Capítulo 1

3181 Words
Narra Rina Me miro en el espejo de cuerpo entero que tengo delante y estoy de acuerdo en que el vestido me queda precioso. El vestido de fiesta n***o de un solo hombro se ciñe a mis pechos y luego se ensancha en forma de A desde mis costillas. El brillo de la sobrefalda brillará como un loco con la iluminación de la gala benéfica a la que asistiremos esta noche. Me quito el hermoso vestido y me pongo la ropa con la que estoy más cómoda (unos jeans gastados y una camiseta holgada) antes de volver con el vestido sobre el brazo. La dependienta se lo llevó para cobrarlo. Regresa unos minutos después, con mi vestido cuidadosamente envuelto en una resistente bolsa de lona negra. Mi madre paga la exorbitante compra y nos vamos un momento después, saliendo al exterior para subirnos directamente al auto que nos espera. —Bueno, ha sido un viaje exitoso. Ahora nadie te echará de menos entre la multitud— dice. —No quiero que nadie me note, mamá. Ni siquiera quiero ir —le respondo. —Estas galas son una buena manera para que tu padre hable con todas las personas con las que hace negocios. También recibimos muchas donaciones para que nuestra empresa siga avanzando en la dirección correcta. Sin estos eventos no podríamos vivir en la casa en la que vivimos ni salir a comprarte un vestido nuevo de Vera Wang cada vez que hacemos una fiesta. Papá fundó una empresa de ordenadores cuando estaba en la universidad. Fabrica los procesadores que suelen utilizar los ordenadores para juegos. Las empresas que crean juegos también recurren a papá para que les ayude con los tiempos de procesamiento de sus programas, luego él les ayuda a acelerarlos y otras jerga técnica de back-end que, francamente, no me interesan en lo más mínimo. Quiero decir, claro, gracias al éxito de papá he podido hacer prácticamente todo lo que he querido, pero no tengo ningún deseo de entrar en el negocio familiar. —No necesito un vestido nuevo cada vez, mamá. ¿Por qué no podía usar uno de los otros que tengo? Solo los uso una vez y luego los guardo en el fondo de mi armario, excepto en las ocasiones en que Kelly viene conmigo. Ella agarra el collar de perlas que cuelga de su cuello, la abrumadora sorpresa escrita en todo su rostro. María Kendal, mi madre es la esposa trofeo por excelencia. Se viste a la perfección. Desde su rostro impecablemente maquillado y sus rizos rubios perfectamente peinados hasta la ropa de diseñador que usa, grita ama de casa rica y mantenida. —Rina, nunca podrías usar lo mismo dos veces. ¿Qué pensarían los invitados?–ella niega con la cabeza—.Además, un día de estos, uno de los hombres de estos eventos te gustará. —Mamá, a ellos no les importa lo que me pongo y dudo que siquiera recuerden lo que vestí en la última gala. También dudo que alguno de los hombres que vengan esta noche llame mi atención. No estoy buscando a nadie. —Puede que no lo recuerden, cariño, pero te fotografían cada vez que asistes a uno de estos eventos —bebe un sorbo de una botella de agua que saca de su bolso y me mira de arriba abajo antes de continuar—. Sabemos que Zac te rompió el corazón, pero eso fue hace doce meses. Es hora de que vuelvas a salir y encuentres a tu futuro marido. Se te está acabando el tiempo ahora que tienes treinta, ¿sabes? —Mamá se acerca y me toma la mano. No tiene idea de que ya estoy ahí fuera, después de haber disfrutado de algunas relaciones breves desde Zac. Todos decidieron que querían algún tipo de compromiso de mi parte y yo no quería quedarme encerrada con nadie, así que rompí la relación. —Está bien, mamá, no tienes por qué preocuparte. Ya superé por completo a Zac —recibo una sonrisa como recompensa, pero pronto comienza a desvanecerse, sin duda por lo que sea que se le haya ocurrido. —Esta noche viene un hombre al que tu padre y yo no conocemos. Envió su invitación anoche tarde. Le enviamos la invitación solo por cortesía, aunque nunca ha asistido a ninguna de las otras ocasiones en que lo hemos invitado. En realidad, esperábamos que no asistiera. —¿Por qué no querías que asistiera, mamá? —No hay ninguna razón en particular —dice antes de mirar por la ventanilla lateral. Su manera de cerrar la conversación. Me pregunto quién es este hombre y por qué viene. Y por qué estaría tan preocupada por uno de los