Evan.
Me río a carcajadas, observando a Peach en su absurda actuación de cocodrilo come niños.
Su presa: el mocoso Matt.
Oh, sí, es enserio.
No miento.
La tarde de películas ha ido bien, siendo interrumpida sólo por risas y constantes ataques de cocodrilos.
— ¡Mamá! — Matt grita entre risas cuando el rostro de Peach se entierra en su cuello, besos castos son dejados allí mientras el mocoso se sacude como si lo estuvieran matando.
Me pongo un poco celoso. Si le pido esos besos, ella me los dará... ¿cierto?
— Bueno, bueno — empujo a Peach, provocando que caiga de espaldas en la cama —. Déjalo ya, vas a ahogarlo.
Ella me mira con una ceja arqueada y, así como yo la leo a ella, ella me lee a mí. De inmediato sabe cómo me estoy sintiendo. Somos como dos libros abiertos, tan difícil de
