Cada respuesta que obtenía por su parte, me hacía sentir feliz, cada intento de hacerse la difícil, la rebeldía de sus manos al tocarme y su boca venenosa queriendo herirme con sus palabras, su cuerpo respondía de una manera completamente diferente a lo que ella decía. La acerqué más a mi cuerpo escuchándola suspirar, acaricio sus nalgas y las aprieto para después alzarla, pasa sus piernas por mi cadera y comienzo a caminar a algún sitio de su casa. —Eres un imbécil… debes irte —dice, girando su cabeza para volverme a besar, pasa sus brazos por mi cuello y sus manos acarician mi cabello—. Esto no estaba escrito en las letras pequeñas… —No importa —continúo besándola, j***r, me encantan sus besos—. Vamos a leerlo ahora mismo… Asentimos y mientras seguimos besándonos, llego a la mesa d