socios comerciales de papá que viene a una gala cuyo único objetivo es recaudar más dinero para la organización benéfica de papá, la que creó únicamente como una deducción de impuestos para su empresa. Una vez que llegamos a casa, me dirijo directamente a mi dormitorio y cuelgo el vestido en el armario. Luego me tiro sobre la cama y me acerco a la mesita de noche para tomar un libro de uno de mis autores favoritos. Lo abro y empiezo a leer algunos capítulos, escapándome al mundo del romance erótico. Un rato después, alguien me despierta sacudiéndome. —Es hora de empezar a prepararme–mis ojos se abren de golpe y me concentro en el rostro de mi padre, que me sonríe. —Bueno, bueno, bueno. ¿No te ves elegante con un esmoquin? —tomo su mano mientras me ayuda a sentarme. —Nunca me acostumbraré a esos trajes de pingüino con los que siempre me viste tu madre. ¿Por qué no puedo ir con jeans y una camisa con cuello?—pregunta. Mi padre es un hombre atractivo para su edad, con el pelo rubio rojizo con una buena cantidad de reflejos plateados y las primeras líneas de expresión alrededor de sus ojos azul pálido. A menudo me dicen que me parezco más a mi padre que a mi madre, pero especialmente en los ojos. —Espera a ver el vestido que mamá eligió para mí hoy–su sonrisa me dice todo lo que necesito saber. Mamá le ha contado absolutamente todos los detalles de nuestra salida de compras, especialmente lo que me pondré. —Te dejaré para que te prepares. Te estaremos esperando abajo. No tardes mucho, cariño—me besa la mejilla antes de darse la vuelta y salir de mi habitación. Me dirijo directamente a la ducha, deseando que el agua caliente relaje mi cuerpo. Odio estos eventos. Mi madre siempre me trae jóvenes guapos, les comenta lo hermosa que soy y me piden mi número de teléfono. He tenido aventuras con algunos de ellos, pero nunca me interesan por mucho tiempo. Acabo de cumplir treinta años este año, lo cual, como mi madre me sigue recordando, es demasiado mayor para seguir soltera. A estas alturas debería estar casada, tener una mansión propia y dos hijos. Pero ninguno de los chicos de mi edad tiene la capacidad de mantener mi interés por mucho tiempo. Zac era unos años mayor y tenía una carrera exitosa como cirujano cardíaco. Me cautivó la primera vez que lo vi y me enamoré perdidamente enseguida. Cuando comenzó a distanciarse de mí, no pensé nada al respecto. Estábamos enamorados y el sexo también era bastante bueno. Luego, un día fui a su oficina para sorprenderlo con un almuerzo y, en cambio, lo encontré ocupado, comiéndole el coño a su asistente. Desde entonces, no he buscado nada serio, nunca más he querido que me lastimen de esa manera. Así que, en cuanto los hombres con los que me acuesto muestran interés en llevar las cosas al siguiente nivel, me voy de aquí. Mi telefono suena a lo lejos y me devuelve al presente. Salgo de la ducha y me seco antes de entrar en mi habitación. Levanto el teléfono y veo una llamada perdida de mi mejor amiga, Kelly. Toco para responder la llamada y pongo el altavoz mientras me siento en el tocador y saco mi maquillaje, colocando los muchos productos que necesitaré para pasar de una cara fresca a una cara lista para la cámara. —Chica, ¿qué haces? —su voz alegre llega a través del teléfono. —Me estoy preparando para uno de los eventos de mamá y papá esta noche. Por favor, dime que vienes. Sabes que no puedo hacer otro de estos por mi cuenta. –Lo siento, cariño, sabes cuánto me encanta usar tus hermosos vestidos, pero no me siento muy bien, así que me rodearé de comida chatarra y miraré algunas repeticiones en la televisión— puedo imaginarla sentada en su sofá, rodeada de delicias deliciosas como helado y chocolate. Y no tengo más ganas que subirme a mi auto y conducir directamente hasta allí para reunirme con ella. Pero sé que no puedo hacerlo. —Desearía estar allí contigo—le respondo mientras me aplico un poco de rímel en las pestañas. —Consígueme un chico atractivo esta noche, ¿quieres?