Henry, regresó temprano de la empresa y se encaminó al segundo piso, d hacia la oficina de Jennifer, cuando la amas de llave lo vió llegar, con mucha discreción se retiro. Abrió la puerta con sumo cuidado y Jennifer estaba tan concentrada que no se dió cuenta que no estaba sola. Henry la observaba en silencio, miraba como le caigan los rizos del cabello sobre la frente. Hasta que Jennifer sintió ser observada y cuando levanto la mirada ahí estaba Henry, parado junto a la puerta más varonil que nunca.
—¡Henry!. Dijo Jennifer con alegría. Y por supuesto esa reacción hizo que Henry, se emocionará al ver que ella se alegraba de verlo.
—Disculpa, si te molesté.
—No, tranquilo. Discúlpame tú que no me percaté que estabas ahí.
—Como, no había mucho que hacer en la empresa, me vine. Jennifer enseguida pensó lo tierno que era en regresar a casa temprano para estar pendiente de ellos, acción que por supuesto no iba a admitir.
—Que bien.
—¿Y tú cómo te encuentras? Mientras preguntaba, se acercó al escritorio y tomo un bolígrafo de color rosado que le llamó la atención.
—Han disminuido un poco las náuseas.
—Que bien.
—Te dejó para que trabajes. Sólo quería que supieras que estoy en casa, por si se te ofrece algo.
—Gracias eres muy amable.
—Voy a estar en mi despacho, por si necesitas algo.
—Gracias nuevamente. Dijo con una sonrisa.
Henry, estuvo en su despacho por el resto del día con la puerta abierta, pendiente de Jennifer, por si sentía mal o por si necesitaba algo. Cada vez, que pasaba para el baño ella le lanzaba miradas enojadas por estar vigilándola, pero tenía que reconocer que se sentía importante para Henry.
Esa noche ya acostada en su cama, se quedó observando la puerta abierta. Henry nunca dormía con la puerta de su cuarto abierta. Pero le había pedido a Jennifer, que dejara la puerta de su dormitorio abierta y que lo llamara si necesitaba algo.
Las náuseas matutinas no cesaron al contrario cada día estaban peor. Una mañana Jennifer, se sentó en el suelo del baño llorando, secándose las lágrimas y tratando de no hacer ruido, pero no sirvió de nada.
—¿Que pasa?. Le dijo agachándose a su lado.
—No, estoy bien. Dijo llorando
—Shhhhh. La abrazo con firmeza, asustado al ver una expresión de agonía en su bonito rostro. La levantó en brazos para sacarla del baño y la depósito en sofá. Se arrodilló frente a ella y le preguntó.
—¿Que tienes?. Mirando sus hermosos ojos.—Tranquilizate.
—Señora, Wilson, podría traer un vaso con agua bien fría y con un toque de azúcar, por favor.
—Enseguida, Señor Smith. Cómo si hubiera estado esperando la orden, la ama de llaves apareció con un vaso en una bandeja. Henry, tomó el vaso y lo acercó a los labios de Jennifer.
—Toma por favor. Jennifer, le dió varios tragos y al final se sintió más calmada. Henry, no sabía qué decir. Los ojos de Jennifer, estaban inundados de lágrimas, sus pestañas empapadas, y la nariz ligeramente hinchada de tanto llanto. Le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja con un tierno.
—¿Qué me pasó?. Preguntó Jennifer, Ella sacudió la cabeza en respuesta, como si no recordará lo que había pasado. Henry entro en pánico.
—Jennifer, ¿Te encuentras bien?. ¿Sientes al bebé?.
Jennifer se colocó la mano sobre el vientre y le dijo
—Si, si siento algo bebé.
—Gracias a Dios. ¿Y tú sientes un dolor?..
—No, no me duele nada. Estoy cansada es de estos vomitos, cada día están empeorando, sólo deseo que ya terminen, me siento muy cansada.
—Tranquila que tarde temprano pasarán. Henry agarro la de Jennifer y se la llevó a la boca. Su mano se tensó.
—Todo, va a estar bien te lo prometo todo irá bien. Estamos juntos en esto
—Como, me dices eso. Si la que tiene los malestares soy yo. Los vomitos, los mareos, la vejiga llena cada rato. Se tapo la cara y empezó a llorar nuevamente.
Henry se levantó y le ofreció su mano para la tomase y se levantará del sofá.
—Ven, conmigo. Ella lo miró sorprendida.
—¿Para donde?.
