6. Quiero ser su Evan.

4255 Words
Evan. — No voy a andar en eso — Matt refunfuña, mirando de brazos cruzados su bicicleta nueva. — ¿Qué? — Al igual que él, lo miro con el ceño fruncido —. ¿Y por qué no? — No soy un bebé — señala las ruedas de seguridad —. Quiero que le quites eso. Miro a Violet para encontrarla mirando totalmente sorprendida a su hijo. Bueno, yo también lo estoy. Parece que el pequeño mocoso es valiente... o tonto. — Te vas a caer, Matt — Peach le dice. — Déjalo, déjalo — le paso las rodilleras a Matt —. Si él quiere hacerse el valiente, que se haga el valiente — le pongo el casco y protesta cuando jalo su cabello en el proceso —. Veremos cuánto le dura la valentía. — Evan, no. — Mamá, déjame — él pide, haciéndose a un lado cuando intento ponerle las coderas —. Las ruedas son para los niños. — ¿Y tú qué vendrías siendo? — Pregunto, esperando por su tan maravillosa respuesta. — Soy un hombre. Oh, sí, sabía que me reiría de esto. — Claro que sí — él es hilarante —. Bueno, anda, súbete en la bicicleta. — Quítale las ruedas. Mierda, él quiere romperse la nariz. — Si es lo que quieres — me encojo de hombros y hago lo que me pide. Cuando la bicicleta ya está lista, la sostengo equilibrada y le pido al mocoso que se monte —. Pasa la pierna por detrás del asiento... sí... así... — No, ponle las ruedas de seguridad — Vi pide —. No voy a arriesgarme a que se lastime. Cuando no hay otra opción, no hay otra opción. — Pedalea a la una, dos y ¡tres! Tomo fuertemente la parte trasera del asiento y el volante y, sin soltarlo en ningún momento, impulso a Matt por todo el camino hacia abajo, dejando atrás a una Violet sorprendida y probablemente enojada. No... cabreada. — ¡Hijo de puta! Y luego soy yo el que dice malas palabras frente a Matt. — Lo siento, mi mujer está mal de la cabeza — le digo a una de las ancianas que nos mira horrorizada. — ¡Suéltame! — Matt pide —. ¡Así no estoy haciendo nada, tú estás haciendo todo! — Mocoso, que tú eres suicida — joder, él quiere morir el día de hoy. De paso, causaría también mi muerte porque estoy seguro de que Violet no me dejaría vivo después de esto —. Aprende a pedalear y a tener equilibrio, entonces ahí sí pídeme que te suelte. — ¡Ya sé hacerlo, esto es muy fácil! Bien, si él lo quiere. Suelto la bicicleta y, de inmediato, el mocoso pierde el equilibrio. Lo levanto antes de que la bicicleta pueda caer y lo dejo de pie a mi lado, ambos observando la pobre bici que yace muerta en el piso. — Y ahí estaría tu rostro — señalo el suelo del parque —. Esparcido, raspado, lleno de sangre por todo... — ¡Matt! Ruedo los ojos cuando una exaltada Violet aparece frente a nosotros. Se agacha frente a Matt y lo revisa por todos lados, como si yo hubiera dejado que algo le pasara. — ¿Terminaste tu requisa? — Pregunto mientras levanto la bicicleta. — ¡Pudo haberle pasado algo, Evan! — Peach, ¿tienes hambre? Ella me mira confundida por mi pregunta. — ¿Por qué? Le paso a Matt la bicicleta y me apresuro al lado de su madre. Paso mi brazo por sus hombros y giro su cuerpo en la dirección que quiero, entonces inclino un poco mi cabeza para estar a su altura —. Allí — señalo la heladería que queda al otro lado del parque —. ¿Por qué no vas y te compras uno y vuelves dentro de una hora? — ¿Estás intentando deshacerte de mí? ¿Por qué la gente pregunta lo obvio? — Sí — asiento. Para mi sorpresa, Matt también asiente a mi lado. — Mamá, esto es asunto de hombres. — Ah, ¿sí? — Ella nos mira con una ceja arqueada —. Para la información de ambos, yo sé andar bici, y mejor que