— casi puedo imaginarla moviendo las cejas de esa manera que hace cada vez que se mencionan chicos atractivos. Me río. —Claro, te hablo mañana. Tenemos que ponernos al día y tomar unas copas de vino. Te quiero. —Yo también te quiero. Disfruta de esta noche —dice antes de colgar. Una vez que bloqueo mi teléfono y lo dejo en mi mesa de maquillaje junto a mis pinceles, selecciono el lápiz labial rojo sangre de mi gama de labiales y lo paso por mis labios. Recojo mi cabello en un moño y rizo un par de mechones sueltos alrededor de mi rostro antes de sacar el vestido de su envoltorio y ponérmelo. Entro en mi armario y observo mi reflejo. Los ojos ahumados y los labios rojo sangre en combinación con el vestido de fiesta n***o muestran un lado diferente de mí. Y déjenme decirles que me veo increíble. Bajo las escaleras después de ponerme mis tacones negros y me encuentro con mamá y papá. —Oh, cariño, ¿no es Rina impresionante?—mi madre se da vuelta ante la insistencia de mi padre. Su vestido azul bebé se adhiere a su cuerpo delgado y muestra que, aunque puede estar acercándose a los cincuenta y tantos, todavía tiene un cuerpo que maravilla. —Todos los hombres se quedarán mirándote esta noche —dice mientras corre hacia mí y coloca sus manos sobre mis hombros—. Vamos, no queremos llegar tarde a nuestra propia fiesta. Salimos y nos subimos a la limusina que nos espera junto a la puerta de entrada. El trayecto hasta el evento transcurre en silencio. Mamá y yo tomamos un sorbo de champán mientras papá saborea una copa de su whisky favorito. Cuando el auto se detiene y el conductor abre la puerta, veo los flashes de las cámaras de los paparazzi que esperan tomando fotos de los invitados que ya han empezado a caminar por la alfombra roja. Sin embargo, en cuanto salgamos del auto, nadie más que yo nos llamará la atención. Puede que pienses que soy egocéntrica, pero no es así en absoluto. Es porque mi madre se asegura de que yo esté al frente y en el centro, como siempre. Ese es el beneficio de tener una hermosa hija joven, me dice, y tampoco está de más que publiquen mi foto para que los solteros codiciados del mundo se den cuenta. Las cámaras dejan de hacer flashes por un momento, esperando a que hagamos nuestra aparición. —Sonríe, Rina —me recuerda mi madre mientras sale. Respiro profundamente y esbozo una sonrisa en mi rostro. Saco las piernas de la limusina, coloco una mano en el asiento y la otra en la puerta y me levanto hasta quedar de pie. —Rina, mira hacia aquí—me grita uno de los paparazzi con una cámara en la mano. Me doy vuelta y les hago un pequeño gesto con la mano, mientras les sonrío. Me muevo hacia la alfombra y adopto mi pose habitual: la mano izquierda en la cadera, la cabeza ligeramente echada hacia atrás y una sonrisa de oreja a oreja estampada en mi rostro. Dejo que me saquen fotos antes de avanzar por la alfombra roja, deteniéndome varias veces, antes de escapar finalmente hacia el interior del edificio. En cuanto las paredes me envuelven, dejo que mi sonrisa desaparezca. Estos eventos nunca son más fáciles. —Te veías increíble ahí fuera, Rina. Apuesto a que mañana tu teléfono no dejará de sonar con hombres que te invitarán a salir. —Sí, mamá, estoy segura de que así será—miro alrededor y veo a muchas personas que he conocido en ocasiones anteriores. Con un último beso en la mejilla, mis padres se alejan; es hora de que trabajen en la sala. Me acerco a uno de los camareros vestidos de esmoquin que recorren la sala con copas de champán y cojo una copa. Cuando la llevo a los labios, miro hacia la pista de baile vacía y encuentro a un desconocido alto e increíblemente guapo. Mi copa se tambalea un momento, no se inclina lo suficiente para que el líquido burbujeante entre en mi boca. El contacto visual se interrumpe cuando alguien le da un golpecito en el hombro y él mira hacia un lado para estrechar la mano del hombre que quiere su atención. Levanto mi copa de champán y la bebo lo más rápido que puedo. Una vez que termino, miro de nuevo al hombre que ha captado mi atención y veo que mis padres están hablando con él. Sus ojos siguen mirándome y mi madre sigue su mirada. Una pequeña sonrisa se forma en sus labios cuando me ve antes de volver a la conversación con el hombre misterioso y mi padre. Imagino que está tratando de encontrar una manera de concertarnos una cita lo antes posible y, en esta ocasión, tal vez yo acceda. Por más que quiero quedarme en mi sitio y mantener la vista fija en ese gran vaso de agua, para intentar leer sus labios y entender la conversación que se está desarrollando entre él y mis