La noche llegó y para Carla fue un tormento en la soledad de su lujoso apartamento. Roberto no llegó esa noche debido a la reunión que tenía con la familia de Miguel.
—Maldito Miguel, ni después de muerto me lo puedo quitar de encima— murmuró molesta mientras se revolvía en la cama. El insomnio la mantenía pensando barbaridades que solo su conciencia albergaba.
Eran más de las dos de la madrugada cuando el teléfono sonó, la joven sobresaltó pesarosa y con los ojos llenos de sueño que era huidizo de ella, se sentó en la cama y extendió la mano y contestó.
— ¿Roberto? — preguntó cuando respondió la llamada— Roberto, ¿Eres tú?
Ella escuchó un sonido seco y claro que la hizo sentir como cada vello de su cuerpo cobraba vida y se iban levantando con cierta lentitud que la hizo estremecer de
