Capítulo 1
En el palacio real de la manada Bellarose, se estaba celebrando un gran banquete en nombre del príncipe heredero, quien se encontraba de cumpleaños. Y parado en el segundo piso, apartado de todo el mundo, con su espalda recta, su mentón en alto y una copa en su mano, Dorian Bellarose admiraba a toda esa gente que se había reunido para celebrar.
Por supuesto, el príncipe Dorian sabía mejor que nadie que su cumpleaños era meramente una excusa para todas esas personas provenientes de diferentes manadas, quienes en realidad se reunieron para establecer conexiones entre ellos, principalmente, con él y su manada. Y para sus padres, el rey alfa Aran y la reina luna Leatrice, era el pretexto perfecto para que conociera el alfa de su vida, o a su ancla que lo ayudaría a no volverse un loco, con cualquiera de los dos que apareciera, ambos estarían satisfechos.
Lamentablemente para ellos, el omega dominante no lograba sentir algún interés por ninguno. Prácticamente, para Dorian era como si estuviera admirando un hormiguero lleno de hormigas buscando un trabajo para impresionar a su reina. Y por más que intentara interesarse por alguno de ellos, simplemente no funcionaba.
Cada vez que hacía el mínimo intento de conocer a alguien, rápidamente perdía el interés al ser demasiado tonto, lento, cobarde, aburrido, etc. Realmente, no existía persona alguna que lograra capturar su interés por demasiado tiempo, no importaba la naturaleza de este, simplemente no había ningún click ni siquiera para adoptarlo como a un amigo.
No sabía si se trataba por su naturaleza como omega dominante, su personalidad exigente, o bien, su lobo, quien alzaba su nariz observando con desinterés a cada persona con la que se encontraban e intentaba establecer una conexión.
Lo extraño era, que últimamente, su lobo había estado perdiendo el interés en prácticamente todo, como si ya no hubiera nada en el mundo que lograra capturar su atención, lo que lo volvía cada vez más distante y desapegado.
—Se supone que debes de estar ahí abajo, intentando compartir con las demás personas que tus padres invitaron personalmente al banquete —comentó cierta voz femenina.
Torciendo una esquina de sus labios en una leve mueca hacia abajo, Dorian alzó su copa de vino y la acercó a su boca.
—Lo hice, al principio, al menos. Luego me aburrí de encontrarme con idiotas que intentan besarme el culo para pedirme favores, o bien con estúpidos que se molestan conmigo al sentirse intimidados solo por mi aura de omega dominante —explicó y dirigió su mirada hacia su amiga—. ¿Qué? ¿Vas a ir a acusarme con mis padres debido a que no estoy ahí abajo entre esa gentuza?
Soltando un bufido, Sadie se alejó del pilar en el cual había estado recargando su espalda y se acercó a la barandilla de seguridad. Colocando una mano en el mango de su espada, observó hacia el piso inferior.
—No es necesario, desde esta posición ya todo el mundo sabe que estás aquí.
—Precisamente por eso lo elegí, de esa forma podría ver si alguien lograba capturar mi atención —asintió Dorian.
Alzando una ceja, la beta le observó un tanto divertida.
—¿En serio? Creí que lo hacías porque te gustaba sentirte superior a todos ellos al admirarlos desde arriba —comentó.
—Si te estás dejando influenciar por rumores, significa que debería de elegir a otra guardia niñera —se lamentó el príncipe Dorian.
—Por favor, todos sabemos que soy la única que soporta tu carácter especial y que realmente tiene las destrezas para cuidarte.
Bebiendo de su copa de vino, el omega dominante observó con cierta diversión a Sadie.
—Solo porque te lo permito y me caes bien, o si no hacía tiempo que habrías perdido tu trabajo al no poder proteger bien mi trasero —indicó divertido.
—Tengo mi trabajo gracias a mi destreza e inteligencia —aseguró.
Pero solo bastó que aquellos ojos de un hermoso celeste resplandeciente le observaran fijamente en silencio para que la beta se comenzara a incomodar y finalmente soltara un suspiro.
—Bien, solo tengo este trabajo gracias a ti —reconoció—. Pero tienes que admitir, que soy la única persona que logra aceptarte como eres.
—No niego eso. —anunció y volvió su mirada hacia el primer piso—. ¿Hasta cuándo crees que mis padres van a seguir utilizando cualquier excusa para hacer una fiesta? —cuestionó.
—No es cualquier excusa, es tu cumpleaños.
—El mes anterior fue porque el invierno se acercaba.
Ante tal argumento, la cambiaformas beta torció sus labios y admiró a todas esas personas.
—Ellos solo están preocupados por ti. Acabas de cumplir veintiséis años y aún no encuentras a un alfa adecuado, o a tu ancla.
