Emily - Antes
Junto mi ropa, seco mis lagrimas y me meto en el baño; el agua caliente recorre mi cuerpo y de alguna manera me ayuda a borrar el dolor.
—¿Qué hice? —. Me repito una y otra vez.
Pronto estoy lista y salgo del hotel dejando todo atrás donde pertenece y de donde nunca debió haber salido; en el pasado.
Emily- Ahora
Los días se me hacen bastante densos, mi cuerpo no resiste tanto como antes, me siento más hinchada y todo me irrita, todo menos él.
—¿Em?
—En la cama — gritó desde mi habitación, pronto la puerta se abre dejando paso al hombre más hermoso y atento del mundo.
—Hola, mi amor. ¿Cómo han estado?
—Cansados — respondo resoplando, Renzo se rie. — no es gracioso, primero las náuseas, luego los interminables y asquerosos vomitos del exorcista y ahora mi cuerpo hinchado y perezoso. — me quejo como una niña.
¡Y es que si!
Las mujeres tenemos que pasar siempre por lo peor. Cuando crecemos y entramos en la etapa de “pre adolescente” tenemos que soportar el dolor y el calvario de tres días de periodo (ese en mi caso, otras pobres chicas soportan toda una semana; ¡vaya que las admiro por aguantar!) luego, el hecho de que cuando perdemos la virginidad, si tenemos suerte y nos toca un caballero, no sufrimos tanto al momento en el que un m*****o reproductor masculino ingrese por un pequeño orificio, aunque bueno… solo en el principio sentimos un poco de dolor y luego es todo placer, pero después nuevamente la incomodidad mientras ellos andan muy felices. Y ni hablar de cuando la semillita rinde frutos y en nuestro vientre crece una pequeña vida, un pequeño ser, que durante nueve meses nos tortura con nauseas, mareos, hinchazón y cambios de humor; malditos cambios de humor. Hasta que decide que es hora de darse a conocer y volvemos con los sufrimientos y dolores, esta vez en el parto. ¿Cómo aguantamos que un pequeño cuerpecito salga por nuestro pequeño orificio? Realmente las mujeres somos magníficas. Hombres, digan lo que quieran pero las mujeres somos el ser vivo más fuerte de la humanidad.
—¿Por qué estás tan enojada?
—No estoy enojada. Solo que… — suspiró frustrada.
—¿Qué? Amor, si no hablas no podré entenderte ni ayudarte.
—Primero que tengo hambre, pero no quiero comer porque ya estoy muy gorda y segundo… extraño a mi familia. A mi madre…
—Bueno — se recuesta a mi lado y me acerca más a su cuerpo — primero, tienes que comer porque no estás gorda, estás criando a una criaturita, a mi hijo. Y segundo ¿por qué no la llamas? Seguro estará feliz de hablar contigo. Además tiene que saber que será abuela.
—¿Crees que se ponga feliz por la noticia?
—Claro que si. Además… tienes que darle otra noticia…
—¿Cuál? — se pone de pie y me levanta con él
—No se porque espere tanto, no se porque pero ahora aunque te puedo decir que estoy aterrado por tu respuesta, tengo el valor suficiente y… — se inca de rodillas y saca una pequeña cajita de su bolsillo — Em, amor. Te amo. Te amo y quiero pasar el resto mi vida contigo, criando a nuestro pequeño hombrecito y hacerlos muy pero muy felices y aunque me basta con que me aceptes en tu vida, quiero que sellemos nuestro pacto de amor. Emily ¿Quieres hacerme el hombre más feliz del planeta tierra y aceptar ser mi esposa?
Con mis manos cubriendo mi boca y mis lagrimas al límite, asiento. Asiento porque si, si quiero pasar el resto de mi vida con él, si quiero críar a nuestro hijo como una familia y si quiero sellar nuestro pacto de amor… lo abrazó fuertemente y cubro sus labios con los míos.
—Si. Si quiero. Te amo tanto.
Nos fundimos en un beso dulce, tierno y sin apuro, cuando el aire nos falta nos separamos, coloca el hermoso anillo que promete tantas cosas, tantos deseos y anhelos en mi dedo anular y nos abrazamos… y si hubiese sabido lo demás, lo hubiese abrazado mucho más…
Emily - Antes
Las lagrimas se amontonan en mis ojos, luchan por salir pero mi lado orgulloso lo prohíbe.
Cuando creces, te enseñan el lado bueno de la vida, del amor; el problema es cuando lo experimentas, ahí es cuando entendemos que nadie nos enseña que el amor viene arraigado al dolor. Eso mis queridos amigos, eso lo aprendemos a la fuerza.
