2. De don Nadie a arquitecto

1837 Words
Mi nombre es Andrés Romero, aunque ese no es realmente el nombre que me pusieron al nacer… no sé cuál fue el nombre que me dieron al nacer, o tal vez no me dieron uno. Sé que me estoy enredando pensando en eso, pero la realidad es que si no fuera porque mis padres me adoptaron a mis dos años de edad, no sabría qué sería de mí; tengo entendido que al nacer mi verdadera madre me abandonó en una capilla, nadie la vio entrar y menos salir, al final mi llanto llamó la atención de una monja que estaba organizando las cosas para la misa del mediodía y al encontrarme lo único que hicieron fue llamar a la policía y meterme a un hogar de niños huérfanos, donde por dos años estuve esperando ser adoptado.   Crecí al lado de mis padres, Rubén y Nidia, creyendo que eran mis padres en todo el sentido de la palabra y creo que ellos también lo hubieran querido así de no ser porque a los ocho años de edad tuve un accidente en el que me fracturé el fémur y el hueso perforó la femoral, haciéndome perder mucha sangre y necesitar una transfusión en la que ninguno de mis padres pudo ser mi donante porque no éramos compatibles, ellos son AB+ que es un tipo de sangre raro, en cambio yo soy donante universal, O-… irónico, ¿no?, puedo donarle a todos, pero solo alguien igual me puede donar a mí.   Ese día que me contaron que era adoptado, lloré como nunca lo había hecho, fue un dolor más intenso que el de mi accidente… fue uno de esos dolores del alma que son mil veces peores que uno físico. Era muy niño, sin embargo, no concebía el hecho que alguien que me cargó en su vientre por meses, se deshiciera de mí tan fácil y aunque han pasado veinte años, lo sigo pensando, pero también sé que, gracias a mis padres y su amor incondicional por mí, soy el hombre amoroso, profesional, emprendedor y entregado, que hace sonreír a sus padres y hace feliz a sus amigos.    Después que salí de la clínica y me recuperé, tuve un fuerte episodio de rebeldía en el colegio donde estudiaba, pasé de ser un buen estudiante a ser pésimo, no atendía en clases, las tareas fueron algo de lo que no volví a hacerme cargo, contestaba de forma altanera a mis profesores, tanto así que me expulsaron. Cuando entré al nuevo colegio, quería seguir igual, pero tres niñas de mi mismo curso se encargaron de regañarme y hacerme sentir mal por lo que hacía. En especial una morena de pelo muy crespo y alborotado, llamada Nathalia, era la que más pendiente andaba de mí y me regañaba como si fuera mi mamá… era tan habladora y persuasiva que en definitiva estaba destinada a ser abogada; las otras dos niñas eran muy alegres y en vez de regañarme, me ayudaban a hacer mis tareas, una de ellas, Sofía, era muy buena para todas las cosas artísticas y al parecer compartíamos ese gusto, recuerdo que le encantaba dibujar y sus cuadernos eran llenos de muñequitos en las esquinas de las hojas; en cambio Alejandra amaba todas las clases de ciencias y matemáticas, se la pasaba inventando experimentos y leyendo libros muy avanzados para su edad, era a la que recurríamos para resolver en conjunto los problemas de matemáticas.   Desde ahí nos volvimos inseparables los cuatro… hasta nos apodaron como "Andy y sus chicas superpoderosas", y efectivamente eso son para mí ellas. Éramos el grupo más aplicado del salón, pero nos salíamos del típico esquema de ñoños, mis superpoderosas atraían las miradas de los chicos y en varias ocasiones yo iba detrás de ellas espantándolos, aunque yo no me quedaba atrás ya que con mi pinta un poco de chico malo atraía a muchas chicas, pero mis amigas solo me espantaban las que no les gustaban.   Después de la muerte de los padres de Sofía, las cosas entre nosotros cambiaron un poco, ella, aunque no dejó de ser muy juiciosa y aplicada en el estudio, sí dejó de compartir tiempo extra con nosotros, pero en el arte encontré una forma de acercarme y en especial después de graduarnos y que Nathalia y Alejandra se fueran de la ciudad a estudiar sus carreras.   Mientras estudiaba en el colegio decidí estudiar arquitectura, me encantaba el dibujo técnico y diseñar cosas diferentes, poner mi imaginación a prueba con cosas funcionales, así que al ingresar a la universidad empecé a cumplir mi sueño de ser arquitecto, me sentía como pez en el agua, era un alumno sobresaliente y mis profesores me tenían en cuenta para los proyectos que les salían, las prácticas para finalizar mi carrera y alcanzar el título las realicé en la constructora de uno de mis profesores y fue ahí, donde a mis 23 años creía haber encontrado la mujer de mi vida, Elisa, y no me importaba que ella fuera mayor que yo, ocho años y menos me interesaba que fuera la arquitecta principal de la constructora. Sería mi jefe directa.   Elisa era una mujer demasiado elegante y aunque tuviera 31 años, aparentaba aproximadamente 27 años, por lo que pensé que si me vestía un poco más serio lograría acortar un poco más la brecha entre nuestras edades.   