Continué evitando el tema de besar a los Trillizos y ellos estaban siendo ejemplares en su paciencia. Habían comenzado a insistir en que les dijera exactamente lo que quería para Navidad. Todas las festividades eran un punto doloroso para mí. Me había perdido años de regalos y amor. Por lo general, tenía que trabajar extra duro durante la Navidad para decorar la casa según los estándares de Luna y ayudar a preparar la cena de Navidad. Recordaba ver a los Trillizos abrir regalos extravagantes año tras año mientras el Alfa y la Luna los observaban con orgullo, con los brazos alrededor del otro y tazas de ponche en la mano. A mí no me daban nada.
Este año sería una experiencia completamente nueva. Se habían contratado nuevos cocineros y criadas, dos de cada uno, todas mujeres en sus cuarenta