ustedes. Pobre, a veces sueña mucho. Detengo mi risa burlona cuando ella me mira con enfado. Oh, mierda. Aclaro mi garganta antes de decir —: Te creemos. Suspiro con alivio cuando me regala una pequeña sonrisa. — Ayúdame — vocaliza hacia mí sin que Matt se dé cuenta —. Por favor. Dios, a veces no comprendo la mente de las mujeres. Peach dice que yo soy el dramático, pero a la mierda, la dramática está siendo ella. — Mocoso — llamo a Matt, decidiendo compadecerme de Vi —. Hagamos un trato. — ¿Qué trato? — Le pondré las ruedas de seguridad a tu bicicleta — pongo una mano en alto cuando empieza a protestar, impidiéndole que me interrumpa —. Por hoy vas a andar con ellas para que aprendas a pedalear bien y... el otro fin de semana lo haremos sin ellas, ¿te parece? — Mañana. — ¡¿Qué?! — Lo haremos mañana — dice —. Hoy andaré con las ruedas de bebé, pero mañana me enseñas a andar sin ellas. — Pero mañana, a diferencia de ti, ¡yo trabajo! — Tengo cinco, no puedo trabajar, idiota. — ¡Matt! — Vi lo reprende, sus ojos abiertos como platos por la sorpresa —. ¿Cuál fue esa última palabra que te escuché decir? — Lo siento — él susurra, luciendo avergonzado. ¡JA! Miro la bicicleta y lo miro a él. Finalmente, asiento con un suspiro. Además, mañana Vi empieza su maldito empleo nuevo, yo puedo colaborarle un poco con el mocoso. — Está bien, a la salida del colegio te recojo y en la tarde te enseñaré a andar bicicleta sin las ruedas de seguridad. — Es un trato. El pequeño mafioso estira su mano, pidiendo la mía para un estrechamiento. Es imposible que no me ría. Cuando la bicicleta está de nuevo lista con las ruedas de seguridad, Matt se sube y empieza a andar en ella. Vi y yo nos sentemos en un asiento, sin perderlo de vista. — Gracias por lo de hace rato. La miro, absorbiendo su perfil. No lleva nada de maquillaje y su cabello rubio está recogido en una alta coleta. Su belleza es natural, algo poco común en estos días. — No fue nada — digo, buscando a Matt con mi mirada. — Te hace más caso a ti que a mí. — Es porque soy hombre. — Eso es machista y no, no es por eso. Es porque te respeta. Eso sí me da risa. — ¿Matt? ¿Respetarme? ¿A mí? — Me río más fuerte —. ¡Pero si me odia! — Tal vez al principio no le agradabas, no voy a negarlo — sonríe con un poco de diversión —. Pero estos últimos cuatro meses lo he visto, cómo ha cambiado contigo... Matt te admira. — No veo por qué lo haría. — De verdad no lo ves, ¿cierto? La miro. — ¿Qué? — Eres un hombre exitoso, Evan. — ¿Y qué? Estoy seguro de que eso Matt no lo entiende. — Tienes razón, eso él no lo entiende, por eso cuando le pregunté por ti, me dijo que cuando tuviera tu edad, le gustaría ser como tú. ¿Qué? — ¿Estás jodiendo conmigo? — No, estoy hablando en serio. Pero no fue por tu dinero, por tu éxito o prestigio. — ¿Entonces por qué demonios querría ser como yo? — Porque tú eres feliz — susurra —. Eso fue lo que me dijo. Quiere tener la capacidad de reírse de todo, como tú. Eso trae un enorme nudo a mi garganta y... quiero salir corriendo. — ¿Sabes que estoy a punto de salir corriendo, cierto? — Miro a Matt, tratando de absorber la confesión de Vi —. Ni siquiera sé qué responder a eso. — No tienes que responder nada, sólo quería que lo supieras — la miro cuando se pone de pie frente a mí y estira su mano, pidiendo la mía —. Vamos, caminemos un rato. Miro nuestras manos juntas, la mía cubriendo casi que por completo la suya. — Tu mano es tan pequeña — jugueteo con sus dedos mientras caminamos —. Había olvidado lo cálida que siempre estás. Sonrío cuando deja un pequeño beso