—Glenn, no me malinterpretes. No sé qué le pasaba. Vino anoche. Al oír esto, Edwin agarró a Julianna por los hombros, mirando a Glenn con arrogancia. —Julie y yo somos marido y mujer. No tienes derecho a juzgarnos. —¡Edwin! —Julianna luchó furiosamente. —Nos hemos divorciado. —Podemos volver a casarnos. —Psicópata, suéltame. Glenn no pudo evitar fruncir el ceño. Parecía que Edwin había pasado aquí la noche anterior, lo que enfureció enormemente a Glenn. —Además, ¿por qué no puedo estar aquí? —se burló Edwin. —Glenn, te lo explicaré más tarde. Edwin, vete ahora. Si no, llamaré a la policía. Edwin tragó saliva y miró a Julianna sombríamente. —Julie, te lo preguntaré otra vez. ¿Quién es el padre de los niños? —Ya te he dicho muchas veces que los niños no tienen nada que ver contigo