Capítulo 5
Emily-Ahora
Amanezco agotada. La noche de ayer no dormí por sentir pequeños dolores en mi vientre que me dejaron preocupa, hoy, por suerte, esos dolores han desaparecido.
—Buenos días, Angel ¿Cómo amaneciste hoy? — pregunta Renzo, entrando en la habitación con la bandeja del desayuno.
—Buenos días, amor. Mejor, ya no siento dolor.
—Esta bien, mi vida. Igualmente desayuna y date un baño así nos vamos al médico, realmente me preocupe.
—No exageres cariño.
—¿exagerar? Emily, estuviste retorciéndote y gritando gran parte de la noche. Si no te lleve anoche fue porque me gritaste que no te tocara.
—Lo siento — digo apenada — si me dolió el vientre, pero realmente no fue tan grave, sabes que a veces tiendo a exagerar un poco la situación.
—¿un poco? Claro — se burla y lo miro fingiendo molestia, me sonríe y besa me frente para volver a ofrecerme la bandeja con el desayuno — alimenta a mi hijo que luego iremos al médico.
—Esta bien — digo feliz de que se preocupe tanto por mi salud como por la de nuestro hijo.
Poco mas de media hora después, estamos saliendo directo a la clínica.
El viaje transcurre en silencio, uno para nada incomodo. De vez en cuando siento la mirada de Renzo y lo regaño para que mire el camino, con este hombre siempre tuve ese problema, es bastante distraído.
Después de veinte minutos llegamos a la clínica y por suerte somo atendidos inmediatamente, al entrar nos recibe una doctora bastante guapa, debo admitir, y por primera vez me siento celosa de como mira a Renzo, aunque este ni la mire.
—Buenos días, papas. ¿a que debo su visita hoy? — pregunta amablemente, cosa que me hace enojar. ¿motivo? No tengo idea.
—No es nada, pues anoche tuve unos pequeños dolores y… — mi prometido me interrumpe molesto
—¿pequeños? Amor, si no hablas con la verdad, la doctora no sabrá que revisar.
—Pero es que…
—Anoche apenas y durmió — continua, sin dejarme hablar. — se retorcía del dolor y si bien antes nos dijeron que esos pequeños dolores podrían ser normal, anoche lo sufrió más, incluso hasta sudo. — dice claramente preocupado.
—De acuerdo, como no tenemos expediente del control de su gestación, abriremos uno nuevo.
—Claro, yo hable con nuestro obstetra de cabecera y mandara todo por mail, solo dígame a donde se lo envío, ya que nos quedaremos aquí y necesitaremos un nuevo medico que lleve el control del embarazo de mi mujer.
—Vaya… es la primera vez que tengo un padre tan bien preparado e incluso mas que la madre — dice jocosa y no puedo culparla, mi prometido ha estado más al pendiente de mi embarazo que yo misma, él tiene el control de absolutamente todo y eso me enamora más de él.
Luego de las preguntas típicas, me guía hasta una camilla donde me hará una ecografía, esta es la parte que mas me gusta y a su vez, más me aterra. Saber que podré escuchar los latidos de mi bebe, me entusiasma, pero pensar que puede que algo vaya mal, me preocupa y es que así soy, siempre viéndole las dos caras de la moneda.
—Bueno, ahora necesito que te relajes para que el bebe lo haga también.
—¿Se podrá ver si es niño o niña? La última ecografía que hicimos, el o la traviesa no se dejó — comenta Renzo mirando atento el monitor.
—Ya lo sabremos… —
Comienza a aplicarme el gel y a mover el aparato sobre mi vientre sin apartar la mirada del monitor, en un instante la veo fruncir el entrecejo y ya las peores imágenes cruzaron por mi cabeza
—¿Qué? ¿Qué ocurre doctora? ¿mi bebe esta bien? — pregunto preocupada
—Déjame ver… — dice sumamente concentrada en lo suyo y eso me desespera. Hasta que por fin habla. — ¡perfecto! El niño está en perfectas condiciones, incluso es un tanto más grande de lo que tendría que ser para las semanas que llevas de gestación
—¿niño? ¿es un niño? — comenta alegre el futuro papá y me saca una sonrisa. — ¡Lo sabía! Tendremos un pequeñito, mi principito — dice entre lágrimas y me besa con dulzura.
