Milagro En Proceso

Capítulo 19

Henry, llamo al médico, ya que estaba muy preocupado por Jennifer y el bebé. El doctor le confirmo que el bebé se encontraba muy bien y confirmó el diagnóstico de Henry, que Jennifer tenía un esguince en el tobillo derecho, el doctor dijo que no ameritaba hospitalización y menos colocar un yeso. Que sólo con reposo, compresas de calor y frío y mantener el pie elevado por unos días, con eso bastaría para que rebaje la hinchazón y desaparezca el dolor. Henry la dejo acostada en su cuarto y salió un momento a hablar con el doctor y cuando regresó estaba profundamente dormida a causa de los analgésicos. Y Henry no quería separarse de ella ni en un sólo momento. Llevaba casi dos horas sentado en un sillón contemplándola, incapaz de despegar sus ojos de ella. Había pasado un gran susto. Jennifer mantenía la pierna derecha sobre una almohada mientras Henry permanecia a su lado. Henry, no pudo evitar mirar su cuerpo, miró sus senos y detuvo su mirada en el vientre, dónde habitaba su hijo. Se sentía muy mal consigo por desear tanto a esa mujer, cuya función sólo era progrear su hijo, alguien que le inspiraba tanta confianza como para vivir en su casa. Había probado su piel, su cuerpo, y no podía librarse de aquel recuerdo. Todas las noches se despertaba empapado en sudor, deseándola. Le daba vergüenza admitir que era la vez que más tiempo había pasado sin sexo durante mucho tiempo. Pero no podía hacer nada para satisfacer su desbordante pasión. No podía desahogarse en otra parte, por qué sólo deseaba a esa mujer que los tenía loco y desesperado. Cuando ella cambió de posición en la cama, él se levantó rápidamente del sillón para colocarse al lado de Jennifer.

—¿Cómo te sientes?

—Con un poco de dolor. Cuando movió la pierna.

—Trata de no mover la pierna.

—¿Me disculpas?

—¿Porque?

—Por arruinar la salida de esta noche y por haberte asustado.

—No, es tú culpa. Un accidente lo tiene cualquiera. La palabra lo dice "Accidente". Lo único que tienes que hacer es descansar.

—No, puedo todavía me queda unos días de clases.

—Congela el semestre

—No puedo, descansaré con el permiso prenatal.

—Ya, veremos. Lo importante es que descanses y te cuides

Jennifer se acomodó en la cama. Henry no le apartaba la vista para nada y ella tampoco dejaba de mirarlo. En verdad era una situación un poco difícil. Para romper el juego de miradas. Jennifer dijo con una sonrisa.

—Tendre que comer aquí en el cuarto.

—Yo creo. Dijo Henry entre risas.

Todo el domingo, lo pasó acostada. El lunes a primera hora llamaron nuevamente al doctor, diciendo que tenía que seguir guardando reposo. Mandaron al asistente de Henry con el informe médico a la universidad para hablar con el tutor de Jennifer, y este le concedió permiso para que realizara los trabajos en casa. Así que Jennifer, se puso manos a la obra de hacer todas sus investigaciones y trabajos en su oficina, ya que estaba utilizando un bastón como apoyo para subir las escaleras. Tenía que tener mucho cuidado con otro accidente por el bebé, un bebé que se había vuelto muy importante para ella, y que no paraba de moverse, como para recordarle que el estaba ahí.

Henry, se marchaba todas las mañanas, temprano para la empresa, para regresar más temprano. El rato que duraba en la empresa, cada momento se comunicaba con la Señora Wilson para que le informará sobre el estado de salud de Jennifer. Ya que no quería que ella se enterará y que pensará que la quería mantener vigilada. Desde que Jennifer se encontraba trabajando en la oficina la mayor parte del tiempo. Y compartían muy pocos momentos. Henry, ya se había acostumbrado a pasar tiempo con ella y esa dedicación de Jennifer de pasar la mayor parte del tiempo encerrada lo desconcertaba y por ende lo tenía de muy mal humor. Pero luego se le pasaba y no le daba mayor importancia porque sabía que Jennifer estaba en su casa, cuidada y esperando su más apreciado tesoro. Cuando llegó de la oficina se dirigió a entrevistarse con la Señora Wilson para que le hablara cómo había pasado el día Jennifer y de ahí paso para la oficina y encontró a Jennifer leyendo un libro en una mano y con la otra acariciando su vientre, esa imagen para él no tenía precio. Ver a la mujer que deseaba como un desesperado.

—Hola. Dijo con una sonrisa.

—Hola, haz llegado temprano. Dijo esto colocando el libro en la mesa.

—No, había muchas cosas. Mintió Henry. Pero como explicarle a aquella mujer que quería estar a su lado las venticuatros horas al día, que cada momento la deseaba más. Que no podía apartar de su mente lo que había sucedido la otra noche. Ella desnuda junto a él, sus manos recomiendo su cuerpo, como había besado sus pechos, como había pasado su lengua por sus pezones, esos gemidos que retumbaban en su cabeza como un constante martilleo. Era muy hermosa y apasionada, y él quería que ese momento se repitiera, el momento en que estaba acostados con las piernas abiertas.. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo su espalda enfurecer y girando la cabeza de un lado a otro, tratando de no pensar en ese momento, para no sentirse como un depravado s****l. Por una parte, se arrepentía de haber dejado que las cosas hubiese ido tan lejos, porque había hecho que Jennifer. Era una mujer espectacular, divina, única, y sabía que no iba a encontrar a nadie como ella en toda su vida. También sabía, sin ninguna duda, que se iba a pasar el resto de su vida buscando a Jennifer, en cada mujer que se encontrará en su camino. Era una mujer amable, sencilla y dulce. También era fuerte, con carácter para alcanzar sus objetivos. Tenían muchas cosas en común. Era demasiado diferetes a las mujeres de su círculo social, mujeres vacias sin ningún tipo de objetivos en la vida. Los dos tuvieron que luchar para alcanzar sus metas. Será por eso que la respetaba y la admiraba tanto. ¿Será que que estoy enamorado?. Claro que lo estoy. Estoy loco por esa mujer, necesito escuchar su voz, verla, mirarme en esos ojos azules. pero también necesito ocultar mis sentimientos, no quiero asustarla.