en mi hombro. Miro hacia Matt, encontrándolo ahora jugando con otro montón de mocosos iguales a él. Su bicicleta dejada a un lado. — Se van a prender los piojos. — Mi hijo no tiene piojos — Vi refunfuña, golpeándome con suavidad en el pecho—. Matt es muy limpio y te consta. Ni tanto, pienso en mi mente cuando lo recuerdo comiendo el pollo frito en mi coche. Maldición, dejó hecho una cochinada los muebles. — ¿Cómo estás hoy? — No sé cómo ser suave, así que sólo puedo ser directo —. Es domingo, hoy David y tú... — Sí, lo sé — me sonríe sin mostrar los dientes —. Supongo que estoy bien. No lo está. La conozco lo suficiente para saber que sólo trata de mostrar una fachada fuerte, pero por dentro está hecha pedazos. — Te recuerdo. — ¿Uh? — El día del nacimiento de Matt, el mismo día de la muerte de David — aprieto su mano con más fuerza —. Te recuerdo, Peach. Tenía miedo de que enloquecieras, pero en realidad ni siquiera te alteraste... lucias vacía, muerta. — Sí, eso fue duro. Lo fue para todos. La muerte de David nadie la esperaba. Y maldición, si existe un Dios allí arriba, fue demasiado cruel con Violet. Que el padre de su hijo muriera en el mismo momento en que Matt nacía... sacudo la cabeza, imaginándome cuánto dolor. Hace más de cinco años, Aaron, David y yo nos habíamos graduado de la universidad. Violet tenía ocho meses de embarazo y David y ella estaban felices. En realidad, él nunca se alejaba de ella. Pero, por supuesto, Aaron y yo queríamos celebrar nuestra graduación, así que convencimos a David de que esa noche nos acompañara a una fiesta a la salida de la ciudad. Él fue, Violet se quedó... y todo terminó arruinándose. Estaba tan borracho, así que esa noche no fui consciente de lo que pasaba, pero al otro día sí. A Vi esa noche se le adelantó el parto y, mientras nosotros estábamos en la fiesta, ella llamó a David para que se encontraran en el hospital. Él, desesperado por llegar a ella, subió al auto de Aaron sin percatarse que estaba con poca gasolina. El coche se varó a mitad de carretera y un camión que no lo vio, lo chocó. Un accidente, una vida perdida y el dolor de más de una familia. David alcanzó a ingresar al hospital, el mismo hospital en donde Vi estaba dando a luz, pero no sobrevivió. Esa noche lo perdimos, y sé que más de uno perdimos un pedazo de nuestras almas con él. Después de eso, Violet simplemente desapareció, pero no supimos por qué. Más de cinco años después, ella regresó. Jamás imaginamos que la razón de su huida había sido los padres de David. Para nadie era un secreto que los Carter, los padres de David, siempre desearon que él, al igual que Aaron y yo, estudiara marketing. El plan era trabajar juntos en la empresa de Aaron, la empresa que prácticamente sostiene esta ciudad. Así que fue el apocalipsis para ellos cuando David decidió irse por el camino de la medicina y no por el de los negocios. Supongo que siempre lo supimos. Siempre supimos que Patrick y Fiona querían meter sus manos en la empresa de la familia de Aaron, pero jamás imaginé que utilizarían la muerte de su propio hijo para conseguirlo. Su plan era unir a Aaron y a Vi con el fin de que, en un futuro, todo pasara a manos de Matt y así fuera el apellido de los Carter el que estuviera en la cima de la empresa. El esfuerzo de toda la familia de Aaron ahora pasaría a manos de otro apellido que no lo merecía. Cuando Vi no aceptó, no tuvo otra opción que escapar. Cinco años después, fue encontrada por ellos y es así como terminamos aquí. Los hijos de puta le quitaron la custodia de Matt y utilizaron a