padres, me interrumpe el Dr. Charles, un viejo amigo íntimo de la familia. —Buenas noches, Rina. Te ves hermosa esta noche, como siempre—tomo la mano que me ofrece y me inclino hacia él, besándole ambas mejillas. —Raymond, tú también estás espléndido—lleva puesto el mismo esmoquin que siempre usa para estos eventos. No es que mucha gente se dé cuenta de este tipo de cosas. Pero yo sí. –Oh, siempre sabes qué decir para que un anciano se sienta bien consigo mismo— se ríe. Le sonrío. —¿Sabes con quién están hablando mamá y papá? Nunca lo había visto antes. Raymond sigue mi línea de visión y descubre por quién estoy preguntando. —Déjame ver. Mmm. No, yo tampoco lo reconozco. Pero es un hombre guapo, ¿no? —No me di cuenta. Solo trato de conocer a todos los que están en la sala. Especialmente a aquellos a quienes debería tratar de impresionar —la mentira sale fácilmente de mis labios. Seguro que me he dado cuenta de lo guapo que es. —Querida Rina, no tienes que intentar impresionar a nadie. Sé tú misma, eres perfecta tal como eres. Se lo dije a tus padres cuando naciste —sonrío al maravilloso hombre que tengo delante y le aprieto las manos. Conoce a nuestra familia desde hace muchos años y a mí desde siempre. —Gracias, Raymond—esta vez le doy un beso de verdad en la mejilla. —Hablando de tu madre y tu padre, vienen hacia aquí. Me doy vuelta y los veo caminando hacia nosotros. El misterioso caballero está un par de pasos detrás. El rostro de mi madre está nublado por las emociones que intenta ocultar con una sonrisa. —Raymond, qué alegría verte —la voz de mi madre es tranquila, pero lo suficientemente clara como para oírse por encima de la música y las conversaciones que nos rodean. Se inclina y le da un beso en las mejillas antes de centrar toda su atención en mí—. Cariño, qué hermoso te ves esta noche. Me abraza con fuerza. Oigo su respiración y siento su calidez mientras me susurra al oído: —Tenemos que impresionar a este hombre, Rina. No me decepciones —antes de apartarse. —Gracias, madre —le devuelvo la sonrisa y miro a mi padre, que parece que preferiría estar en cualquier otro lugar menos aquí. —Bueno, veo que están sacando los canapés, así que será mejor que me vaya a buscarlos. Hablaré con ustedes más tarde, Samuel, Maria. Siempre es un placer verlos, mi querida y dulce Rina. Raymond se inclina para besarme en la mejilla antes de marcharse en busca del catering. —Tú también, Raymond —grito, pero cuando él no se da vuelta, supongo que no me escuchó. —Rina, cariño, nos gustaría presentarte a alguien—mi padre titubea un momento y se gira ligeramente hacia el hombre que está detrás de ellos—. Él es Alexander Black. Alexander, ella es mi hermosa hija, Rina. El señor Black da un paso adelante, toma mi mano izquierda en la suya y la lleva a su boca, luego presiona sus deliciosos labios contra mi piel. Mi mano se enciende. Sonrío al caballero frente a mí que provoca tal reacción con solo presionar sus labios. Puedo ver que es más alto de cerca de lo que parecía al otro lado de la habitación. Al menos un buen pie más alto que yo, lo que lo pone alrededor de seis pies y medio. Su cuerpo alto y delgado tiene una forma musculosa, a pesar de que está oculto debajo de un costoso esmoquin a medida. El reloj que asoma debajo de su puño es grande y masculino, como él. Sus ojos azul oscuro me atraen con cada segundo que los miro, desviando mi atención del cabello n***o oscuro perfectamente peinado. Es mayor que yo, eso es seguro, y me arriesgo a adivinar que tiene alrededor de treinta y tantos, incluso principios de cuarenta. Inhalando, me doy cuenta de que es exactamente mi tipo de hombre. —Es un placer conocerte, Rina —su voz tiene un leve acento inglés y es completamente deliciosa, como el resto de su voz— ¿Me acompañas a dar un paseo por la habitación? Miro hacia un lado, al ver el movimiento detrás de él, y veo a mi madre asintiendo y articulando la palabra «sí». —Será un placer, señor —respondo. Sus ojos azul oscuro brillan ante mi respuesta. No suelta mi mano, sino que la tira ligeramente para que descanse en el hueco de su brazo mientras damos el primer paso para alejarnos de mis padres. No puedo evitar pensar que esta noche podría no resultar tan mal después de todo.
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