Creí que me llevaría al baño, pero estamos en su habitación, veo como sale de ella. Yo estaba sentado en una silla de su tocador con la cabeza hacia atrás. Para mí es costumbre tener estos pequeños derrames nasales. Nada de que preocuparse y con lo que viviré toda la vida, sino me hago la operación. —¡He regresado! —la escucho, ella se acerca a donde estoy y empieza a buscar cosas en ese botiquín—. Tu madre no tiene filtro para hablar y hacerte enojar. ¿Sientes dolor en algún lado? —Sí, estoy muriendo —respondo, la veo apretar sus labios y con mucho cuidado, revisa mi nariz. Es extraño, pero me da igual. —Te lo digo en caso de que estés acostumbrado a eso, pero no son juegos —me reprende, sonrío y miro sus labios. Su respiración era tranquila y la manera tan cuidadosa con la que me e