Capítulo 2| Hogar dulce hogar.

1171 Words
Las dos horas de economía terminaron por suerte, tengo un mareo en mi mente que no puedo explicar. Confieso que no soy muy buena con los números pero intento al menos retener algo de información. Aunque eso no siempre sale bien. Abandono el salón de clases para disfrutar del receso que nos dan para el desayuno, la cafetería de la escuela es bastante grande, nada fuera de lo típico. No voy a desayunar porque pude saciar mi hambre con el late y la dona de esta mañana así que sólo compro un refresco y me encamino al campus, un poco del sol matutino no me vendría nada mal. Me ubico en las gradas con mi celular, tengo cinco llamadas perdidas de Calum, mi mejor amigo. Le marco de inmediato. —Al fin, creí que ya habías hecho amigos nuevos y me olvidaste para siempre —ríe del otro lado de la llamada. —¿Cómo voy a cambiar Calum Juliad Carson el mejor amigo más lindo y atento del mundo? —elogio. —No sé, como no contestabas mis llamadas pensé que ya no tenia mas mejor amiga... ¿Cómo van las cosas por Mansfield? —No tan mal a decir verdad, estoy en mi primer día de clases —inflo mis mejillas arrugando mi nariz—, aún no he conversado con nadie. —No te preocupes, harás amigos rápido, eres buena socializando. Al notar el sarcasmo en sus palabras me río un poco, Calum me conoce lo suficiente como para saber que no soy buena conversadora, suelo ponerme nerviosa y no saber que decir. En mi anterior escuela sus amigos eran mis amigos, no por otra cosa que no sea falta de tiempo para socializar, me la pasaba entrenando. —Qué tonto —respondo divertida. —Oye bebé, debo colgar tengo entrenamiento. En la tarde te llamo ¿Si? Haz amigos y no me cambies por otro feo. Corto la llamada entre risas, la verdad nunca pensé en lo difícil que será adaptarme a esta nueva escuela. Miro a mi alrededor, hay varios grupos de chicos y chicas esparcidos por todo el campus, junto a mi hay una castaña con audífonos almorzando un sándwich, creo que voy a hablarle. —¿De qué es el sándwich? —señalo su almuerzo. Ella sin quitarse sus audífonos me observa, observa comida y vuelve a mirarme, suspira partiéndolo a la mitad dándome un trozo que deposita en mi mano aún tendida. —¡Oh no, yo solo quería...—se pone de pie largándose de las gradas. Genial, no logré conversar con ella pero tengo un medio sándwich. —¿Te vas a comer eso? —una voz masculina capta mi atención. Es el chico de la cafetería. —En realidad buscaba tener una charla con alguien —rasco incómoda mi frente—, creo que no salió muy bien. —¿Eres nueva por aquí? —se sienta junto a mi mirándome con diversión. —Si, creo que se nota demasiado. Te he visto antes ¿No? Él juguetea con su piercing sin quitarme la mirada de encima, se recuesta sobre las gradas apoyando su cabeza sobre sus manos entrelazadas detrás. —Si, cuando me estabas acosando en clases. —Me refería esta mañana en el café. Estabas sentado allí viéndome como un raro. —¿Ves? No niegas que estabas acosándome. Un calor se apodera de mi cuerpo completo, sus palabras me descolocaron lo suficiente como para dejarme atónita y avergonzada. De todas formas pareciera no molestarle la situación, más, la está disfrutando. Intento escapar del lugar en el que estoy pero su mano sostiene mi brazo con delicadeza lo cuál me pone aún más nerviosa. —Tranquila solo bromeaba —ríe—, dijiste que querías conversar con alguien. —Interesante charla, la verdad empiezo a creer que la conversación es uno de tus dones —respondo sarcástica. —Entre otros. Me quita el sándwich de las manos y le da un mordisco sorprendentemente grande, solo le quedan dos bocados. Mastica en silencio observando el panorama, esto se está tornando más incómodo de lo que creía. —¿Cómo te llamas? —pregunta de repente. —Pawder. —Es raro, me gusta —asiente convencido—. El mío es Jamie... —Si ya me lo habías dicho —se escapan automáticamente las palabras de mi boca, mis ojos se abren al darme cuenta de lo que dije. —Buena memoria —se mofa—¿Y qué te trajo a Mansfield? Digo, es una buena ciudad pero no la mejor, parecieras ser una chica bien. —Mi padre y su empleo, sólo tuvimos que mudarnos aquí. El castaño mastica otro pedazo de sándwich terminándolo, en silencio pareciera procesar la información que acabo de darle. —Debe ser una mierda estar en tu lugar, créeme no te envidio para nada —me devuelve el pequeño plástico que envolvía la comida poniéndose de píe. —¿A dónde vas? —pregunto confundida. —Al baño ¿Quieres venir? Al ver que no respondo solo se da media vuelta largándose de las gradas y dando por terminada nuestra "conversación". No se que demonios acaba de pasar aquí, es la situación más random que he vivido en mucho tiempo. La campana que marca la continuidad de clases suena así que solo me pongo en marcha para afrontar la siguiente asignatura. (...) Primer día de clases terminado. La sensación de alivio al llegar a casa me invade en cuanto cruzo por la puerta principal, al cerrarla detrás de mi un aroma a galletas de canela recién horneadas invade mis fosas nasales abriendo mi apetito. —¿Mamá? ¿Papá? Camino hasta la cocina, esta vacía. Un pequeño plato de porcelana sobre la mesa contiene las dichosas galletas que solo mi madre sabe hornear tan deliciosas, me acerco a tomar una y veo debajo de éstas una pequeña nota. Pequeña traviesa hemos salido con tu madre a hacer las compras del mes. Disfruta tus galletas, haz tus deberes y no le abras la puerta a nadie. Nos vemos en la noche cerca de las seis, te amamos. Miro el reloj en la pared, faltan al menos tres horas para las seis así que tengo tiempo de sobra. Me sirvo un vaso con yogur de fresas, tomo el plato de galletas y subo a mi habitación. —Hola estúpida soledad —hablo a la nada. Mientras disfruto de mi comida voy preparando mi bolso para ir mañana a las prácticas de animadora: legins cómodos y abrigados, sudadera, doble par de medias y elementos de higiene personal. Bajo al cuarto de baño para darme una ducha, me alisto y aún me sigue sobrando tiempo. —¿Qué hago? —hablo sola. ¿Qué tan normal es hablarle a la nada misma? Supongo que el resto del día será así de aburrido hasta que mis papás lleguen, en fin, haré mis tareas y luego veré alguna serie. La maldita soledad de ser la nueva en el pueblo.
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