Narrador desconocido:
Felicidad, esa palabra dejo de existir en mi diccionario desde aquella noche, donde perdí lo único de valor que tenía en mi vida.
La única razón para seguir existiendo se esfumó de este mundo de la manera más cruel, ÉL siendo tan bueno, justo y humilde fue asesinado sin razón lógica o solo por que esa persona estaba demente.
No importa cuál de las dos causas fuera, lo que importa es que una persona inocente fue la que p**o y causando también mi muerte a la vez. Aunque literalmente no he muerto, es como si me hubieran arrancado una parte de mi.
No lo hagas, no cargues con eso es tu consiencia.–Me repetía él aquella noche.
Cuanta razón tenía, no solo tengo que vivir sin su existencia si no que también cargar con el peso de que por mi culpa una persona inocente murió.
Aquella noche....
—No lo hagas por favor!. -Me repitió mi padre.- es muy joven, yo ya viví lo suficiente.
Mis manos temblaban aún con el arma en la mano y mis ojos mirando hacia el suelo ya ardían de tanto llorar.
No puedo.. no puedo... no puedo... Pero si no lo hago él muere, no puedo dejarlo morir... No él.
Levante la mirada hacia a las dos personas frente a mi.
Ambos me miraban con suspicacia, temor había reflejado en sus ojos, un par de ellos muy ajenos a mi ;alguien fuera de mi reconocimiento; me miraban con los ojos inundados en lágrimas, mientras que el otro par solo me miraba con súplica.
—Ya te lo dije, queda en tus manos, salvas a tu padre o salvas a este ser inocente.-Dijo una voz rasposa detrás de mí pero que él solo escucharla me llenaba de un miedo que no me permitía girarme a verle la cara.
Aunque perfectamente sabía a quién le pertecia.
Mire mis manos que aún temblaban con el arma yaciendo en ellas, consideré la posibilidad de usarla contra el maldito que se hallaba esperando detrás de mí, pero sabía que si lo hacía (si es que lo lograba) todos sus hombres arremeterian contra mí y también contra las dos personas que tenía al frente.
—Vamos apúrate!! No tengo toda la noche y si no lo haces tú, lo haré yo y te aseguro que será peor. -Volvio a decir aquella voz rasposa.
Con un nudo en la garganta y el corazón latiendome a mil, levante mis manos a la vez que mi mirada hacia...
—NO!!! No lo hagas, no cometas ese error que cargará por siempre en ti, por favor, solo mátame a mí y déja que viva.-Dijo mi padre.
No podía matarlo es que no entiende, me quedaré sin nadie en este mundo...
Tal vez si, era muy egoísta si tan solo pensaba en no estar en soledad pero no podía perder a la única persona que me quería y que me quedaba, no había nadie más que él que me importara.
Y sin dudarlo más supe cuál era mi decisión, miré hacia aquella persona de cabellos castaños que me miraba con miedo y lágrimas en sus ojos, tal vez tan solo era una víctima inocente pero que para mí no era nadie más que alguien irreconocible, además todos aquí éramos inocentes en el juego de un psicópata que estaba apunto de perder la paciencia.
—Lo siento...-dije en un susuro, cerré mis ojos con fuerza y apreté el gatillo.
El estruendo que hizo el arma me hizo gritar mientras la risa desquiciada del hombre tras de mí retumbaba en el lugar, me atreví a abrir mis ojos con miedo a lo que vería. En el elegante piso de mármol yacía aquel cuerpo sobre el charco de su propia sangre, miré a mi padre quien impactado también miraba el c*****r de la mujer.
—Ves, no era tan díficil. -decia entre risas aquella voz desagradable.- aunque la pobre inocente ya no volverá a ver a su querida familia.
De inmediato mi vista se tornó nublosa por las lágrimas que brotaban de mi, me lance al suelo y tan solo sentí como unos brazos me rodeaban tratando de calmarme.
—Obtuvistes lo que querías desquiciado, déjanos ya irnos en paz, deja de molestar nuestras vidas.-Dijo mi padre mientras me sostenía para levantarnos.
—Tan tiernos, bueno, pues ya pueden irse, es más para que no digan que soy malo los llevaré yo mismo a su hogar.
El tan solo hecho de seguir cerca de su presencia me daba repulsión pero no podía replicarle, mi valentía y osadía con él se esfumaban y temor inmediatamente me invadía. Así salimos del lugar y subimos a una camioneta negra con unos hombres armados escoltandonos.
El hombre demente subió al asiento de copiloto mientras cantaba una canción que no logré reconocer, el resto de personas hibamos en silencio, todo estaba oscuro en las calles no había ni un alma y el ambiente era denso.
Llegamos al fin al lugar donde vivíamos y dónde pensamos que llegaríamos en paz, bajamos mi padre y yo de la camioneta y a paso lento avanzamos camino a la puerta se escuchó cuando volvió a encender el auto, y el alivio se hizo presente en ambos.
Que ingenuos...
Lo siguiente que se escuchó fue el estallido de un arma y un golpe seco justo al lado mío, no tuve que girar mucho la cabeza para poder ver que el golpe fue la caída de mi padre al momento de estrellarse la bala con la parte de atrás de su cráneo.
—No, no no no no no.- dije en susurros para luego gritar.- NO NO NO NO NO!.- Y lanzarme junto al cuerpo de mi padre sin importar la sangre que comenzó a manchar mi ropa.
—POR QUEEEE!??!! Si cumplí!! Por que, por que, por que, ERES UN MALDITOO LOCO.- grite mientras con los ojos bañados en lágrimas miraba al hombre que estaba en el asiento de copiloto.
—Primero, me bajas la voz, segundo por qué se me dio la gana.-Dijo con cinismo en su voz.
—Pee-pero dijiste que si mataba a la mujer mi padre viviría, eres un mentiroso!!!.-dije en un hilo de voz.
En eso vi como su sonrisa cínica desapareció de su rostro apoderandose de una seriedad intensa que hizo que bajará la mirada con temor, todo mi cuerpo temblaba y sentía que me iba a desvanecer en cualquier momento.
—No soy mentiroso, hice lo que dije, matastes aquella mujer y salve a tu padre.-Incredula a lo que dijo volví a levantar la mirada hacia esos ojos castaños que me miraban con profundidad y que tenía una sonrisa plasmada en su rostro moreno.-Ya él era insignificante si existía o no.
Y sin más el auto arranco dejándome a mi con un sentimiento díficil de describir, no sé si era odio, miedo o otra cosa. Mire el cuerpo de mi padre, el agotamiento y el dolor me invadió haciéndome dar un último grito de agonía antes de sumirme en una oscuridad qué tal vez era preferible a seguir viendo la mayor desgracia de mi vida...