—Como ya les dije, el bebe es bastante grande para su edad por lo que tendrás que empezar una dieta saludable, tanto para el como para ti si no quieres sufrir al momento de llegar al parto. — comenta sonriendo. — aparte de eso está todo en perfectas condiciones, tienen un bebe saludable y fuerte. — me extiende una toallita para limpiarme el gel y Renzo rápidamente se encarga de eso.
—Entonces ¿a que se debieron los dolores?
—Todo indica que fue un calambre, repito una vez más, la alimentación es muy importante, nada de frituras ni de cafeína, por lo que me dijeron, ninguno fuma, por lo que es genial, tiene que hidratarse bien y de vez en cuando caminar, con media hora al día es suficiente. Igualmente les recomendare una nutricionista especializada en estos casos — comenta tendiéndonos un papel con todo anotado, incluyendo el nombre de la nutricionista. Nos despedimos de la doctora poco después y nos dirigimos a casa.
—Ya escuchaste a la doctora, nada de frituras ni comidas chatarra, de ahora en más, comenzaremos a comer saludable.
—¿Comenzaremos? — pregunto mirándolo, arqueando una ceja y sonriendo.
—Por supuesto. O creías que mientras tu comes saludable yo comería frente a ti comida chatarra ¿sabiendo que es una de tus debilidades? ¡Por supuesto que no! Cuando lleguemos a casa concertare una cita con la nueva doctora.
—¿Ya te he dicho hoy que te amo? — pregunto acercándome a su mejilla para dejarle un pequeño beso
—No. Hoy no.
—Pues te amo — dejo otro beso y me acomodo en mi asiento, tiende a ser demasiado despistado al volante.
—Y yo te amo a ti y amo a mi bebe. Mi niño. — sonrío embobada al ver su cara de orgullo.
—No puedo esperar para ver a mi bebe, tenerlo en brazos y amamantarlo. ¿te imaginas? Un niño idéntico a ti. — de un momento a otro, su sonrisa se borró. — ¿Qué ocurre? ¿acaso no te alegra saber que tendremos un mini Rencito? — pregunto entusiasmada
—Claro que sí, ángel mío. ¿Qué clase de pregunta es esa? — me mira un segundo y vuelve la vista al frente — solo espero que se parezca a ti — sonríe — que tenga tus bellos ojos y el color de tu cabello que contrasta a la perfección con tu perfecta piel. Quiero que se parezca cien por ciento a ti, mi amor.
—Deseo que pasen rápido estos meses, ya quiero tenerlo en mis brazos.
[…]
Las semanas pasan y con ellas el estrés crece en mí, no creí que fuese tan estresante preparar una boda. Hasta el momento no lo estoy disfrutando nada, sumándole mi vientre que crece cada día un poco más y mi cuerpo se cansa rápido.
No veo la hora de estar caminando hacia el altar.
Por suerte las tengo a ellas que me ayudan en todo, mejor dicho, me hacen todo. Mi mamá y mi madrina, sin dejar de lado a mi suegra que también me a consentido en todo.
—Hija, ¿quieres calmarte un poco?
—Eso intento mamá, pero ¿Cómo hago? — digo al borde de la locura
A tan solo una semana de la boda, entro en crisis. El vestido no me entra por mi barriga y la modista no sabe si llega a tiempo con los ajustes. No entiendo cómo es que está pasando esto. Me he cuidad con las comidas y he hecho mi caminata diaria como lo recomendó la nutricionista, pero, aun así, mi bebe crece a pasos agigantados. Estoy al borde del llanto cuando entra Renzo a la habitación y les pide a todas que salgan.
—¿Qué ocurre, ángel?