Esa mujer me traía loco y lo mejor es que me ponía atención, apenas empecé mis labores ella se me acercó con amabilidad y puedo decir que hasta con un amable coqueteo se presentó y en vez de estrechar mi mano extendida en señal de saludo, me abrazó contra su cuerpo y estampó un beso en mi mejilla… el haber sentido sus grandes senos contra mi pecho y sus labios contra mi piel, hicieron que la temperatura se me subiera en un momento. Y sí, ahí empezó nuestro romance, en el que dentro de la constructora disimulábamos lo que pasaba entre nosotros y nos veíamos fuera, pero por cortos ratos que yo aprovechaba al máximo.   Un día estaba plenamente convencido de que le propondría casarse conmigo, así que la cité como cualquier otro día a uno de los restaurantes que más frecuentábamos. Casualmente ese día llegué más temprano de lo que era nuestra cita y cuál fue mi sorpresa cuando la vi a ella, sentada en la mesa que siempre usábamos, hablando por videollamada con un hombre del que se despidió enviándole besos con la mano y apenas colgó la vi como de la mano con la que enviaba los besos, retiraba un anillo con un lindo diamante que alcancé a percibir desde el mesón de pedidos… sentí como si un balde de agua helada hubiera caído sobre mi espalda y me di cuenta que la mujer de mi vida, solo me había engañado y utilizado ya que era la mujer de la vida de alguien más. No valía la pena hacer reclamos, me giré, contuve las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos y salí corriendo de ese lugar, para nunca más volverla a ver. Agradecí haber ya terminado mis prácticas y no tener que volver a el lugar donde conocí al peor engaño de mi vida.   Aunque debo agradecer porque eso fue lo que me impulsó a crear mi propia firma de construcción con el apoyo económico de mis padres y el profesional de mis profesores y algunos compañeros de la carrera. Durante estos cinco años que llevo trabajando he recibido varios reconocimientos en el mundo de la construcción y he labrado una reputación como arquitecto exclusivo con un toque diferencial. Me contratan para hacer casas bajo pedido especial y aunque gano muy bien y tengo buena vida, podría hacer lo que me apasiona, así no ganara un peso.   Las únicas que saben de los sucesos más importantes de mi vida son mis chicas superpoderosas y aunque deseé haberles contado todo en persona, no fue posible y tocó por videollamada, sin embargo, sentí su amor y apoyo tan cercano que nuevamente agradezco a la vida por haberlas puesto en mi camino hace tantos años y seguirlas conservando.   Ahora tras tantos años de amistad y unos cuantos que llevamos separados por temas de estudios, ha llegado el momento de reencontrarnos y la emoción que tengo es muy grande - ¡Por fin las tendré a mi lado! – grito emocionado mientras todos esos pensamientos me llegaron en cascada y no puse atención a la película que se reproducía en el televisor.   Para el cumpleaños de Sofy, nos pusimos de acuerdo con Aleja y Naty para llevarla a cenar… ya son nueve años sin salir los cuatro. Sabemos que para Sofy la fecha de su cumpleaños no es fácil porque es el aniversario de la muerte de sus padres, pero estamos decididos en que celebre su día y aproveche la segunda oportunidad que le dio la vida, además que por celebrar su cumpleaños no significa que olvide a sus padres.   ................................  Me encuentro primero con mis cómplices de celebración y rápidamente nos ponemos a decorar de cumpleaños la mesa que reservamos en el restaurante. Al llegar la cumpleañera, casi suelto una carcajada al verle la cara de vergüenza por lo que habíamos hecho, pero me contuve y más bien nos abalanzamos sobre ella para saludarla y abrazarla.   - ¡No puedo creer que estén acá! – grita Sofy. -Y no nos vamos a volver a ir, te tendrás que acostumbrar a tenernos cerca nuevamente – dijo Naty. -       Sé que cada uno tenemos nuestra vida, pero vamos a recuperar el tiempo perdido en nuestra amistad. Nunca las he dejado de querer y tener presentes – dije yo y al ver la reacción de ellas me muero de pena y deseo que las palabras se devolvieran a mi boca. Prefiero girarme e ir a pedir los tragos para todos.   Después de la cena y de ponerme al tanto un poco de la vida de mis chicas superpoderosas, tomamos la decisión de irnos a un buen bar cercano al que en varias ocasiones he ido con mi socio y mejor amigo, Julián.   Volver a ingresar a un sitio junto a mis chicas, me trae buenos y divertidos recuerdos de cuando en nuestra adolescencia salíamos y todas las miradas caían sobre nosotros, pues en esta ocasión sucede exactamente lo mismo. Y es que ellas son simplemente hermosas y yo soy atractivo… creo que mi 1,80 m de altura, y mis facciones que parecen de árabe, ojos negros, cejas gruesas, nariz un poco aguileña, más todo el ejercicio que realizo y se ve reflejado en mi cuerpo, más mi forma de vestir sobria, pero elegante, son la receta perfecta para ser imán de mujeres y harto provecho le he sacado.   Después de acomodarnos en una mesa, voy a la barra por nuestros tragos y veo de reojo a una hermosa pelirroja que me observa detenidamente… me roba el aliento y me decido a saludarla, quedando anonadado con sus fantásticos ojos. 
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