Mansfield, Connecticut.

2080 Words
Es la quinta vez en este año que nos mudaremos a otra ciudad. Casi todos los años es la misma historia: "Es la última vez lo prometemos" "Pawder, entiende, es por el bien de la familia" "Esta vez si es la última" "A tu padre lo traslada la empresa" muchas mentiras y excusas cada vez más tontas. Ya me las sé de memoria. La última vez que vivimos tanto tiempo en un mismo lugar fue cuando nos mudamos a Florida, durante estos últimos tres años he logrado casi terminar la preparatoria, hacer amigos, tener citas, conseguir pareja, etc. Bueno, a última no salió tan bien ya que Ben terminó conmigo ayer por la tarde... según él no se siente listo para mantener una relación a distancia. Toda esta maldita pesadilla inició una semana atrás con la noticia de la mudanza y concluyó hoy, exactamente a las seis de la mañana, cuando empacamos todas nuestras cosas al camión de mudanza y nos largamos dejando atrás nuestro hogar. —Cambia esa cara, ya verás como todo aquí es mucho mejor que en Florida —mamá me observa por el espejo retrovisor. —¿Tu que sabes si será mejor o no? —evito su mirada dirigiendo a la ventana mirando casi sin detalles el paisaje de la nueva ciudad en la que viviré. —Lo sé porque si así no fuese no te hubiera traído—habla con tono de regaño. —Tú y papá prometieron que ya no íbamos a irnos, son unos mentirosos —le recuerdo molesta. —Oye, ya hablamos de esto, Pawder. Si tú padre tiene que irse por trabajo.. —... Tenemos que ir con él porque somos una familia —repito al unísono. —No te preocupes, todo estará bien siempre y cuando mires las cosas positivas de este nuevo cambio, hija. —¿Volveremos a Denver? —pregunto sin muchos ánimos. —Pawder... Durante el resto del camino simplemente miraré el paisaje y escucharé una canción triste que me recuerda lo horrible que se siente estar en esta situación. Me siento frustrada porque mi madre, aparentemente, sólo piensa en el dinero y en las oportunidades de su intereses. Tambien por eso nunca se interpuso en mi ex relación con Ben. Aunque su interés en apoyar nuestra pareja era solo porque el es un heredero, a mamá no le interesa mucho lo que yo quiero para mi vida, siempre dice que sus experiencias valen más que un "capricho adolescente" que puede llegar a arruinar mi futuro. Estoy cansada de tener que sacrificar mis deseos o anhelos para que mi familia prospere y siento que es injusto, hasta a veces llego a creer que se olvidan de mi. A pesar de todo, estoy dispuesta a ir hasta donde sea si es necesario, sin protestar ni llorar. Solo porque no tengo otra opción. —Hogar dulce hogar, Paw. Mira, tu padre esta esperandonos. —mamá celebra emocionada al fin haber llegado. Papá viajó unos días antes para asegurarse de que cuando nosotras lleguemos a nuestro nuevo hogar no nos falte nada y solo tengamos que ocuparnos de ordenar nuestras cosas. —Llegaron al fin, las extrañé demasiado —mi padre abre la puerta del conductor para ayudar a mi madre a bajar. —Hola cielo... —se besan. —Ugh, que asco —corro mi vista con rapidez. —Hola a ti también, pequeña traviesa —los brazos de papá me elevan del piso en un fuerte abrazo —. Salúdame. Dejo en su mejilla un beso marcado con lip gloss. Tras el incómodo y forzado encuentro familiar, finalmente logro escapar de ellos e ingresar a la nueva casa para explorarla. Encuentro una sala de estar hermosa apenas cruzo la puerta, los juegos de sofá blancos en frente de la chimenea le da un toque moderno y reconfortante al lugar. Hay escaleras al segundo piso justo en frente de mi, una cocina al fondo por el pasillo, un baño de visitas y una pequeña oficina. Mi padre me señala mi habitación en la última puerta en el segundo piso. —¿Te gusta? —entra con mis maletas. —Si, es bonita —sonrió gustosa con