Divorcio

1351 Words
Pov Valeria. Llevo dos años casada con William Cruz, uno de los hombres más importantes, guapos y millonarios del país. Sin embargo, también es un hombre cruel, distante e intimidante que además no me soporta por el simple hecho de ser su esposa. «Sabiendo que fue por negocios familiares» Mi padre era dueño de la mejor textilera del país y yo como hija única, su heredera. Al morir mi padre solo había una condición para poder tomar posesión de mis bienes, y era casarme con William Cruz. Papá siempre supo que yo estuve enamorada de él desde que lo conocí en la universidad; él era el chico más guapo y popular de la facultad, con una familia millonaria al igual que la de nosotros, pero no con el mismo apellido importante, así que hizo tratos con el papá de William, y por medio de artimañas que desconozco logró que él se casara conmigo. «Lo peor que me pudo pasar en la vida» Él no me mira desde que nos casamos, solo soy un mueble más en esta enorme casa y además, en los años que llevamos de matrimonio jamás me ha tocado un maldito pelo; todo lo que sale de su boca son insultos, me dice inútil, interesada, embaucadora y soberbia. «Y puede que sea verdad en cierto modo» Pero lo que no es verdad es que yo jamás lo obligué a casarse conmigo, fueron por voluntad de mi padre, qué, creyendo que al morir me dejaba en las manos del hombre que yo tanto amaba, el hombre con el que siempre soñé casarme y el que me iba a “proteger” cuando ha sido todo lo contrario. «Él me odia» Y me lo vive diciendo cuando le place. Desde que me casé con él, y me convertí en la señora de Cruz, mi vida se resumió en un encierro total. William tomó posesión de la textilera como de todos los negocios de mi padre y me prohibió trabajar. «Pero yo lo hago» Trabajo en la editorial planeta como editora de romance y drama y, aunque no tengo la necesidad lo hago para salir del infierno en el que se ha convertido mi vida desde que me casé con él, con ese hombre que todos admiran por ser gentil y amable, por ese hombre que posa para las mejores revista mostrando la mejor sonrisa. «Esa que nunca me ha dado a mí» Me recojo una coleta alta y dejo que algunos mechones negros rodeen mi rostro; aunque tengo veinti un años de edad y un buen cuerpo, mi rostro es como el de una niña de quince, con ojos grandes y azules, nariz pingada y labios muy rosas. «La mujer perfecta para cualquiera hombre». Menos para él, porque aunque he sido una mujer complaciente, cariñosa e intentado ser sumisa, él no hace más que mirarme con desprecio. Me echo un poco de perfume en el cuello y aliso mi vestido n***o para después tomar mi bolsa de mano y salir a la sala por un desayuno y, ahí lo veo, está sentando con una taza de té en las mano mientras lee el periódico de la mañana. —Buenos días —le digo y me siento enfrente de él. Cómo siempre, no hay respuesta de su parte. Ignoro su arrogancia con una punzada en el pecho porque realmente me duele su indiferencia y, procuro desayunar en silencio. A los minutos lo veo ponerse de pie y tomar las llaves de su coche, para después darse la vuelta y como todos los días irse a mi textilera, no sin antes informarme; —Hay una cena está noche en la casa de tu madre, te veo allá a las seis, no faltes, es importante —Avisa. Intento decir algo, pero me deja con las palabras en la boca. Veo como sale mostrándome su enorme espalda y enseguida trago grueso. «No me gusta el tono de su voz» Espero que el sonido de su coche me avise que ya salió y enseguida yo también hago lo mismo. Los minutos en la editorial son cortos, porque queda muy cerca del urbanismo dónde vivo; bajo del auto y comienzo mi día en el único lugar donde me siento plena. A las seis de la tarde, salgo como alma que lleva el diablo a mi auto; no por Williams, ya que él la mayoría de las veces no duerme en casa y cuando lo hace ni siquiera se da cuenta que no estoy. «Soy invisible para él» Enciendo el mismo y comienzo a conducir a casa de mi “madre” si a esa mujer arrogante y prepotente se le puede llamar así; Martina de Ordóñez es la mujer que me crió desde que tenía cinco años y mi padre se casó con ella. Ella y mi hermanastra Laura son las únicas personas que tengo en este mundo. «Aunque no la soporto a ninguna de las dos» Estaciono el auto en la mansión que era de mi padre y le entrego las llaves a unos de los guardias de seguridad para luego caminar al interior; aprieto los labios y respiro profundo con un nudo en la garganta. No obstante, me paro enfrente de la puerta de madera blanca y toco con mis nudillos; enseguida Carmen, la ama de llaves sale a abrirme con el ceño fruncido. —¡Niña, llegó! —exclama más preocupada que otra cosa. —Sí, ¿ya mi esposo está aquí? —le pregunto entregandole mi chaleco. —Sí, si, la está esperando en el comedor —Me explica. Camino apretando las palmas de mi mano con mis uñas y llego al comedor con una sonrisa fingida, sonrisa que se borra de mis labios cuando veo a mi hermanastra sentada en la piernas de mi esposo, él la aprieta de la cintura mientras la mirada altiva de Laura me detalla. —¿Qué haces sentada encima de mi esposo Laura? —le pregunto temiendo su respuesta. —Será de mi prometido —aclara mostrando el anillo en su dedo anular. Aprieto los ojos para que las lágrimas no se desborden por mis mejilla y respiro profundo para poder volver a hablar; —Que alguien me explique lo que está pasando —mi voz se rompe—, estás casado conmigo William, no puedes casarte con mi hermana, la textilera… —La textilera… —rueda los ojos con fastidio—, la textilera es mía Valeria, ¿Recuerdas los papeles que firmaste el año pasado? —Me pregunta con morbo—, pues era la renuncia a tus bienes. El alma se me rompe recordando muy bien ese día; había llegado de viaje y me había traído varios regalos. Pensé que por fin mi matrimonio iba a cambiar, y que tal vez William se había dado cuenta que a pesar de que nos casamos por conveniencia, yo lo amaba. Pero me engañó, el muy infeliz me engañó y me hizo firmar esos papeles haciéndome creer que era para la mejora de la empresa. —No me puedes hacer esto William, sabes perfectamente que siempre te he amado —Lo miro con las lágrimas desbordando por mis mejillas—, Madre dí algo… —Miro a Martina, mi madrastra y esta enseguida se pone de pie. Sus cabellos castaños están perfectamente peinados hacia atrás y el camino de canas que se forma en un mechón la hacen ver cómo Cruella de Vil. «Y si que lo es», —Es lo mejor Valeria, Laura es mejor para los negocios que tú. Además, desde un principio era a ella que tenía que tu padre dejarle todo —Me mira de arriba abajo—, mírate, te la pasas leyendo libros y dando tu opinión, ni siquiera mereces llamarte esposa de William, por eso ellos se van a casar. Sollozo y llevo las manos a mi boca procurando no gritar; pero es imposible, las dos únicas personas que tenía me están quitando todo lo que me pertenece en mi cara. —Quiero el divorcio —habla William con arrogancia—, y lo quiero ahora Valeria.
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