Magdalena era una mujer muy observadora, ella se había dado cuenta de las fricciones entre su hija y yo. Así que se excusó diciendo que iría a la sala donde se encontraba su esposo. Ella saludó y se retiró dejándonos a Darcy y a mí solos.
Darcy me miró por unos segundos, ella tenía una mirada temerosa, a la vez podía jurar que se sentía avergonzada conmigo.
Me acerqué a ella, le dije:
—Darcy … cualquier cosa que haya pasado, entre tu y yo le podemos encontrar solución, pero no huyas de mi ¿Esta bien?
—¿Qué? ¿Quien te dijo que me pasó algo? —respondió a la defensiva, mientras yo analizaba su rostro y estudiaba su actitud.
—Te conozco, sé que algo te pasa y por alguna razón no quieres contarme, pero no estoy aquí para señalarte o acusarte, ¿entiendes eso? —sacudió la cabeza renegando.
