La música empezó y dudó en moverse, era la misma canción que había bailado en la noche que se condenó a sí misma.
¿Por qué tenían que saber eso?
Miró a su alrededor y todos esperaban a que se moviera, entonces lo hizo. Sin embargo, al subirse a ese caño, cayó estrepitosamente al piso sobre sus rodillas, dando un pequeño grito.
Simplemente no se pudo su peso y su hombro ardió terriblemente al forzarlo, además, no tenía fuerzas porque no tenía nada en el estómago.
Todos la miraron y ella no pudo subir su mirada, miraba al piso y sus ojos comenzaban a bañarse de lágrimas. Podía entender lo que buscaban, la estaban humillando y pudo escuchar la voz de Miki decirle “ponte de pie y ciérrales la boca”.
Entonces lo hizo, se puso de pie y se subió a ese caño, logrando sostenerse en él y pudiendo moverse un poco, pero su hombro y su pierna nuevamente le fallaron, cayendo de espaldas y sintiendo como sus huesos eran estrellados contra ese piso frío, llorando y mirando ese techo que no la amparaba y que deseaba aplastarla.
—¡Suficiente! —la voz del líder de ese lugar resonó en toda la sala, bajando de inmediato el volumen a la música.
Katia cerró sus ojos, gimiendo por la relajación que esa voz le trajo.
Franco dejó su vaso en la mesa a su lado y se puso de pie para ir hasta ese caño caminando a paso firme, estaba enojado por esa exposición sin carácter e indigna de una persona como él.
Además, le molestaba verla sucia.
Sabía que había sido él quien la había abandonado y olvidado, pero aquello ya superaba su paciencia.
Ella podía escuchar esos pasos siendo atenuados por la música, no quería que nadie más la humillara ni la obligara a subirse a ese caño nuevamente. Tal vez venían a matarla por dar tan deprimente espectáculo y eso le provocaba una extraña ansiedad.
Pero el castaño en vez de dañarla, la tomó entre sus brazos para alzarla.
Él no iba a darle explicaciones a nadie por su acción, que pensaran lo que quisieran, la situación había llegado demasiado lejos y había sido mucho show para la noche.
Katia observó el rostro que no la miraba, se sentía pequeña entre esos brazos y vulnerable a cualquier cosa. De todas maneras, le agradecía por haberla sacado de allí, porque ella no sabría cómo.
Cuando sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, entonces recordó la vez en que él la había hecho callar.
No quería hacerlo enojar, no luego de que la protegiera… Tal vez no deseaba protegerla, pero ella quería creer que así era, porque era lo único que le hacía sentir un poco de calor en el cuerpo.
Tyrell miró entretenido la acción de su superior, fascinándose con el toque heroico que Franco le había dado a esa situación patética.
—¡Qué siga la fiesta! —gritó animadamente, era su fiesta y no iba a permitir que esa chiquilla moribunda arruinara su ascenso.
Volvió a mirar atrás al castaño, llevando a aquella chica a otro lugar, estaba intrigado por lo que haría. ¿Acaso iba a regañarla por ser estúpida? ¿Tal vez asesinarla por fin tras recordar lo que había hecho? ¿O iba a prestarle ayuda?
Deseaba que la última fuera la opción correcta, porque realmente quería verla bailar en ese caño.
………
Llegaron hasta una habitación nueva, él cerró la puerta con su espalda y la adentró a otra; era el baño.
Ninguno hablaba, ella lo miraba de vez en cuando mordiendo sus labios sobre la taza del baño evitando llorar, él solamente miraba sus manos llenar esa bañera.
—Hueles mal, ¿te orinaste?
Ella subió rápidamente sus ojos a los de él, viéndolo dificultosamente entre esas lágrimas que luchaban por salir.
—Sí… —dijo con un hilo de voz.
—Desnúdate —se irguió, volteándose levemente hacia ella.
Katia se movió, pero no sólo su herida en el hombro dolió, sino que su espalda y ambas piernas tras haber caído por partida doble del caño.
Entonces Franco volvió a tomarla para dejarla de pie, sacándole la ropa hábilmente. Acto seguido la metió en la bañera y se sentó en el borde, mientras la miraba jadear por el ardor en sus heridas por esa agua caliente.
La castaña llevó sus dedos a sus labios para sentir el agua y sonrió por eso, aunque por dentro sentía la vergüenza invadirla, ya que aquel hombre la había visto ya dos veces desnuda y jamás la había mirado como Giulio, la miraba como si no la deseara.
Franco perdió sus ojos en el cuerpo sumergido de la chica y sintió vergüenza de sí mismo, porque su madre estaría desilusionada de él por haber permitido la humillación de esa niña.
Siempre había sentido respeto por las mujeres, principalmente porque su madre era digna de ello, y con Katia había sido un maldito. Pero era demasiado orgulloso para pedir disculpas, y ella no era ninguna inocente, aunque lo pareciera.
—¿Cómo van tus heridas? —la miraba desde su lugar.
—No las había sentido hasta que caminé… —respondió, mirándolo tímidamente, aún con un hilo de voz porque su garganta no le permitía más.
—¿Tienes sed? —sus labios estaban secos y partidos, era evidente.
Ella asintió. Él ladeó una sonrisa.
—Disfruta el baño, vuelvo enseguida —ir por comida y agua para ella sería su manera de pedir disculpas.
Katia lo vio salir de allí con sus ojos bien abiertos, confundida y profundamente agradecida a la vez. Sonrió, mirando sus manos bajo el agua, sintiendo mariposas en su barriga.
Inconscientemente, comenzó a lavarse mejor la cara para verse más bonita, porque sabía que lucía fatal y de pronto tenía ganas de lucir mejor, porque se le estaba dando la oportunidad para eso.