Harry estaba tan preocupado por su libro que decidí ponerme algo más cómodo. Cogí un pantalón de chándal y una sudadera universitaria de gran tamaño. Entré a trompicones en la habitación y vi que Harry seguía pegado al libro, pero cuando me senté a su lado pude ver que estaba leyendo. —¿Desde cuándo te interesa leer una novela romántica? —pregunté a Harry con una risita. —Me hace parecer inteligente —comentó Harry, con los ojos aún concentrados en las palabras impresas en la página. —No lo hace —dije, y bajé el libro—. Porque el libro está al revés —anuncié y vi a Harry sonreír ampliamente—. Buen intento, Harry, pero eso no te hace más inteligente — —Al menos lo he intentado —se encogió Harry. —Y tú has fallado en la mayoría de los casos —señalé amablemente. Me encantaban estas