mi nuevo cuarto. —No es nada, para mi princesa todo lo que ella quiera. Termina de acomodar tus cosas y si estás de humor pediré sushi para la cena. Me pongo a trabajar con entusiasmo, papá sabe cómo convencerme. Organizo mi ropa y veo que hay espacio para más, quizás mi madre quiera ir de compras luego. En las paredes pego los posters de mis bandas favoritas como: The Neighborwood, Green Day, Good Charlote, Tokio Hotel entre muchas otras. En los estantes acomodo fotos, adornos y algunas porquerías que no se donde dejar. Subo el volumen de la música, ordeno mis cosas y al terminar el labor sonrío satisfecha, minutos después golpean mi puerta. —Adelante. —Te traje esto —mi madre me tiende unos folletos con temor. Los tomo entre mis manos comenzando a leer "Exposición de música y artistas locales" Al parecer en el pueblo se hará u festival en recaudación de no se que cosas, mamá me sonríe alegre pero mi reacción no es la misma. —¿Enserio? —Creo que es un gesto que te debíamos por el tema de la mudanza —sonríe apenada rascando su nuca —. El festival es el fin de semana, tu padre y yo iremos. Si quieres... —Lo voy a pensar —miento. —Entiendo que estés molesta, solo tómalo como un gesto de disculpas. Enserio Paw, siento mucho que otra vez tuvimos que irnos, —De acuerdo, de todas formas gracias por la invitación. —Antes de venir a Connecticut busqué información que te puede interesar —su mano cálida se posiciona sobre mi mejilla —, Las inscripciones para el equipo local de la escuela están abiertas. Buscan animadoras. Sonrió agradecida, a pesar de no tener intención de desempacar las ultimas cajas que me quedan, me emociono al abrir una en especifico, mis ojos se iluminan al ver mis trofeos, medallas, y recuerdos de animadora que me quedaron de mi antigua escuela, siento cierta felicidad al poder seguir haciendo lo que amo aunque sea en un terreno completamente desconocido para mi. (...) Bien, siete en punto de la mañana, hora de levantarme y prepararme para enfrentar mi primer día de clases en Mansfield. Salgo de mi cama con la pereza de quince estudiantes trasnochados arrastrando mis pies, de mal humor, con ganas de matar personas. Me daría un baño pero es muy temprano así que sólo lavo mi cara, cepillo mis dientes, un poco de maquillaje para tapar mi cara de perro malo. Bajo a desayunar, mamá preparó pan con jalea y café con malta. —Mamá, sin ofender... que asco de café —arrugo mi nariz al probarlo. Estaba súper caliente y demasiado dulce para mi gusto, se acaba de revolver todo mi estómago. —Que exigente eres, niña "como sushi para verme cool" —cruza sus brazos molesta. —¿Oyeron eso? Es el ego de Pawder rompiéndose —bromea papá. —Muy graciosos. Me río de sus bromas, pero estoy molesta. Me preparo para ir a la parada del autobús ya que papá no puede llevarme. —Recuerda avisar cuando llegas y por favor, no vayas a perderte —dice mamá. —Si, iré con el GPS —sacudo mi teléfono. —Qué tengas lindo día —se despide papá. Salgo de casa iniciando mi caminata de unas siete calles hasta la parada del autobús, es una linda ciudad a decir verdad, me sorprende. Hice una rápida escapada a una cafetería que encontré de camino, el café raro de mamá no me llenó lo suficiente. —Buenos días —le sonrió a la chica detrás del mostrador, ella solo me mira impaciente, frunzo mi ceño —, uhm...un late y una dona, por favor. —¿Descremado, azúcar o edulcorante? —teclea molesta. —Si, descremado por favor y edulcorante apenas. —Son $2,75, dime tu nombre te llamaré cuando este listo. —Pawder —respondo y luego de ser ignorada de la manera más fría que mi vida en general, me quedo a un costado esperando mi café. Me encuentro leyendo los carteles de precios y novedades del local, la sensación de que estoy siendo observada me invade así