—¿Que ocurre? Nada, solamente mi vestido no me entra porque tu hijo decide crecer y crecer cada día más y ahora no tendré vestido para la boda — comento entre llanto y mi prometido me abraza
—Calma ángel, veremos cómo lo solucionamos. — su tranquilidad me altera aún más
—¿me estas escuchando? ¡estamos a una semana de la boda y no tengo vestido! — digo alterada, los nervios me van a matar.
—Claro que te estoy escuchando, pero lo solucionaremos. — besa mi frente, mi mejilla y termina en mis labios, logrando así, que me calme un poco. Solo un poco.
—¿Cómo? — pregunto más tranquila.
—Porque no vamos a elegir otro vestido?
—¿Estas loco? ¿Cómo vamos a ir a buscar otro vestido a estas alturas? No conseguiremos nada adecuado que me entre.
—Mi amor, el vestido es lo de menos. Yo lo único que quiero es tenerte frente al altar, no me importa si estas desnuda — ladea la cabeza y entrecierra los ojos — No. Desnuda no. No quiero que nadie mas tenga el privilegio de verte sin nada, solo yo. — dice y no aguanto la risa. Este hombre me trae como loca, con unas simples palabras y unos cuantos besos y caricias logra calmar hasta al mismísimo diablo. — bien, andando.
—¿A dónde?
—¿Cómo a dónde? Me dijiste que no tienes vestido, vamos en busca de uno que sea perfecto para ti. Aunque todo te ha de quedar perfecto.
—¿Estas loco? ¿Cómo voy a ir a comprar un vestido de novia contigo? Es de mala suerte.
—¡Ay ángel! No soy supersticioso y no pasara nada porque te acompañe a comprar uno. Además, no te vere cien por ciento lista, no estarás ni peinada ni maquillada como lucirás el día más feliz de mi vida. Así que andando.
Y así fue, pasamos toda la tarde de tienda en tienda recorriendo toda la ciudad hasta encontrar un vestido que llamara mi atención. Y fue difícil. Muy difícil.
León – Ahora
Hoy, después de casi dos meses de no tener noticias de Lucrecia, me llega una notificación de su parte. La muy descarada no tuvo problemas al abandonarnos, no por mí, sino por mi hija que apenas está creciendo y necesita de su madre, hace ya un par de noches que no me pregunta por ella, pero los primeros días, las primeras semanas eran horas y horas las que me pasaba tratando de calmarla por su ausencia.
Cuando dejo dormida a mi bebe es su cama, me dirijo a la sala y abro el sobre, mis ojos se agrandan al ver que es una sentencia de divorcio.
—¿Qué es esto? — leo atentamente el comunicado y me quedo de piedra al ver al final del documento, su firma estampada. Vuelvo a releer todo para ver si no se me paso algo, pero nada. Me pide el divorcio sin exigir ni un centavo. Luego de eso, continuo con la carta que me dejo, donde calculo, me explica los motivos. Aunque ya he de saber cuáles son.
¨Querido.
Como ya has de haber visto, te entrego los papeles del divorcio. No quiero ni imaginarme como has de estar saltando en un pie de felicidad. Pues sí, te dejo libre para que hagas de tu vida lo que se te encante, aunque ya es un poco tarde para ti, pues tu querida amada se está por casar, imagíname riendo porque es así como estoy escribiendo.
Te odio ¿y sabes por qué? Porque me has hecho la mujer más infeliz sobre la faz de la tierra, te di todo de mí y aun así jamás pudiste darme nada ¿Qué te constaba intentar amarme tan solo un poco? Pero no. Siempre esa mustia tenía que estar entre nosotros. Incluso estando lejos.
En fin. Quiero que firmes el divorcio porque por fin encontré alguien que me ponga como su prioridad y no te preocupes, puedes quedarte con Lena, la amo, sí. Es mi hija después de todo, pero mi prometido no acepta hijos ajenos y esta vez estoy eligiendo mi felicidad, ante todo.
Quiero que sepas que, a pesar de todo, no te guardo rencor, te ame demasiado, pero eso se acabó, arruinaste todos los sentimientos bonitos que tenía para contigo.
Mi abogado se estará contactando contigo para que le entregues los documentos firmados así no tendremos que vernos nunca más la cara.
Atte. Lucrecia. ¨