Aquella noche, al llegar a casa de su abuelo, Erick notó a su ya anciano abuelo menos insistente en que lo obedeciera a ojos cerrados, mientras tanto, Nina no se había dejado ver por ningún lado. Erick pensó que al menos esta mujer al fin había entendido, el pobre no sabía que perro que come huevo , ni que le quemen el hocico dejaba sus malas mañas. —Mi querido abuelo —dijo Erick, al mismo tiempo que le acariciaba su cabeza calva. El anciano volvió para mirarlo y dijo. —¿Todavía me consideras tu abuelo? —Claro que si, no porque estés equivocado y estés haciendo las cosas más difíciles para mi, dejarás de importarme —enfatizó Erick. —¿No trajiste a tu hijo ? —No —respondió Erick. De repente se hizo un gran silencio en la habitación y luego Erick rompió el hielo que se había congela
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books