—El alfa rey de la manada Chrysomallis se casó sin conocer a su ancla —argumentó.
—Sí, pero tú ni siquiera has conocido a alguien para unirte de esa forma —debatió su amiga—. Cada alfa que se te ha acercado o que has conocido, lo has humillado y alejado completamente.
Alzando su mano izquierda, Dorian la llevó contra su pecho y observó a su amiga luciendo indignado.
—Discúlpame, pero los alfas que he conocido han sido solo unos idiotas que se creen superiores a mí e intentan dominarme olvidando incluso que soy el príncipe heredero de la manada Bellarose, o bien, son unos tontos que se sienten tan intimidados solo porque soy un omega dominante que se reprimen, enojan y finalmente comienzan a insultarme como si yo tuviera la culpa de sus pequeños egos —alegó—. ¿Qué se supone que debo de hacer entonces? ¿Simplemente quedarme callado para que se sientan mejor? —bufó—. Por supuesto que no.
—Bueno, tal vez... Si tan solo no fueras tan exigente con las personas, tal vez en este momento ya tendrías a una pareja y hasta más amigos —comentó Sadie.
El príncipe Dorian dejó escapar una pequeña risa y negó con una elegancia agraciada, provocando que su rubio cabello platinado se agitara lo suficiente para que ciertos mechones cubrieran su ojo derecho. Alzando su mano libre, el omega dominante lo apartó suavemente.
—Soy un príncipe, y no cualquiera, sino que la próxima luna de la manada Bellarose, no puedo simplemente permitir que cualquier gentuza esté a mi alrededor —anunció con un tono solo un poco arrogante—. Además, no necesito un montón de amigos, con los justos y necesarios que sé que no me traicionaran cuando les dé la espalda, está bien.
Sin poder responder a ello, la mujer beta suspiró y cruzó sus brazos.
—Que tengas razón no significa que no les des la oportunidad.
—Lo hago, y todos me terminan decepcionando.
—Porque eres demasiado exigente con los alfas. Sé que algunos son idiotas, lo reconozco, pero has conocido a unos buenos, pero luego vas y los presionas con tu aura de omega dominante y se arruina todo el progreso —le recordó.
—Es una prueba —indicó calmadamente—. ¿Cómo se supone que los consideraré para que sean mi pareja cuando no pueden soportar mi aura como omega dominante? Es mi naturaleza, Sadie, y no la ocultaré ni suprimiré solo para que se sientan bien con ellos mismos.
—No estoy diciendo que hagas eso, solo que... —suspiró—. Tal vez, ¿esperar un poco a que los conozcas bien antes de hacerlo?
—¿Y darnos esperanzas a ambos para algo que está destinado a fracasar? —negó—. No gracias.
—Eres tan terco.
—Prefiero la palabra determinado. O decidido.
—Bien podría ser también perfeccionista y orgulloso —murmuró.
—También lo soy —aceptó Dorian—. Relájate un poco, si sigues así te pondrás igual de molestas que mis padres y te saldrán más arrugas en la cara, lo cual no es muy atractivo, especialmente con tu edad —aconsejó.
Indignada, Sadie alzó sus manos y tocó su rostro con suavidad.
—No digas ese tipo de cosas.
Mirando hacia su amiga, el príncipe Dorian le mostró su sonrisa más dulce.
—Pero si yo solo estoy preocupado por ti, así como tú —exclamó con fingida sorpresa.
—Aish, no sé por qué el alfa rey y la reina luna creen que estás actuando diferente a lo usual, yo veo que sigues igual de irritante que siempre —refunfuñó.
El príncipe heredero se carcajeó en respuesta, luciendo tan feliz y relajado, tan hermoso y brillante, que por supuesto que aquello le dio la oportunidad a sus padres a abordarlo con un apuesto hombre. Tan pronto como Dorian contempló a su madre y padre, colocó su sonrisa amable y le entregó su copa a su guardia personal.
—Querido, él es Nicole, es de la manada Roz —presentó su padre.
—Un gusto, soy el príncipe Dorian —se presentó alzando su mano.
El beta, casi de la misma altura que Dorian, alzó su mano y la tomó.
—El representante de la manada Roz, dijo que a su príncipe le encantaría conocerte, y que es un dominante como tú —comentó su madre casualmente.
—¿En serio? —preguntó Dorian, alzando una perfecta ceja tan rubia como el mismo tono de su cabello, el cual era un hermoso tono rubio platinado.
—Así es, desafortunadamente, mi príncipe no pudo venir por un inconveniente.
—¿Cuál? —interrogó Dorian.
—Asuntos del palacio.
—¿En serio? ¿Cómo cuáles? —presionó, mirándole fijamente.
—No estoy autorizado para dar esa información.
