Henry Smith, apartó a un lado los informes, se levantó de su silla y caminó con aire decidido al amplio ventanal de su oficina. Su rostro tenía una expresión melancólica, se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se quedó mirando en la distancia. Estaba enojado por el esfuerzo envano de su personal y los resultados de la búsqueda. Parecía como si todo hubiese de mal en peor, desde el momento en que lanzó aquel programa y no sabía por qué no podía arreglarlo como arreglaba todo lo demás en su vida. Las solicitantes eran o completamente distintas y no cumplían con el perfil que él o no le convencían del todo..Había recibido solicitudes de mujeres de todo el país, con doctorados, médicos, ingenieras, abogadas, con máster, pero algo no le cuadraba. No sabía qué estaba buscando exactamente. Pensaba que iba a resultar más fácil. Lo único que pedía era que la mujer fuera inteligente, con una excelente salud y sin antecedentes de consumir de ningún tipo de estupefacientes, pero se dió cuenta de que era un conjunto de requisitos inapropiados para encontrar a la mujer que albergar a su hijo en el vientre, no podía ser cualquier mujer. Estaba buscando otra cosa. ¿Pero no sabía qué, es ?. Había aceptado, por no dejar al menos a diez mujeres a falta de mejores opciones. Pero o no tenían buena salud, o él se había arrepentido cuando su equipo médico les había dado el visto bueno. Era un asunto muy serio; aquella mujer iba a pasar sus genes a su hijo y por ende no podía elegir a cualquier mujer. Lástima que no había llegado a entender la gravedad de su propio programa. Por primera vez en su vida, no estaba preparado para enfrentarse a los riesgos e incertidumbres. Se había dado cuenta de ello cinco semanas atrás, mientras consultaba las notas sobre sus planes y objetivos anuales. No los de su trabajo, sino los de su vida personal. Había estado tan entregado en expandir su empresa a escala internacional, que no había reparado en que era incompatible con uno de sus objetivos personales; tener un hijo. Tenía treinta y tres años, una excelente edad para reproducirse. Quería que su hijo estuviera en la universidad cuando él se acercara a los cincuenta, no cuando tuviera 70. Quería disfrutar de las cosas buenas de la vida y, según unas investigaciones, la edad ideal era de los treinta a los treinta y cinco para tener un hijo. Su implacable determinación por expandir su empresa también había acabado con su compromiso de un año de duración. Estaba molesto, pero no se sentía devastado. No había funcionado. Ashley Santeliz, hija única de un magnate Español del transporte aéreo, no era la mujer adecuada para él. Tener una relación y comprometerse, eran también dos de sus objetivos. La ruptura del compromiso le había enseñado algo sobre él; había estado tan concentrado en lograr sus metas, que a veces ignoraba cosas más importantes, como la calidad de sus objetivos. Y se había propuesto pensar más en aquello a partir de entonces. Tal vez por eso le estaba resultando tan difícil encontrar a la candidata adecuada. Era una persona a la que le gustaba que las cosas Ipso Facto y le desconcertaba pensar que aquello era algo que podía fracasar si se apresuraba. Durante la última década, había transformado su empresa de Creación de Programas para el mundo tecnológico, en uno de los principales conglomerados de seguridad cibernética del país y del mundo. Algo que reforzaba su fe en sus propias habilidades. Los requisitos que deseaba en la mujer que fuera a dar a luz a su hijo, eran inteligencia, creatividad y fortaleza física. Tal vez hubiera otras variables que debía tener en cuenta para que la busqueda resultará exitosa. Algo único; algo especial. No sabía lo que era, pero no iba a detener el programa ahora. Traer un bebé al mundo por medio de un vientre de alquiler iba a funcionar mucho mejor que tenerlo con una mujer con la que se casara. Aquello le otorgaba más control sobre la vida del niño, su crianza, educación, todo.
Henry, estaba obsesionado con tener todo bajo control y le venía "Como anillo al dedo", ser el único que tomaría decisiones sobre la vida del bebé.
Su secretaria hizo sonar el intercomunicador y Henry, suspiró, regresando a su escritorio.
—Señor, ya llegó la Señorita que estaba citada para hoy.
—Que entre en cinco minutos. Necesitaba ordenar sus pensamientos. Se sentía cansado, un sentimiento al que no estaba acostumbrado. Las treinta mujeres que había entrevistado aquel día habían sido una gran pérdida de tiempo, y no tenía muchas esperanzas en la última candidata. Lentamente, tomó su informe y escuchó llamar a la puerta. Cuando la mujer se acercó
—Buenas Tarde. Le saludó, él no levantó la mirada, pero le hizo un gesto con la mano para que tomara asiento mientras revisaba, su información. Universidad de Cambridge. Ayudante de investigación. Impresionantes cualificaciones. Espectaculares resultados deportivos. Y entonces pasó a las últimas hojas que habían sido añadidas por su propio equipo de investigadores. Una comprobación de antecedentes a través del registro policial e investigadores privados. Había tenido una infancia muy modesta, pagaba sus impuestos, nunca había sido detenida y no había tenido ninguna relación durante los últimos cuatro años. Henry frunció el ceño y levantó la vista, y observó el rostro con forma de corazón de la mujer que tenía enfrente, enmarcado con una melena de cabello oscuro y rizado que le llegaba a los hombros y tan poco pretencioso y adorable que hizo que mirara otra vez.
—¿Jennifer Wood?, Jennifer, sonrió de forma profesional y asintió con la cabeza.
Henry, colocó la carpeta con los documentos, sobre la mesa y se fijo en sus intensos ojos azules Los ojos de aquel color eran menos comunes que los verdes; él también los tenía azules y sería perfecto que su bebé tuviera la oportunidad de heredar aquellos ojos. Algo que no había pensado antes, pero que ahora le dió que pensar. Sus ojos eran grandes y redondos, con gruesas pestañas; tenía la piel brillante y resplandeciente, lo que reflejaba una estupenda salud. Volvió a la realidad cuando notó que la mujer desviaba la mirada... incómoda. Carraspeó y se sintió inquieto por su propia reacción ante aquella mujer de mirada increíblemente hermosa.