. Allí se encuentra un matrimonio de unos cuarenta y algo, hablando con la señora.
-Muchas gracias por todo, señora Gomez. Nos estamos viendo. Un gusto- me despido brevemente y extiendo mi mano.
-Lo esperamos para lo que necesite, capitán. Le anoté nuestro número por si quiere algo en especial. - me guiña su ojo en complicidad.
-Gracias. - sonrió brevemente y salgo disparado por la puerta.
Abro la puerta del acompañante y deposito mi bolsa, no sin antes sacar el precinto a la caja de cigarrillos y dejarla a mano en la guantera.
El sonido de la puerta del local abriéndose me hace girar el rostro de inmediato. La señora viene hablando con la pareja. Un bufido del otro lado de la bomba me distrae y veo una melena girar abruptamente hacia el otro lado de la ruta.
Doy la vuelta a la camioneta, me subo y me abrocho el cinto antes de comenzar a manejar por la ruta nuevamente.
Pienso en ese bufido y me rio solo. Yo pensaba comenzar a tratar con adultos y niños y me meto en el único lugar del país donde voy a tener adolescentes a cargo.
El campamento está diseñado para varias opciones.
En primer lugar, es el espacio destinado a los miembros del ejército que han sido dados de baja por temas de salud, algunos veteranos que se niegan a jubilarse y otros que buscan entrenar a los novicios.
En ese grupo se encuentran los reclutas que entrenan a los posibles candidatos a entrar en misiones de Paz. Yo no hice mi entrenamiento ahí, sino en la capital porque intención era subir de rango liendres me preparaba. Es doble exigencia, pero en ese momento valía la pena. Ahora se que fue en vano.
Luego están los retirados que buscan disciplinar a jóvenes, que según me informaron, provienen de diferentes lugares. Algunos adolescentes estuvieron en drogas y vienen como parte de la rehabilitación. Otros son simples campistas que quieren aprender supervivencia básica.
Los más complejos son los menores infractores, con condenas como menores de edad y que siendo mayores deben cumplir en el campamento como parte de la reintegración a la sociedad. No me quisieron especificar exactamente los tipos de delitos, pero puedo imaginar alguna rapiña, algún robo y tenencia de drogas, porque para ahí mismo, para ese programa, estoy destinado yo.