—¡Ah! —gruñó David. Le volaron las gafas y le brotó sangre de la nariz. David se quedó petrificado. Miró horrorizado al hombre que tenía delante. Julianna estaba aturdida. Intentó levantarse para detener a Edwin. Desafortunadamente, estaba tan borracha que no podía levantarse del sofá. —Edwin... —¡Bang! —Edwin estaba furioso, y sus ojos estaban inyectados en sangre. Entonces, agarró a David del sofá y le dio un fuerte puñetazo. —¿Por qué le pegaste? —Los guardias de seguridad se adelantaron. Los guardaespaldas de Edwin se acercaron. Cuando los guardias de seguridad vieron que era Edwin, se asustaron tanto que no se atrevieron a detenerlo. La gente de David también estaba tan asustada que no se atrevía a moverse. En los tres minutos siguientes, Edwin propinó fuertes puñetazos y pata