Capítulo 1: Nada de bebés.
Mi nombre es Serenity Carter. En los últimos meses, conocí a un chico del cual estoy enamorada. Hemos soportado a mi familia en contra, dado que se sale totalmente de lo que esperaban, además, son religiosos. A un ex que me amenazó con fotografías íntimas sobre mi, y la creciente fama de Harry como cantante en una de las bandas más famosas del momento, además de su evidente problema del control de la ira.
Una adolescente como yo, debería preocuparse por el examen o cosas así; pero yo me preocupaba sobre el siguente problema en mi relación con Harry, si Derek haría algo con esas fotos y hasta cuándo mi padre aceptaría a mi novio.
Me acomodé e inhalé profundamente, cayendo de nuevo en mi cama una vez que la ventana estuvo cerrada. Esa soledad no duró poco, como pensé.
Mi madre entró en la habitación en silencio, encontrando un lugar cómodo para sentarse al borde de mi cama. Realmente no quiero otra conferencia, otra discusión o cualquier cosa en la que todos ya sepamos.
—¿Tienes algún plan para este fin de semana? —preguntó lentamente, girándose para mirarme. Sus brillantes ojos azules me recordaron a los de Willie. Sin embargo, había una pequeña diferencia en ellos. Los suyos estaban llenos de experiencia y estrés. Frustración y agotamiento. Las bolsas debajo de sus ojos no contaban una historia diferente.
Los de Willie eran inocentes, anchos, brillantes y llenos de pensamientos. Maravilloso y cuestionador, emoción indudable.
No hace horas que ambos nos habíamos dicho que nos amamos. No podía poner en palabras la felicidad que me hacía querer correr y gritar, pero reprimí las emociones de emoción para evitar preguntas. Si le mencionara que me dijo que me ama, se reiría y me diría que mi cabeza está llena de mentiras.
—Harry... —repitió sin emoción—. ¿Qué ves en ese niño exactamente?
Suspiré profundamente.
—Mamá... no queda mucho que decir. Dije todo lo que pude la última vez.
Ella negó con la cabeza, con el ceño fruncido en sus labios. No uno enojado. Uno cansado. Uno lleno de su disgusto, pero también de su desesperanza. Quiero que sienta que no puede hacerme cambiar de opinión. Quiero que ella se dé por vencida. No sobre mí en general, sino sobre separarme de Harry.
—No te vas a rendir, ¿verdad? —Mamá exhaló.
—Para nada —respondí con firmeza.
Un resoplido escapó de sus labios antes de ponerse de pie y girarse para mirarme de frente.
—Entonces, si tu... Si tú estás segura de que esto va a llegar a alguna parte, sea lo que sea que esté pasando, tendrán que prometerme algo.
—Claro. Cualquier cosa mientras no se entrometan en mi relación, definitivamente estoy de acuerdo con lo que sea que tenga que prometer.
—No vayan a tener un accidente, del tipo que implica «bebés», por favor.
Me mordí la mejilla, molesta con la última de sus palabras, pero asentí y me tranquilicé para prometerle que no quedaré embarazada en el corto plazo. Ni siquiera hemos tenido sexo, así que no hay nada de qué preocuparse.
Poco después, salió de mi habitación.
Me tiré boca arriba en la cama. ¿Por qué era tan difícil amar?
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—Hey, Serenity...
—¡Serenityyyy! —susurró una voz suave.
Le lancé una suave sonrisa. Aunque cansada, comencé a sentarme y apartar las sábanas de mi cuerpo. Me quedé con un par de pantalones cortos azules y una camiseta gris de anoche. Bostecé en mi mano, siguiendo a Willie saltando frente a mí.
Aunque no tenía ni idea de lo que era, tuve una idea cuando se pararon en la mesa con un enorme ramo de rosas de color rosa bebé. Papá los miraba con el ceño fruncido, mi madre leyendo ruidosamente la nota que les habían dejado. Presionó sus labios en una línea delgada y murmuró:
—Son para ti.
Me entregó la nota justo cuando yo la alcanzaba. Miré a mis padres, quienes miraban las rosas pensativos. Entonces, comencé a leer la nota.
—Al menos a alguien le mandan flores.
Mi papá reaccionó ante el comentario alzando la barbilla con dignidad.
—¿Que significa eso?
Pero mi mamá le dedicó una sonrisa sarcástica.
—Solo digo que es agradable cuando un hombre te manda flores, eso dice cosas buenas de él. Al contrario de algunos hombres que no lo hacen.
—¡Pero yo soy un hombre! ¡Y yo nunca envié flores! —Willie lloró.
Madre le sonrió.
—Excepto por ti, cariño.
De hecho, estaba tan divertida e impresionada por mi madre. Esta es la primera vez que compartimos una sonrisa y una risa cuando mi padre salió enojado del comedor.
—Está un poco enojado —señalé lo obvio, riéndome entre dientes y acariciando el pedal de una rosa entre mi pulgar y mi índice.
Ella resopló.
—Lo superará. Tal vez no hable con él hasta que me consiga flores.
Willie tiró de mis pantalones cortos.
—Quiero tocarlos —se quejó, trepando a la silla y pinchando algunos de ellos con su pequeño dedo índice.
Mientras se distraía haciendo eso, mi madre dijo:
—Todavía no lo soporto.
—Él tampoco te tiene mucho cariño —dije bruscamente.
—Que se supone que significa eso? —Ella me disparó acaloradamente.
—Es solo que… a él no le gusta la forma en que me tratas… —Traté de hacerme callar, pero no estaba funcionando en ese momento.
Ella me miró profundamente.
—Bueno, tampoco es muy bueno tratando a los demás. Aunque parece saber cómo hacerte feliz.
Rodé los ojos, mirando la nota que había sido colocada en la mesa junto a las flores.
—Por su puesto que lo hace. ¿Crees que estaría con alguien que me trata horriblemente?
—Eso es cierto —suspiró—. Sin embargo, él no nos encanta a tu padre y a mí. Siempre querremos protegerte de tipos como él. Está en nuestra sangre.
—Lo entiendo. ¿Pero te mataría dejarme estar con él en paz?
—Bueno, hemos acordado dejarte hacer lo que quieras. Pero no quiero escuchar que te rompió el corazón y todo eso.
—No lo harás —respondí sin saberlo. Pero sentí que tenía mucha confianza.