La lluvia seguía cayendo a cántaros, y seguiría así durante un par de horas -decían en el pronóstico-. Pero al fin y al cabo no importaba, porque Harry estaba aquí, y era muy agradable pasar una velada con él ahora mismo. —Brazos arriba —le indiqué. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su cara, y levantó los brazos. Cogí su jersey mojado con las manos y se lo quité del cuerpo. Harry negó con la cabeza y se acomodó los rizos mojados. No podía salvarlos, ya que estaban demasiado mojados y empapados. Colgué su jersey sobre la calefacción, para que se secara más rápido. —No tienes ropa de hombre, ¿verdad? Me preguntó Harry. Me di la vuelta y me acerqué a él. Le entregué una toallita y sonreí alegremente. —No, no tengo —Anuncié. —Genial —suspiró aliviado. —No, no es así —Le contesté