su propio nieto para que hiciéramos todo lo que querían. Querían a Aaron y a Vi casados, y estuvieron a punto de conseguirlo. Cuando de alguna forma conseguimos que Aaron huyera de la boda, yo, literalmente, me puse en su lugar, convirtiéndome en el esposo de Violet y también en el dueño principal de una empresa que no es mía. Sé que Aaron accedió más que gustoso a todo esto para no alejarse de Bess, pero también sé que su empresa le duele porque es de él y no mía. A pesar de que no lo demuestro, realmente me jode tener algo que no me pertenece, llevarme el honor de algo que no me corresponde... pero también sé que tenía que hacerlo. La verdad es que no creo que hubiera soportado ver a Vi convirtiéndose en la esposa de Aaron. No lo hice ni por él, ni por ella, ni mucho menos por David. Lo hice por mí, sólo por mí. Y eso probablemente me convierte en la persona más egoísta del mundo. — ¿En qué te quedaste pensando? — Me sobresalto cuando ella pregunta —. Te quedaste callado. — Sólo estaba pensando... ¡Oh, mira! — Señalo hacia donde Matt está —. ¡Esa niña le jaló el cabello! Vi me detiene cuando estoy a punto de ir hacia ellos. — ¿A dónde vas? — ¿No ves? ¡Le jaló el cabello! — Le digo, lleno de rabia. — ¿Y qué vas a hacer? ¿Ir a golpear a una niña de cinco años? Joder, que se lo merece. — ¡Matt! — Lo grito —. ¡Matt, ven aquí! — Mierda, Evan, sé racionable. Racionable mis pelotas, ¿por qué mierda se dejaría jalar el cabello? Así empiezan, luego van a ser golpes y después todos llorándolo en un ataúd. — ¿Qué pasó allí, Matt? — Le pregunto cuando llega frente a nosotros, luciendo tímido. — Bebé, ¿esa era Lunita? — Vi pregunta, agachándose frente a él. ¡¿Qué coño?! — ¡¿La conoces?! — Estudian juntos — Vi me dice antes de volver a fijar su atención en Matt —. Dime, ¿dijiste algo que la enfadara? ¿Te metiste con ella? — No, mamá — Matt suspira con lo que creo es cansancio —. ¡Ella está loca! — Evidentemente — susurro —. ¿Por qué no la golpeaste de regreso? — ¡Evan! — Violet me mira extremadamente mal, pero joder, esa pequeña versión de Annabelle jaló su cabello —. ¡No le enseñes ese tipo de cosas a Matt! ¡¿Estás loco?! — Las niñas y mujeres no se tocan ni con el pétalo de una rosa — el mocoso dice con orgullo. — Luna y él estudian juntos, ella siempre lo molesta, ya he hablado con sus padres, pero ellos aseguran que no saben la razón de su actitud — Peach dice. Oh, ¡pero sí ya entendí! — ¡No puedo creerlo! — Miro a Matt de pies a cabeza —. ¡De verdad tú puedes gustarle a alguien! ¡Esto es increíble! Matt ladea su cabeza, mirándome con confusión. — ¿Ah? — Le gustas a esa pequeña Annabelle — cuando sigue mirándome con confusión, digo —: ¡Luna, le gustas a esa niña con nombre de perro! ¡Por eso te molesta! — Entonces... — Matt dice despacio, pensando —. Dices que le gusto, ¿por eso me molesta? — Asiento —. ¡Entonces a ti te gusta mi mami! ¡Maldición! — ¡No! ¡Es decir... — Joder, de nuevo, ¿por qué Vi no tuvo un niño tonto y dormido? Antes de que pueda balbucear más, una mujer delgada aparece con la pequeña Annabelle a su lado. — Lo siento, vi lo que pasó y creo que Luna les debe una disculpa. Mira a la niña y, después de tres largos segundos, ella gruñe —: Lo siento, Matt. El pequeño mocoso en realidad tiene un buen carácter allí, porque le rueda los ojos a Anna y sale corriendo hacia donde están los otros niños. Vi golpea mi costado cuando me río. — Lo siento, Violet, no sé qué le sucede a mi hija con Matt — la mujer mira con preocupación a Peach —. Mi esposo y yo hemos tratado de corregirla, pero siempre