Narra Noah
Cuando ya no podemos oírnos, nos detenemos y Elga se voltea hacia mí.
—Mira, espero que no estés enojado. Es un gran niño y merece algo de diversión. Y puedes comprobarlo por ti mismo. Hicimos todos sus deberes. También te guardé un plato. Pensé que tendrías hambre.
Sacudo la cabeza, me quito la corbata del cuello y me desabrocho un poco la camisa para respirar mejor.
—No lo estoy. En realidad. Estoy impresionado. Te las arreglaste para hacer todas las cosas para las que parece que nunca tengo tiempo, incluido jugar el juego de Elías con él. Es difícil ahora, ¿sabes? El trabajo siempre ha sido movido, pero con el divorcio…
Mis palabras se desvanecen cuando pienso en la conversación con Natasha. La ira vuelve a estallar y trato de sacarla de mis pensamientos.
—Oye— Elga po
