Nunca he sido un hombre paciente. Todo el que me conoce sabe que me gustan que las cosas se hagan cuanto antes y, sobre todo, con eficiencia. Por eso, cuando le dije a Allison que la acompañaría a buscar algo de ropa, mentalmente me preparé para esperar mucho rato en la tienda de la modista, ya que, de todos modos, la ocupación no es la más rápida de todas, pero luego cambio de opinión, y aprovechando que ella se encuentra escogiendo algo de ropa y en vista de que la cosa pinta extensa, me dirijo al herrero, un tal Bill, para que revise las herraduras de Zeus. Me encharco en una conversación con él, sobre lo mucho que aprecia a Allison y la triste vida que ella ha llevado. Por lo visto es de mucho hablar el señor Bill porque, sin la necesidad de preguntar, me ha contado en tan solo unos mi
