Días antes.
Desperté muy entusiasmada era mi primer día en mi nuevo trabajo, tome una ducha y me vestí lo más elegante que pude. Usando un vestido blanco ejecutivo y unos tacones negros altos, me maquille lo más suave posible y arregle mi cabello en una coleta alta. Fui a la cocina a prepararme el café y mi desayuno, pero al salir de mi habitación ahí estaba ella, sirviéndome.
—Buenos días, escritora Blue—saludó—, ¿Lista para ese empleo tan soñado?—preguntó con su carisma de siempre.
—Claro que sí, tía—respondí—, Estoy muy emocionada, ¿Hoy irás a donde mi madre?
—Estoy tan orgullosa de ti, mi niña—dijo tomándome de las manos y dándome un beso en la mejilla.—, Sí, tú madre se queja porque dice que desde que me mude contigo, me he olvidado de ella.
—Ya sabes que es dramática, le diré a Ismael que pasé por ti—respondí.—, Ten mucho cuidado, tía. Por favor.
—No te preocupes, estaré bien.—sonrió—, Siéntate a desayunar, necesitas energía para comenzar el día.
Asentí y tome asiento en la barra de la cocina, el taburete era alto por lo que mis pies quedaban colgando. Engullí el primer bocado y era una explosión de sabor, amaba la comida casera, pero en especial la de mi tía. Me había hecho mi comida favorita, empanadas de queso. Era la gloria hecha comida a mi parecer, tomé mi café tan tinto como me gustaba.
—Te luciste, esto es una maravilla—la halague.
—Exagerada, no es para tanto—respondió sonriente, amaba que halagará su comida.—, Date prisa, o llegarás tarde, la primera impresión es la que cuenta.—regañó, le di una mirada rápida a mi reloj y tenía razón.
Me apresuré a comer todo lo más rápido que me permitía mi boca al masticar y tomé mi café de golpe, corrí al baño a lavarme los dientes y me coloqué el pintalabios. Tomé mi folder, mi agenda, mi bolso e iba guardando todo mientras seguía buscando las demás cosas, finalmente guardé mi teléfono móvil, el dinero y las llaves.
—Ya me voy, dame la bendición, tía—dije con prisa, se acercó a mí y me hizo una cruz. Era una costumbre de su religión, yo no creía mucho, pero respetaba su creencia.
—Que mi Dios te cuide, mi niña—dijo.
—Te quiero mucho, no te olvides de esperar a Ismael—respondí, recordándole. Ismael era mi taxi de confianza, por lo que siempre venía por mí o por ella en este caso.
Salí corriendo y pedí el ascensor, Ismael me esperaba en el pórtico del edificio. Me abrió la puerta y subí al auto, estaba muy nerviosa pero a la vez ansiosa por llegar a la editorial. El tiempo se pasó volando y de un momento a otro ya me encontraba en la puerta del edificio con cristales azules “Editorial Brown”.
—Muchas gracias, Ismael—agradecí pagándole.—, No te olvides de pasar por mi tía, a las 11h.
—Que tenga un buen día señorita, Blue—respondió tan cordial como siempre—, No se preocupe, ahí estaré.
Respire hondo y me encaminé al edificio, le enseñe el carnet que habían enviado a mi departamento como identificación de la empresa y me permitieron el paso. Subí por el ascensor hasta el piso 8, mis manos sudaban un poco. Intente relajarme pensando en mi próximo libro, claro que debía trabajar en la idea para darle congruencia.
—Buenos días, ¿Es usted Lucy?—preguntó la recepcionista sacándome de mi ensoñación, las oficinas eran muy amplias y ordenadas, tenían una excelente vista de todo New York y ni hablar de la decoración tan bonita que tenía.
—Buen día, sí soy Lucy—respondí.
—Sígueme, te enseñaré el lugar—respondió sonriente y solo asentí.
Me guio por entre cada cubículo y oficinas que había en el recinto, era bastante amplio, pero estaba muy bien distribuido el espacio, me gustaba la pulcritud del lugar, pero todo inspiraba letras por donde miraras. Todos me observaban con cierta curiosidad.
—Aquí es la cafetería, sí, tenemos café ilimitado—divirtió la chica y sonreí sin encontrar el chiste, supongo que se relacionaba a que “el café es el mejor amigo de la literatura”. Continuamos el camino indicándome cada oficina de cada persona con cargos altos, incluida la del director de la editorial.—, Este será tu espacio.—anunció.
