CAPÍTULO DIECIOCHO Gwen, tumbada contra la pared de la cueva cerca de su entrada, oía a los exóticos pájaros piando, y abrió los ojos para observar el amanecer de otro día más aquí en el Imperio. Había estado despierta la mayor parte de la noche, todavía incapaz de dormir, mirando fijamente durante la mayor parte de la noche a las llamas de un fuego que se consumía, acosada por el dolor. Otro día en esta tierra sin Thorgrin. Sin Guwayne. Gwen observaba otro día aquí en este Imperio, el árido paisaje del desierto se extendía allá abajo y apenas podía creer que una luna entera había pasado. Y todavía sin señales de Thorgrin, de Guwayne. Cada día se había despertado esperando que llegaran aquí, sabiendo de todo corazón que lo harían. Después de todo, ¿cómo no iba a ser así? Thorgrin era su