—Edwin, no, ah... —Julianna estaba asustada, como un frágil conejo frente a la boca ensangrentada de una bestia. Solo podía temblar de miedo. Edwin besó ferozmente sus labios. Entonces, no dudó... —¡Ah, ayuda! —El dolor llenó todo su cuerpo en un instante, haciendo que Julianna no tuviera a donde correr, provocando que estuviera al borde del colapso. Julianna luchó con todas sus fuerzas. Sus largas pestañas temblaban violentamente y cálidas lágrimas rodaban por sus ojos hasta la almohada. Por desgracia, su debilidad y su lucha provocaron la frustración de Edwin. —No... No hagas esto... Los ojos de Edwin estaban enrojecidos en sangre, y había perdido completamente la cabeza. En este momento, estaba completamente inmerso en el impulso de conquistar a Julianna. En los últimos cuatro a