que dirijo mi vista hasta una de las mesas que se encuentra sobre la vidriera. Estoy intrigada por esta mirada seductora, me siento atraída por la apariencia de un chico con el cabello castaño despeinado y la ropa ancha que lleva puesta. Parece estar disfrutando de la compañía de sus amigos, pero su mirada hacia mí es intensa y directa. No puedo evitar sentirme observada y atraída, él juguetea con su piercing en el labio sonriendo. —¿Pawder? —la cajera de aquella cafetería grita mi nombre sacándome del transe en el que caí al ver al posible chico más guapo que hay dentro del local. —Muchas gracias —le agradezco con una sonrisa y, a diferencia de la que me atendió, me devuelve la sonrisa despidiéndome muy amablemente. Deposito dinero en el recipiente de propinas y me voy del local, notando que aquel chico me guiña coquetamente antes de salir. Llego tarde a mi primer día de clases así que apresuro mi paso hacia la parada del autobús. Por suerte llego a la escuela a tiempo pero tengo que correr para encontrar la secretaría escolar y pedir mis horarios, también la llave de mi casillero. —Buenos días —tapo mi boca terminando de masticar y trago duro —, soy nueva aquí y venía a por mis horarios. —Si, dime tu nombre y apellido por favor —me pide la secretaria un poco divertida por mi situación. —Pawder Langford, estoy en el ultimo año —saco la replica de mi inscripción y se la doy. La mujer muy amablemente abre expediente con mi nombre, coloca allí mis otros expedientes de las antiguas escuelas a las que he asistido, me pasa mi horario, el número de mi casillero, la lista de extracurriculares y me marcho lo más rápido que puedo para llegar a clases. Primera clase: economía. Me dirijo al salón correspondiente, llamo a la puerta antes de entrar y me recibe el profesor un tanto confundido. —¿En que puedo ayudarte? —habla amablemente. —Soy nueva aquí y según mi horario está es mi primera clase —le tiendo todos los papeles que necesita, asiente dejándome pasar a la clase. —Ubícate el aquel asiento libre, bienvenida a clases... Langford —lee mi inscripción. Afirmo con mi cabeza que aquel era mi nombre, la clase comienza. Estamos viendo libro diario de cuentas que toda empresa debe realizar, eso del deber y el haber, saldo positivo o negativo, caja y esas cosas. Es bastante interesante a decir verdad. En medio de la clase alguien interrumpe entrando al salón, despreocupado, mirando su celular y ubicándose en el asiento junto a mi. —Maddox ¿Qué haces? —cuestiona el profesor bastante molesto. —Ya pase por la secretaria, traigo el permiso de entrar a clases —responde despreocupado, en calma —. Se me hizo un poco tarde. —¿Tú perro se comió tu tarea otra vez? ¿Falleció por tercera vez tu abuela? ¿Cuál es la excusa? —se cruza de brazos. —Mi café estaba demasiado caliente así que tuve que beber despacio y creo que perdí la noción del tiempo —explica con simpleza. La clase comienza a reírse de su respuesta, la cuál supongo que es irónica. El profesor suspira dándose la vuelta ignorando al chico volviendo a escribir en la pizarra. Lo miro detenidamente al percatarme de que era el mismo que estaba en la cafetería observándome con descaro. Al notar mi mirada sobre él se gira en mi dirección, me escanea con su mirada, sonriente. —¿Crees en las casualidades? —susurra. —¿Qué? —respondo avergonzada, se dio cuenta de cómo lo estaba mirando. —Digo, no creo en las casualidades. Encontrarse dos veces con la misma preciosura debe ser obra del destino. Mis mejillas se comienzan a calentar involuntariamente, carraspeo incómoda y un poco avergonzada dirigiendo mi mirada al frente. —Jamie —susurra una vez más junto a mi poniendo los bellos de mi piel de punta, lo miro —, Jamie Maddox.
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