CAPÍTULO 6

1074 Words
Liesel se quedo paralizada y estaba segura que era por el imán, tan feroz y fuerte que era la atracción que sentía por ese hombre, fue más potente que su impulso de salir corriendo de la terraza y entrar gritando como una lunática al restaurante. —No —la inalterable afirmación de su voz, mientras ella sostenía su mirada, lo dejó gratamente sorprendido. —Quizá deberías. —Una sonrisa perversa se dibujo en su rostro. Y antes de que él pudiera terminar de cerrar la pequeñísima distancia que los separaba, Liesel se alejó. —Debemos volver, no creo que a tu novia en turno le agrade que las dejes sola y menos para estar con otra mujer. —Ella no es competencia para ti. —Lo había dicho como si esa mujer no fuera nada, o por lo menos nadie importante para él. No quiso decir aquello, pero dado que su capacidad para mantenerse alejado de Liesel se esfumaba cuando estaba cerca de ella, haría todo para que fuese la misma Liesel quien se asegurara estar lo más alejada posible de él. Liesel sintió como algo dentro de su pecho se rompió, sólo las múltiples actuaciones que había tenido que representar para su madre durante toda su vida, la sacaron con el orgullo intacto. —No sabía que fuera una competencia —puntualizó —de saberlo, no estaría el juego tan desigual, dos contra uno, pero eso es algo que se puede solucionar — y de pronto ella le sonrió. Liesel dedicó a Derek una dulce sonrisa, esa que le ponía a su madre cada vez que visitaban a George y él les confirmaba que todo seguía “bien”. Dejándolo descolocado, Derek vio como Liesel regresaba al interior del restaurante. Solo una vez que ella entró, fue que él pudo dejar de contenerse. De su pecho salió un gruñido bajo pero intenso. Lleno de la furia contenida por no tomar a esa mujer y besarla como llevaba queriendo hacer desde que volvió a verla, enfundada en ese maldito vestido blanco. Era su pesadilla personal hecha realidad. No podía sacársela de la cabeza, dormido o despiesto, ella siemre estaba presente. Cuando Derek se sentó a la mesa, Liesel había pedido una botella de champagne. —Celebramos algo. —la pregunta tan fría, que pude haber congelado el ambiente. —Solo el gusto de conocer a tu nueva novia. La rubia sonrió encantada. —Y tú quién eres, quiero decir, sé que ella — miró a Tatiana —es la hermana pequeña de Derek, pero tu… —No soy nadie —se apresuro a decir y sonrió —bueno nadie que importe y mucho menos a Steiger, ¿responde eso a tu pregunta? La mujer le devolvió la sonrisa abiertamente. Derek por su parte entrecerró los ojos, mientras dedicaba una mirada asesina a Liesel. Que ella no era nadie, ella podría serlo todo. Ella era todo. —No te ofendas, pero como él casi te saca arrastras de aquí, yo pensé que entre ustedes había una historia. Liesel río, y ahora no fue algo que agradara a Derek. Sabía que ella se estaba burlando de él. —El intentó echar un rapapolvo como si yo fuera una cría de cinco años, pero de lo que tú querido Derek no se ha dado cuenta es que yo soy una mujer y no necesito que nadie jale mis riendas. Ella se le quedó mirando directamente a los ojos, esperando que él la desafiara de alguna manera, pero para su sorpresa Derek no lo hizo y después de eso, declararon tregua, por lo menos esa noche. «Que no se daba cuenta que era una mujer». Derek lo había sabido desde que ella cumplió veinte años, su cuerpo y su olor habían madurado con una sensualidad que lo volvían más loco si eso era posible. Tanto que casi rompe la promesa que se había hecho a si mismo, mantenerla a salvo. Eso era lo único que importaba, aunque se le partiera el corazón. Después de la cena, Derek se ofreció a llevar a Liesel a su casa. —Es tarde y no es prudente que Liesel maneje sola por la ciudad. —¿Qué?, Steiger tenemos planes para después —fue Liesel quien hablo —esta es solo nuestra primera parada. —Y cuáles son esos planes, si se puede saber. —Vamos al Rouge, el bar que está en la esquina de… —Sé cuál es, pero no creo que esté bien que vayan ustedes solas. —Entonces acompáñanos —soltó Tatiana. Liesel y Derek, respondieron al mismo tiempo: —De ninguna manera —Soltó ella. —Creo que lo haré. —Fue la sentencia de Derek. —Steiger, no puedes ir, no estás invitado. —Tatiana acaba de hacerlo. —Pues yo me rehusó. —Con berrinches de nuevo Liesel —Derek arqueo la ceja y le dedicó una de sus miradas burlonas. —Es una noche de chicas, sabes. Solo chicas. —Puntualizó. Liesel estaba que ardía de furia. Pura rabia contenida, tanta tensión acumulada. Que estaba pensando su amiga cuando se le ocurrió incluir en el plan a su guapo, arrogante y muy bien acompañado hermano. Lo odio. —Que no se te olvide que yo vengo acompañado por una chica. —No es necesario ser sarcástico —ella quiso sacarle la lengua, pero fue prudente, ya casi se podía oir escuchándolo su hacia eso. Liesel, volteo a ver a la mujer que parecía una esfinge, como si estuviese programada solo para hablar cuando Derek así se lo solicitase. —No se me olvida. Pero no le veo el punto. —El punto es Liesel nena, que no deberás preocuparte por que los chicos crean que vas acompañada por mí, eres libre de bailar con quien te plazca. —Ya que he tenido el beneplácito del señor, me siento más tranquila de hacer lo que se me de mi real gana, gracias, oh mi señor. —Hizo una reverencia. Sarcasmo mezclado con odio salió de sus labios. Era oficial, odiaba a Derek Von Steiger y se odiaba sobre todo a ella misma, por seguir siendo una estúpida al guardar la esperanza de que pudiese existir, algún día, una posibilidad para ellos. Los cuentos de hadas solo existían en los libros que a su madre le encantaba leerle cuando era niña. Su historia con Steiger, no era de las que terminan con un final feliz.
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