vuelve a lo mismo. — Supongo que son cosas de niños — Vi dice con una sonrisa algo forzada. — Luna quiere que la lleve al zoológico, estaba pensando en que tal vez es bueno para ellos compartir tiempo juntos, ¿crees que Matt podría ir con nosotros? Como lo imaginaba, los ojos de Annabelle brillan con entusiasmo cuando su madre pregunta. Sí, Matt la tiene loquita. Jesús, desde ya es todo un casanova. — ¿Cuándo sería? — Vi pregunta. — Ya, en realidad. Mi esposo no debe tardar en llegar por nosotras. — ¿Por qué no se lo preguntamos a Matt? — Le pregunto a Peach —. Anda, vamos — tomo a Peach de la mano y la arrastro hacia donde Matt está. — No quiero que vaya con ellos, los conozco muy poco. — Anda, Vi, que no lo van a secuestrar, van a ir al zoológico — la miro —. ¿Quién está siendo dramática ahora? — Sonrío cuando no me responde. — ¿Ahora qué? — Matt pregunta cuando nos ve acercarnos —. ¡Todo lo que Luna les dijo es mentira! — No es eso, amor. ¿Quieres ir al zoológico? — Vi pregunta —. Los padres de Luna te quieren llevar. — ¿Con ella? — Matt señala hacia donde la Anna está. — Pueden ligar — le digo. — ¿Li qué? Cierro la boca cuando Vi me golpea. — Sólo ignora a Evan, Matt — como es costumbre, me mira mal —. Entonces, ¿quieres ir? Él lo piensa por un momento, finalmente asiente. — Anda, ve con la niña Annabelle entonces. — ¡Nunca entiendo lo que tú me dices! — Matt me grita con exasperación —. ¿Quién es esa Annabelle? — Sólo ve, ve — lo empujo por el hombro —. Y nada de besos con lengua —. ¡Joder! — Caigo al piso cuando Violet me golpea en la espinilla. Mierda, mierda, mierda. ¡¿De dónde demonios saca tanta fuerza?! Mientras yo me retuerzo del dolor, Violet le da un montón de indicaciones a Matt. Cuando consigo ponerme de pie, Matt ya está corriendo hacia Annabelle, entonces gira y grita sobre su hombro —: ¡Chao, Evantonto! Maldito mocoso, Evantonto tu abuelo. — Joder, Peach, eso dolió. — Mejor llévame a comer ese helado si no quiere que te golpee de vuelta — gruñe, en realidad ella gruñe. Dios, no sabe que se ve malditamente adorable cuando trata de ser ruda —. Tienes que medir lo que dices frente a mi hijo, ¡qué sólo tiene cinco! Casi seis, realmente, pero no la corrijo porque no quiero arriesgarme a enfadarla... de nuevo. — Vamos, Peach — golpea mi pecho cuando intento pasar mi brazo por sus hombros. También, se adelanta y camina frente a mí, ignorándome. Si supiera la espectacular vista que me está dando de su trasero en esos pantalones de yoga, no estaría caminando frente a mí. Me río de sus chistosos berrinches y entonces voy detrás de ella, sintiéndome demasiado confiado en que nadie se robará la bici de Matt. Paso derecho a comprar los helados cuando veo que ella se sienta en una de las mesas, esperándome. Ella sabe que recuerdo su sabor favorito y, saber que ella sabe que yo sé, hace que todo este trabalenguas ponga una sonrisa en mis labios. — Dame dos conos sencillos de chocolate — le pido a la chica de la heladería. Me sorprendo cuando se inclina hacia mí y pone sus tetas justo frente a mi cara. Jesús, no puede tener más de dieciocho años, lo que de inmediato me hace pensar en mi hermana Christina y en Bess. Nunca me han gustado las niñas, siempre me ha desagradado cuando intentan lanzárseme encima, y esta vez no es la excepción. ¡No me vienen las niñas! ¡No me vienen las niñas! ¡¿Tengo que tatuármelo en la frente o qué cojones?! Pago rápido los conos e ignoro cualquier esfuerzo suyo por llamar mi atención. Cuando finalmente me siento frente a Peach, respiro con alivio. — ¿Estás