Capítulo Cuatro Una sensación similar a la de acabar de tragar un ladrillo ocurrió en el estómago de Cassie. —¿Sí existe en realidad un infierno? Las alas de color n***o púrpura de Jeremiel se abrieron hacia arriba en una formación que recordó a Cassie a un halcón de cola roja justo antes de atacar tu cabeza. Una vez había sido lo suficientemente estúpida como para molestar a uno que estaba aleteando entre los postes telefónicos, chillando hacia algo en el suelo, y ya tenía las garras en la cara antes de lograr acercarse demasiado a su polluelo caído. Se ganó la cicatriz que le corría junto a la sien al igual que la de Harry Potter. Dio un paso atrás. —Escucha niña —Jeremiel dio un paso adelante—, lo que sea que todavía te detiene aquí, tienes que dejarlo ir. Hay algunas cosas realmen