– Buenos días. Apenas una imagen, un destello que aparecía delante de sus ojos y desaparecía cuando el viento movía las cortinas. – Marjory – dijo el nombre en voz muy baja. Su día comenzaba antes de que el sol saliera, no porque tuviera mucha disciplina, sino porque no podía dormir, se ponía una camisa y recargaba la mano sobre la pared, ese sitio donde su madre marcó su nombre se volvió importante para Marjory y el recuerdo de ella sonriendo como si hubiera encontrado un tesoro lo tenía gravado en la mente. Se apartó de la pared y salió de la habitación. La espada de Bendición era más compleja de lo que imaginó y para entrenar con ella necesitaba un terreno amplio y sin testigos. Una espada capaz de crear una luz blanquecina que no dañaba la vista y que abarcaba un gran terreno, de