Una lágrima traicionera desciende por el rabillo de mi ojo pero no me inmuto, el no limpiarla simula que no existe.
—Em.
—No.
—Yo lo siento…
Una risa sin gracia, más bien dolorosa es expulsada de mi garganta y duele. Duele como la mierda. Toda esta situación me está haciendo pedazos pero me niego a demostrarlo.
—¿Lo sientes? — asiente cabizbajo — ¿también lo sentías cuando te metiste entre sus piernas? — sus ojos rápidamente se posan sobre los míos, puedo ver el dolor en ellos, se que está sufriendo pero eso no cambia nada.
—Te amo, sabes que no hay nadie más importante para mi que tú.
—Si me amas de esta manera, no me quiero imaginar lo que sería si me odiaras.
Giro sobre mis talones y me encamino a la entrada, necesito salir de aquí antes de que termine colapsando y arroje la poca dignidad que me queda a la mierda.
Antes de poder poner un pie afuera, sus brazos me rodean, mi espalda contra su pecho y su cabeza en mi cuello susurrando una y mil veces que lo perdone.
—No hagas que te odie más, por favor Leon. Suéltame. — notó como su cuerpo se rehusa a obedecerlo y a regañadientes me suelta. Salgo lo más rápido que puedo de ahí, del lugar donde he vivido todas mis emociones, donde experimenté prácticamente lo que es la vida… y donde me sentí morir por primera vez.
Emily - Ahora
La semana pasó más rápido de lo esperado. La consulta del cuarto mes de mi embarazo ha salido mejor de lo esperado, al parecer mi pequeña va creciendo de maravilla.
—Podríamos pintar las paredes en degrade desde el azul al blanco. Sabes, hace tiempo vengo soñando la habitación de nuestro hijo y estoy tan ansioso.
Y no hace falta que lo diga, puedo notarlo.
—¿Qué te hace pensar que será niño?
—Oh mi amor. Claro que será niño. Será mi hombrecito.
—Soy yo quien lo está criando en su vientre y estoy completamente segura que será una niña, será tu mujercita. — se detiene frente a mi y me rodea con sus brazos, me besa la frente y luego pega esta con la suya.
—Sea lo que sea lo voy a amar. — lo beso y nos separamos para seguir nuestro camino al auto. — aunque será niño. — niego y sonrío por tu terquedad.
—¿Qué fue lo qué hablaste a solas con el doctor? — pregunto una vez estamos en el coche rumbo a casa.
—¿Eh? — se hace el distraído — ¿quieres ir a comer algo? — cambia de tema.
—Renzo… — advierto una vez
—Tengo ganas de comer una hamburguesa con papas.
—Renzo… — advierto por segunda vez. Pero mi bebe glotón ya se hace agua a la boca pensando en una deliciosa hamburguesa. — papas con extra queso.
Sonríe y nos vamos directo a una casa de comidas rápidas, él baja a comprar y vuelve a los pocos minutos con dos bolsas con la deliciosa comida que no puedo esperar por saborear. Me pasa las bolsas y sin poder evitarlo comienzo a devorar las papas.
—Amor… espera a que lleguemos a casa o no me dejarás nada para mi. — lo golpeó en el brazo fingiendo indignación y este solo ríe.
Finalmente llegamos a casa y debo admitir que se me hizo eterno el viaje sin poder seguir devorando las papas.
—Trae los platos para poner las papas — le sugiero.
—¿Quedaron? — pregunta burlón y se gana una mala cara, riendo va a la cocina en busca de ellos y me dispongo a sacar las hamburguesas de la bolsa. —
Sabes… ya que te tomarás el último año de la carrera por qué no… ¿por qué no lo terminas en casa?
Lo miro sin entender y me sonríe
—¿como voy a terminarlo en casa? — pregunto confundida logrando que ría. Me extiende un sobre y antes de que lo abra me dice
—Lo que hablaba con el doctor era si podías viajar, si era seguro porque bueno, he leído por ahí que los primeros meses de gestación no es recomendable. — abro el sobre y me quedo helada. Lo miro sorprendida — me recomendó que viajáramos como mucho muy temprano en la semana 18 del gestación.
—Renzo
—Se que quieres volver. Y se que no me lo dices porque me está yendo bastante bien en el negocio, pero estuve pensándolo y yo también quiero volver, quiero que nuestro hijo crezca rodeado del amor de sus abuelos y de su tío.
Me pongo de pie y con las lagrimas nublando mi vista me acerco a él y lo abrazo y beso por toda la cara.
—¿Ya te he dicho que eres increíble y te amo?
—Mmm… no. Hoy no.
—Pues eres increíble y te amo tanto tanto tanto…