Julianna estaba sorprendida. Su corazón latía tan rápido que casi se le salía del pecho. Si hubieran chocado con el camión de enfrente justo ahora, con una velocidad tan rápida, aunque llevaran cinturones de seguridad, morirían sin duda. No importaba si ella moría, pero ¿y sus tres hijos? Julianna no se atrevió a volver a gritarle a Edwin. En lugar de eso, suplicó horrorizada. —Edwin, no seas así, por favor.... ¡Rugido! El coche arrancó de nuevo, como una bestia salvaje fuera de control, rugiendo y precipitándose hacia el tráfico... —¡Edwin, para! Por favor... Edwin no pareció oírla. Siguió acelerando y adelantando a otros coches. Cada vez que adelantaba a un coche, era extremadamente emocionante. Afortunadamente, sus habilidades al volante eran excelentes. Cada vez que parecía que