enfadada? — Pregunto con sorpresa cuando ella me mira con el ceño fruncido. ¡Cristo, yo no he hecho nada! Antes de que pueda contestarme, lo que no estoy seguro de si iba a hacer, una mujer que seguramente trabaja aquí se acerca a nosotros con la excusa de entregarnos servilletas y, de nuevo, un par de tetas son puestas en mi cara. Siempre lo he dicho, mi pinta de Brad Pitt es irresistible. Murmuro un gracias para que se marche, evitando reír de mis propios pensamientos. Entonces, cuando la mujer se marcha, observo la servilleta que me dio y es imposible que no me ría cuando veo un número telefónico escrito allí. — ¡¿Qué coño?! — Grito cuando Vi se pone de pie, le entrega su helado a un niño y sale del lugar —. ¡Peach! — El maldito mocoso desconocido se queda con dos helados, porque también le doy el mío para después ir detrás de Violet. — ¡No me sigas! — Grita sobre su hombro, justo a mitad de la calle. Me río porque realmente no la entiendo y, ¡joder! ¿Les he dicho que mueve la nariz cuando se enfada? Es como una pequeña ratoncita, mueve su nariz de un lado a otro como si eso fuera a alejarme de ella. — Espera, espera — la tomo de las caderas y la moldeo a mi cuerpo, riendo más alto cuando ella gruñe. — ¡No me toques en este momento! — No me toques en este momento — la arremedo, enterrando mi rostro en su cuello —. Peach, por Dios, ¿qué te sucede? — ¡Le miraste las tetas a esas chicas! — Las pusieron frente a mi cara, ¿cómo demonios no iba a hacerlo? Ella gruñe de nuevo y yo río otra vez, probablemente enfadándola más. Soplo cerca de su oreja, sabiendo que es cosquillosa allí y, en efecto, una risita escapa de su boca. — ¡Basta! — Dios, si no te conociera diría que estás celosa — la giro, encarando nuestros cuerpos. — ¡Claro que no! — Balbucea. — Sí, sí, lo sé — jalo con suavidad su cola de caballo para que me mire —. ¿Por qué te marchaste? — Porque no quería estar presente para cuando les coquetearas. ¡Seguramente ibas a guardar la servilleta de esa... esa mujer e ibas a llamarla más tarde! — No iba a hacerlo. — ¡No te creo! — Y gruñe de nuevo —. ¡Y odio esto, odio lo irracional que me pones! ¡Yo no soy así! No puedo parar de reírme porque ella es una cosa adorablemente chistosa. Atraigo su rostro a mi pecho y apoyo mi quijada en su coronilla, tratando de tranquilizarla a ella y tratando de calmar mi risa. — No iba a coquetearle a nadie — acepto cuando finalmente logro calmarme —. En realidad, iba a darte la servilleta con el teléfono a ti. — ¿Para qué? — Para que hicieras con ella lo que quisieras. Sé que me cree cuando su cuerpo se vuelve flácido contra el mío y sus manos se entierran en mi espalda, atrayéndome más hacia ella. — Te dije que iba a intentarlo, Peach. — Sí. — Sé que probablemente no me vas a creer, pero yo no sabía que te estaba lastimando al tener mis... revolcones — le soy sincero —. Voy a intentarlo, ¿sí? Voy a intentar traer a tu antiguo Evan de vuelta... y ese antiguo Evan siempre hará lo que esté en sus manos para no lastimarte. Sé que ella me comprende cuando pregunta —: ¿No más revolcones? — No, no más revolcones. Sus labios plantan un beso en mi manzana de Adán, arrancándome una risa. — Gracias, significa mucho para mí. — Cometeré errores, Peach, te lo aseguro — tomo su rostro entre mis manos y beso su frente, entonces susurro —: Pero no te des por vencida conmigo, ¿por favor? — No lo haré. Y de verdad espero que no lo haga, porque quiero que volvamos a ser los mismos de antes. Quiero que sea mi Peach, y quiero ser su Evan. 
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