Él no quería ser un cabrón con ella, pero Liesel era su debilidad, su talón de Aquiles y que le partiera un rayo si él cedía ante ello. Ella no era para él, se había convencido de ello años atrás y había dado vuelta a la página, pero ahora le estaba costando como un demonio controlarse.
El monstruo dentro de él la deseaba, quería tomarla, hacerla suya. Reclamarla. A cada minuto que pasaba a su lado, se volvía más intenso, su cuerpo clamaba por ella, pero maldita sea si cedía ante su lado oscuro.
«Ella no podrá manejarlo», se dijo y entonces él no podía permitirse marcarla.
—Ignorarme tampoco es de buena educación. —Al ver que no respondía continúo. —¿O se te han agotado los insultos?
Derek se movió hasta ella tan rápido que Liesel no lo vio venir hasta que estuvo casi sobre ella.