—Ven. Sollozo contemplando la dulzura de su expresión, tratando de no decirse a sí misma que todo aquello era por el bebé: porque podría no estar allí; la Señora Wilson la seguían por todas partes y cuidaban de ella, y él no tenía por qué aguantar su histérico llanto. Pero estaba allí, confortándola y sujetando su mano y besándosela, y ahora estaba esperando a que colocara su otra mano en la suya. Hizo lo que le pedía y la emoción la superó de nuevo, haciendo que nuevas lágrimas se deslizaran por sus mejillas mientras la ayudaba a levantarse y la conducía a la puerta principal.
—¿Para donde vamos?. Volvió a preguntar. Se detuvo, intentando liberar su mano.
—Tomemos un poco de aire fresco. Le hizo señas al chófer que enseguida estacionó su auto Bugatti. Enseguida le abrió la puerta para ayudarla a subir.
—No, me puedo subir.
—¿Porque no?
—¿Y si lo vómito?.
—No, pienses en eso. Henry no pudo evitar una sonrisa.
—Insisto, lo puedo vomitar. Es algo que no puedo controlar.
—¿ Y si me mareo?
—No va a suceder
Jennifer, sollozó nuevamente y observó cómo la miraba. Parecía como si no le preocupara que vomitara el auto.. Ella también quería salir, pero le daba pena si llegase a vomitar el auto. Era una casa preciosa, pero no estaba acostumbrada a estar atrapada en su interior. Al estar lejos del trabajo y de la universidad seguramente se estaba sintiendo peor en cuanto a los malestares del embarazo. Henry, pensó que Jennifer era una mujer adorable. Ponía muecas cuando lloraba, con el labio inferior temblando y los sublimes ojos llenos de inocencia. Y tenía un aspecto sensacional, sin una nada de maquillaje, con los labios hinchados de tanto llorar.
—Estás muy hermosa. Jennifer, hizo un gesto y liberó su mano de un tirón.
—No, te burles.
—No, me estoy burlando.
Se sentó en el asiento delantero del auto y Henry sonrió, dirigiéndose al otro lado y sentándose junto a ella. Jennifer, vió su reflejo en el espejo del parasol y lanzó un grito ahogado.
—¡Dios, santo!. Se pasó la mano por la cara y se arregló el cabello, y Henry, se percató de que no tenía ni idea de lo increíblemente sexy que estaba en aquel momento. Vestida en una camiseta sin mangas, un pantalón corto y unas pantuflas, tenía un aspecto inocente. Pero no era ninguna inocente, era inteligente, y fuerte, y no era para nada inocente.
-No sé que me pasa. Que no pueda parar de llorar. Dijo en un tono triste mientras se alejaban de la casa y atravesaban las grandes portones de hierro.
—Tranquila. Nadie te va a juzgar.
—Más les vale—murmuró, y le oyó reírse.
Jennifer, cerró los ojos, escuchó una suave música y sintió el aire fresco de la mañana en su rostro. Respiró profundamente, aplacando las náuseas. Las emociones iban desapareciendo en la distancia en algún momento mientras estaba allí sentada, disfrutando del silencio, contenta de tenerlo con ella — contenta de estar llevando a su hijo. Cuando abrió los ojos, vió a los árboles a ambos lados de la carretera. Dondequiera que estuvieran, era precioso y nunca había estado allí antes; era un lugar tranquilo, y todo era puro y fresco aquella mañana.
—Que hermosa. — comentó, tras lo que parecieron horas y Henry no dijo nada, concentrado en la carretera y de vez en cuando lanzando rápidas miradas a la mano que yacía sobre su rodilla. Se moría de ganas de asirla con fuerza mientras conducía, al mismo tiempo que se avergonzaba de aquella juvenil tentación. Aquello no era de lo que trataba su acuerdo. No formaba parte del contrato que había firmado. Ya había transgredido los límites auto establecidos en varias ocasiones tocándola, cargando con ella en brazos, abrazándola. Se suponía que debía protegerla, no desearla de aquella manera.
—Jennifer, cuenta conmigo para cualquier cosa que te preocupe. Sea lo que sea. Me gustaría pensar que somos amigos. Jennifer, se volvió hacia él, sonriendo, y el corazón de Henry se aceleró. Miró de nuevo a la carretera, apretando la mandíbula. Anhelaba estrecharla entre sus brazos y decirle que aquello no estaba funcionando, que estaba perdiendo el juicio, que le importaba más de lo que debería. Pero no dijo ninguna de esas cosas, porque conocía el motivo de Jennifer para estar allí. Puede que se le estuvieran ocurriendo extrañas ideas sentimentales porque estaba embarazada con su bebé, pero estaba decidida y sabía cuáles eran sus prioridades. No le importaba nada de aquello. Lo único que quería era tener los fondos necesarios para participar en aquel prestigioso programa próximamente.....