Isabela abrió la puerta de su mansión, su madre la estaba esperando en la sala, Dora la miró enojada. —¡Isabela! Hija, sé que eres una adulta, pero por prudencia debiste decirme que no dormirías en casa, estaba muy preocupada por ti, además, llame a tu telefono y suena apagado, ¡Que susto me diste! —Mamá, sí, tienes razón, perdóname salí a beber unas copas con Dorian y se me pasó el tiempo, el teléfono se me descargó, iba a venir directo a casa, pero él me insistió que me quedara en la suya —El tono de voz de Isabela estaba apagado. —Hija ¿Estás bien? —Dora se levantó y se acercó lentamente hasta su hija, por más independiente que Isabela fuera, su madre la reconocía cuando no estaba bien. —Sí —respondió con una voz entrecortada —¿Qué te pasó Isabela? Dime hija, dime ¡¿Qué pasó?!