– Ekaterina, surgió algo, discúlpame, pero no podré llegar a la hora que te prometí – desde la distancia, veo como Dahlia está cambiando el pijama de su hijo, todo mientras ambos juegan y charlan, incluyendo a Fufy, el peluche, en la conversación. Nunca dejo de asombrarme ante la creatividad de un crio. – ¿Qué pasó? ¿es grave? Si necesitas ayuda puedo ir contigo, sabes que aquí ya está todo en orden – niego. Si la emperatriz se entera que estoy haciendo esto por una mujer que no es ella, pegará el grito al cielo y me hará la vida imposible hasta que le cuente el mínimo detalle. Y lo que menos necesito ahora es a Ekaterina siendo un jodido grano en el culo. – Nada que no pueda resolver – digo con simpleza. – Algo me ocultas, pero no te preocupes, hermanito, tarde o temprano lo descubri