Pandora Muller Cuatro meses enteros de puro sexo. Sí, así como suena. Me levanto de la cama con las piernas temblorosas e intento caminar hasta la ducha para sacarme toda esta gomosidad del cuerpo, pero un hormigueo me ataca en las piernas y me obliga a sentarme de nuevo. Aprovecho y miro de soslayo a mi compañero, quien se encuentra profundamente dormido de su lado en la cama, así como Dios lo trajo al mundo. Es enorme comparado conmigo, sus pies cuelgan del colchón por no ser lo suficientemente largo para cubrir su estatura y eso es lo que más me encanta de estar con él, el que me tenga en sus brazos como una niña chiquita, pero que al final me haga el amor como un salvaje. Me muerdo mi labio inferior mirando su anatomía y en lo encantador que se ve dormido y de todo lo que es capaz