No podía creer que de todos los cubículos que habíamos pasado, me hubiesen dado una oficina privada para mí. No lo supuse nunca ni en el mejor de mis sueños, sonreí en grande sin poder evitarlo. No era muy grande, pero lo suficiente como para que entrara un archivador, un escritorio, una estantería y un gran ventanal que dejaba ver el central park. ¿Qué más podía pedir? Con semejante vista, jamás me faltaría la inspiración.
—No hace falta preguntar si te gustó, pues estas babeando, si, literal—divirtió.
—Lo siento.—me disculpe.
—No te preocupes, suele sucedernos—respondió empática—, El señor Brown no tarda en llegar, seguramente querrá verte en su oficina.
—Perfecto, gracias—respondí.
Luego que la recepcionista se fuera, deje mi bolso caer encima del escritorio, me fije en lo perfecto que era todo y no podía estar más contenta. Me senté en l silla giratoria y di vueltas por toda mi oficina, que bien que sonaba eso “mi oficina”, estaba muy feliz y no pude resistirme a llamar a mi tía. Al segundo pitido me contestó.
—¡Tía, esto es increíble!—dije fuerte y claro.
—¿Era lo que esperabas?—preguntó y como la conocía tanto sabía que en este preciso momento estaría sonriendo.
—¡No! Es mucho mejor.—respondí alegre, unos toques en mi puerta me hicieron recobrar el sentido—, Tía te dejo, debo trabajar.
—Cuídate cielo, te quiero—colgué y musite un “pase” ya que no sabía que más podía decir o hacer.
—Hola, soy Thomas. Soy el asistente del director, te necesita en su oficina—se presentó, era un chico de mediana estatura, llevaba lentes de montura gruesa y color café. Vestía con ropa de lana como si del esposo muerto de mi tía se tratase.
—Un gusto, Thomas. Soy Lucy, ya estaba yendo para allá—respondí.
Salí detrás de él y le seguí el paso por el pasillo que ya conocía, bueno el que me indicó la recepcionista. Al llegar Thomas me anunció, el director musitó un “sigue por favor” y tragándome todos los nervios que sentía entré.
—Buenos días, Lucy—saludó—, ¿Te ha gustado tu oficina?—preguntó.
—Buenos días, señor Brown—respondí—, Me ha encantado.
—Qué bueno, porque pasarás mucho tiempo en ella.—divirtió pero sentía que tenía razón.—, Aquí tienes los libros que serán publicados en dos meses, necesito que le revises la redacción, gramática y ortografía. Sí ves que la trama pierde sentido puedes cambiarla, pero nunca dejando de lado la chispa de la historia.—explicó tendiéndome una memoria.
—Entendido—respondí seria—, ¿Alguna otra cosa?—pregunté.
—Sí, ¿Ya terminaste tú libro?—preguntó—, Me gustaría que publiques con nosotros.—dijo sonriente.
—No aún no, pero pronto estará listo y muy bien elaborado—respondí satisfecha, a pesar de ser mi primera obra, me había dedicado con mucho furor en ella, quería que fuera perfecta y como el perfeccionismo está en mi sangre, así lo estaba creando.
—¿Cómo le pusiste?—preguntó—, Recuerdo que cuando te entreviste, me hablaste de ello. Pero dijiste que aún no conseguías el nombre “enganchante”—respondió con diversión y haciendo énfasis en la palabra que había usado.
—En busca de un infinito—respondí orgullosa—, ¿Qué le parece?—pregunté con temor a que no le gustara en lo absoluto.
—¡Te felicito, Lucy! Está perfecto, es atractivo, va de la mano con la trama y es refrescante—felicitó—, Me encanta, seguramente será un éxito.
—Espero que sí, bueno no le quitó más de su tiempo. Me voy a trabajar—respondí colocándome mis lentes de vista.
—Bienvenida Lucy, que tengas buen día—despidió y luego de agradecerle me retire.
Mi día pasó muy rápido, pese que el libro que comencé a editar, era una maravilla en cuanto a la trama y la idea principal en sí. Estaba muy mal redactado y tenía muchos errores ortográficos, corregía mientras escuchaba música de jazz de fondo. El ritmo me ayudaba a concentrarme y me daba una especie de satisfacción mental, todo iba perfecto. Amaba mi trabajo y la satisfacción de saber que todo el empeño que le coloque a mis estudios me había dado fruto tan rápido, no creí que haber sido la mejor de mi clase durante toda la carrera, sería el boleto hacía conseguir el trabajo de mi vida. ¿Acaso algún día llegue a tan siquiera suponer que lo lograría en menos de un año? pues la respues es clara, jamás lo creí posible, hasta que fui entrevistada por el señor Brown.
Nunca imaginé que el comienzo de mi mayor anhelo y sueño, fuera también el inicio de mi peor desgracia…