¿Lorena?
La primera vez que sucedió, la encontró en las calles.
Ni siquiera la habría notado, si no hubiera sido por el fuerte aroma de las lágrimas saladas que se mezclaban con la dulce fragancia que era su champú. Acababa de regresar de una misión a largo plazo y se dirigía a casa cuando su presencia lo golpeó. Nunca hubiera adivinado que ella estaría fuera a esta hora. Después de todo, ya era pasada la medianoche. Las buenas chicas ya estaban en sus camas.
Inmediatamente supo que algo andaba mal. Al doblar una esquina hacia un callejón oscuro, la encontró. Estaba sentada entre dos botes de basura llenos de desechos, sus rodillas dobladas y sus brazos alrededor de ellos, su cabello en forma de roseta ocultaba su rostro del mundo, llorando silenciosamente en la noche. Además, resultó herida en todas partes. Rasguños sangrientos y moretones azulados cubrieron su cuerpo y por las respiraciones entrecortadas que tomó, estaba seguro, ella también tenía algunos costillas rotas.
La vista hizo que su corazón se encogiera.
¿Qué le pudo haber pasado a su única alumna? Lo primero que le vino a la mente fue la violación, pero su ropa parecía intacta, aunque un poco sucia. Sus ojos volvieron a vagar por su cuerpo maltrecho en busca de pistas y se le ocurrió otro pensamiento: ¿tal vez ella había estado involucrada en una pelea de pandillas? Era raro, pero no inaudito en su pueblo y el número de pandillas estaba aumentando, o eso le habían dicho. Tal vez se había metido en algún tipo de discusión con las personas equivocadas y ...
Pero con un movimiento de cabeza, también descartó ese pensamiento.
Lorena era la aprendiz de la jefe del pueblo y su fuerza sobrehumana habría enviado a todos y cada uno de los miembros de pandillas civiles a volar, ¡y este problema de pandillas era civil! Por otro momento, trató de averiguar qué había sucedido, pero pronto pensó que sería mejor preguntárselo él mismo, ¡sin mencionar que necesitaba atención médica de inmediato! Dando un paso frente a su forma perdida, se agachó para estar a la altura de sus ojos.
-¿Lorena?- preguntó.
La niña se estremeció violentamente ante el sonido de su voz.
-No ... no, por favor, no ... para, por favor no me hagas más daño ... por favor ...- gritó la joven médico, con los ojos bien cerrados, mientras trataba de alejarse de él, solo para golpearse la espalda contra la pared en su frenética búsqueda de escape.
-¡Lorena ... Lorena!- Lo intentó de nuevo, agarrándola por los hombros y sacudiéndola ligeramente- Soy yo, Peter.
-¿Capitán?- su voz temblorosa le respondió, insegura. Abrió un ojo, como si no pudiera creer que era su voz, luego el otro, cuando lo reconoció.
Él le sonrió gentilmente, mirándole con su famoso pliegue de ojos, lo sabía muy bien, debía mostrarle su gesto para asegurarle que todo estaría bien, que ahora estaba a salvo. Sin embargo, no estaba preparado para su reacción. Finalmente soltándose, rompiendo en sollozos, le echó los brazos al cuello y lloró en su pecho. Desconcertado por un momento, rápidamente comenzó a frotar su espalda reconfortante hasta que sus sollozos se calmaron. Luego la levantó.
-Te llevaré a casa ahora, ¿de acuerdo?
Inmediatamente pudo sentirla tensa en sus brazos, sus dedos clavándose en su espalda, y vio cómo sus ojos se abrían asustados. Probablemente habría adivinado que ella habría sido otra persona, que no quería que sus padres la vieran así, pero la verdad es que el único familiar que realmente cuidaba había muerto hace un año de un ataque al corazón. La pequeña oficial y médico del pueblo, ahora vivía con su padre, quien había sido llamado desde su residencia en la ciudad de Moon para cuidar de su hija aún menor de edad hasta que cumpliera veinte. (En algunos paises la mayoría de edad se obtiene a los 20)
¡No hace falta decir que los dos no se llevaban bien!
-Fue el.
Era una declaración, no una pregunta, aunque su mordida en el labio inferior habría sido una respuesta suficientemente buena.
-¿Y estoy en lo cierto al asumir que no quieres ir al hospital? Vamos, iremos a mi apartamento y yo me ocuparé. Eso es lo que un buen capitán y ex maestro debería hacer, después de todo.
No había esperado a que ella respondiera y no era necesario. El hecho de que su cuerpo se hubiera relajado tan pronto como él tachó la opción de su propia casa o el hospital, fue su señal para hacer los cambios de planes y llevarla consigo rápidamente a su casa.
XXX
La segunda vez que sucedió, la encontró en el antiguo campo de entrenamiento del Equipo.
Ella estaba sentada contra el tronco, al que una vez había atado a uno de sus amigos, mirando al cielo, dejando que la lluvia cayera sobre ella, para que nadie viera las lágrimas que caían de sus ojos hinchados. Una vez más, fue una completa coincidencia que la hubiera encontrado. Iba de camino a la Piedra Conmemorativa para hacer una visita a sus antiguos compañeros de equipo y amigos, cuando vio su cabello pálido y una vez que se acercó, el olor a sangre le picó en la nariz.
Suspiró.
Caminando, se sentó junto a ella, esperando que ella le contara, que le diera una señal de lo que tenía que hacer. Sin embargo, sabía que eso no sucedería. No había dicho una palabra la primera vez y ahora no rompería su silencio. Suspirando de nuevo, extendió la mano para despeinar su cabello con comodidad, antes de agarrar su muñeca y llevarla de regreso al baño de su apartamento para tratar sus heridas.
XXX
La tercera vez que sucedió, la encontró en la puerta de su casa.
Estaba a punto de salir a encontrarse con algunos de sus amigos en uno de los bares locales, pero todos esos pensamientos mezquinos se fueron de su mente cuando la encontró frente a él, con una mano levantada para llamar. Su uniforme médico blanco estaba empapado en su sangre, aunque otros espectadores probablemente pensarían que acaba de salir de una cirugía difícil. Ella no lo miró, no podía observarlo, tal vez. Lo más probable es que estuviera avergonzada de que él la viera en un estado que la mayoría de los militares definirían como débil. Se hizo a un lado para dejarla entrar; ella todavía no levantaría la mirada de su piso. Entonces, de repente, se dio la vuelta.
-No debería haber venido aquí- Ella aclaró- Lo siento capitán, no sé qué me ha pasado. No quería molestarte. Buenas noches.
Ella comenzó a alejarse, solo para ser empujada hacia atrás y dentro de su casa por una mano que la sujetaba con fuerza por la muñeca.
-No seas ridícula- Murmuró.
Y así se estableció la rutina.