—Pero siendo ambos príncipes y dominantes, creo que podría ayudarle. Tengo todos los conocimientos por existir gracias a la educación que recibí —explicó Dorian.
Sonriente, aquellos ojos celestes resplandecientes observaron fijamente al pobre beta representante de la manada Roz, hasta que este comenzó a sentirse incómodo poco a poco.
—Bueno, yo...
—No es necesario mentir, tu príncipe no quería venir en primer lugar y te mandó en su nombre. Ya sea para comprobarme o comprobar mi manada, ¿cierto?
Volviéndose mortalmente pálido, el pobre hombre lobo se disculpó inventando una excusa y luego se retiró rápidamente de ahí.
—Ahora, querido, no era necesario ser tan directo con él —comentó su padre, observando al beta huir.
Alzando una ceja, Dorian observó a su madre.
—No me digas nada, yo le dije que no serviría, pero aun así insistió en intentarlo —se defendió Leatrice y bebió un sorbo de champán.
—Nos mostró una foto, el hombre se veía lo suficientemente atractivo como para llamar tu atención —se excusó Aran.
—De nada sirve si es la clase de idiota que manda a otros a hacer su trabajo. Si quería conocerme y ver que tan atractivo soy, como mínimo debió de haber venido en persona —argumentó Dorian—. No quiero esa clase de alfa a mi lado. Además, ¿un dominante? Creí que ya habíamos aclarado que no me llevo tan bien con ellos, ¿olvidamos al príncipe Caspian?
—Pero ahora son amigos —le recordó su madre.
—Sí, pero debido a la ternura de pareja que tiene.
Sin poder negar aquello, la reina luna asintió.
—¿Y no has mirado a nadie más? Varios alfas se presentaron a tu cumpleaños —expresó su padre.
—He mirado y hablado con algunos, pero todos son unos idiotas.
Percibiendo un rostro conocido por el rabillo de sus ojos, Dorian sonrió alegremente.
—Creo que es hora de irme, finalmente ha llegado alguien con quien vale la pena hablar —expresó.
—¿Un alfa? —preguntaron sus dos padres.
—No, Rhys y la ternura de chico que tuvo —anunció con entusiasmo.
Con una leve reverencia ante sus padres, el príncipe Dorian se retiró con un apresurado paso que no dejaba de lado la elegancia. Al contemplar su objetivo, inmediatamente fue con él y se detuvo ante Caspian.
—¿En dónde está? —cuestionó, observando ansiosamente alrededor del alfa dominante.
—En el palacio.
—Estamos en el palacio —indicó Dorian, alzando su perfecta ceja.
—En la isla Wolf Heart —aclaró Caspian, y antes de que el omega dominante comenzara con sus quejas, alzó su mano, callándole—. Rhys se enfermó del estómago y un viaje en barco de varios kilómetros no le iba a sentar bien. Pensé en traer solo a mi estrellita para que descansara, pero con un mes y medio como que intuye que su papi no se siente bien y no hubo caso de alejarlo.
Haciendo amurros con su boca, ya que con esa excusa realmente no se podía quejar y ser un idiota, Dorian cruzó los brazos sobre su pecho y suspiró.
—Bien, eso explica por qué mi madre estaba apegada a mi padre. Todos saben que le deja de lado cuando se trata de Rhys. ¿Por qué viniste entonces?
—Porque Rhys quería que te entregara personalmente su regalo y que explicara su ausencia, para que después no le hicieras un drama por ello —contestó.
—Buen intento, pero Rhys me ama más que a ti —se jactó—. ¿Dónde está mi regalo?
Alzando una ceja, aquellos ojos verde oliva observaron instintivamente hacia la mesa llena de estos.
—Ahí está tu mesa con regalos.
—Muy gracioso, quiero el regalo de Rhys.
Metiendo su mano en su bolsillo, Caspian sacó un extraño rectángulo y se lo entregó.
—Como la señal en tu isla no es lo suficientemente buena al no tener una antena o cualquier objeto tecnológico avanzado, es que Rhys decidió grabar los primeros momentos de tu adorable primo para que pudieras verlos las veces que quisieras —explicó.
—¿Sabes? Creo que ya es momento de que nosotros también usemos el mismo tipo de tecnología, odio tener una llamada cada dos meses a la espera de señal —se quejó.
—Tengo un proveedor de confianza en la ciudad, podría ponerte en contacto con él —ofreció.
Jadeando con sorpresa, Dorian observó asustado al contrario.
—Estás enfermo.
—No, solo no me gusta ver a mi ardillita triste porque no logra verlos seguido —aclaró—. De esa forma te mantengo lejos de mi manada también.
—Eso tiene más sentido —sonrió—. Ahora, dime cómo usar esto —ordenó.