Mi estómago ruge fuerte en una clara protesta de que necesita comida. Es tan sonoro el rugido, que Allison lo escucha y se echa a reír. Yo me uno a ella, pero me levanto de la cama y tomo las calzas para vestirme. –Anda, vístete y bajemos a comer – la insto. Ella se gira de lado y me da la espalda, dejando al descubierto su trasero en una evidente invitación de que no salgamos de la cama. Llevamos todo el día aquí dentro, disfrutándonos el uno al otro y solo hemos comido lo que uno de los sirvientes del rey no es envío al mediodía. Afuera ya está oscuro, así que no resisto más. –¿No podemos quedarnos otro ratito? – me pregunta sacando la cabeza de entre las almohadas. –No, no tengo resistencia para más, mujer. Necesito recuperar energías si quieres continuar con este ritmo. –Está