Emily - Ahora
Aspiro el cálido frío del invierno, se nota que está llegando la primavera y el clima poco a poco va cambiando. Amo la primavera, como florecen las plantas y como todo tiene más color.
Las últimas dos semanas, como de costumbre, se me hicieron más largas. Preparando los papeles de la universidad y consiguiendo un lugar para vivir en Nueva York, la ansiedad me carcomía. Estoy emocionada por volver a casa, ver a Sebastián, a papá y, sobre todo, ver a mamá… las cosas con ella no terminaron muy bien después de todo y tengo tanto miedo de que me rechace, si fuese así lo entendería, la traté pésimo y fui muy injusta con ella.
Emily - Antes
Me estremezco al sentir el frío recorrer mi cuerpo. Camine durante mucho tiempo sin rumbo fijo y como siempre que me encuentro mal, termine en la puerta de la casa de mis padres, antes de tocar el timbre, la puerta se abre y me recibe mamá con los brazos abiertos, ella siempre tan cálida, ella siempre siendo mi salvavidas.
—Mamá— por fin me permito ser frágil y me derrumbo frente a ella.
—Mi amor, princesa. — me sostiene y me ayuda a entrar, como puede me arrastra a la plata de arriba y me lleva a la que antes era mi habitación y me recuesta sin soltarme, sin dejar de abrazarme.
—León… — digo hipando — él me engaño. Me engaño con Lucrecia. — digo por fin y ella no se inmuta por lo que conté.
—¿te lo contó? — pregunta para Luego soltar un suspiro y cuando me separo de ella se da cuenta que hablo de más — hija yo…
—¿lo sabias? — pregunto secándome las lágrimas en vano, estas se empeñan en seguir fluyendo.
—Em, cariño…
—Maldita sea mamá ¿tú lo sabías y no me dijiste nada?
—Hija — agacha la cabeza, parece arrepentida pero el dolor y el odio que está surgiendo en mi interior no me permite pensar con claridad. —¿cómo pudiste ocultarme algo así? Maldita sea, soy tu hija. Yo si me hubiese enterado que papá te es infiel te lo diría, no esperaría a que sigas engañada.
—Emily
—Emily y ocho cuartos. Eres igual de basura que él, juegan con las personas, juegan con los sentimientos ajenos. Eres… eres una mierda.
—¡Emily! — grita mi padre entrando en la habitación — discúlpate con tu madre, no te educamos para que digas esas barbaridades.
—Lo lamentó. Lamento que tú seas mi madre — la veo una vez más y salgo corriendo de la casa.
Emily - Ahora
—Te voy a extrañar tanto
—Y yo a ti. Pero no es un adiós. Te espero para mi boda y cada vez que quieras ir a visitarme.
—Obviamente no me voy a perder tu boda, soy la dama de honor querida amiga y eso no va a cambiar.
—Por supuesto que no Melo… — nos abrazamos para luego despedirse.
—Háblame cuando lleguen. Os quiero.
—Claro. También te quiero.
Melek fue la primera persona que conocí cuando llegue hace poco más de tres años a Londres. Luego de un tiempo nos hicimos amigas, ella vino por un intercambio desde Turquía y decidió terminar su carrera de veterinaria aquí. Realmente se ha vuelto muy importante en mi vida, al principio me costó abrirme a ella, no estaba segura de volver a confiar, pero poco a poco con su aura extrovertida me envolvió.
Una vez sola en casa, decido ir a darme una ducha, me siento cansada y ansiosa. Mañana a la tarde sale el vuelo con destino a Nueva York y necesito tranquilizarme o colapsare.
Bajo el chorro de agua caliente, dejó que mi cuerpo se relaje, me sumerjo en mis pensamientos hasta que unas cálidas manos me abrazan desde atrás
—Pero que bella mujer me acabo de encontrar por aquí — susurra cerca de mi oído mientras muerde suavemente mi lóbulo.
—Llegas más temprano. — digo volteándome en sus brazos y pasando los míos por su cuello.
—Si, ya dejé todo listo. Por fin somos libres para volver.
—Gracias.
—No tienes que agradecerme, ángel.
—Claro que sí. Gracias por amarme. Gracias por hacerme la mujer más feliz del mundo.
—Lo hago con gusto. — sonríe y me besa tiernamente. Terminamos haciendo el amor sin prisa para luego acostarnos a dormir como dios nos trajo al mundo.
…
El despertador suena y como puedo, extiendo mi mano, lo agarro y lo revoleo por alguna parte de la habitación.
—Estoy pensando en comprar un despertador de goma, a ver si así no lo rompes — dice Renzo entrando en la habitación y dejando besos por toda mi cara.
—Mmm… mejor no compremos más y así no los rompo — una carcajada sale de su boca y vuelve a besarme la mejilla.
—Vamos, levántate que ya es tarde. Tienes que prepararte amor.
—Un ratito más.
—Emily…
—Ya voy, ya voy. — de mala gana me levanto y voy a darme una ducha rápida, una vez lista entro a la cocina y como siempre, tengo el desayuno en la mesa. — te he dicho ya que eres el hombre perfecto y que todas las mujeres se mueren de envidia porque eres mío — sigo colgándome de su cuello.
—Mmm no, no me lo has dicho, pero me gusta que sepas que soy tuyo. — sonríe y me besa.
Desayunamos tranquilamente y terminamos de alistar las valijas para irnos directo al aeropuerto.
Emily - Antes
Salgo de casa de mis padres furiosa, ansiosa, triste y rota. Siento un torbellino de emociones negativas dentro de mí. Llego a un parque cercano y me siento en la banca. Trato de tranquilizar mi mente y pensar con claridad…
¿Qué hago ahora?
¿Dónde voy a ir?
¿Cuándo dejare de sentir este dolor que quema por dentro?
Miles de preguntas invaden a mí ya atolondrada cabeza y cero respuestas tengo. Sigo llorando en silencio por no sé cuánto tiempo hasta que mi teléfono suena. Observó y tengo 5 llamadas perdidas de León, 14 mensajes de mi hermano, 10 llamadas perdidas de mi padre y un correo. Ignoro los mensajes y las llamadas y me centro en el correo y su remitente. Una de las universidades a las que apliqué para un intercambio me avisa que fui aceptada con la posibilidad de culminar mi carrera allí gracias a mis calificaciones. Seco mis húmedas mejillas y tomo este mensaje como una señal. Sin pensarlo dos veces vuelvo al departamento que he compartido con León los últimos meses e ignorándolo voy a la habitación para tomar todo lo necesario, identificación, pasaporte, algo de ropa, dinero y me marcho de ahí sin nada más, dejando ahí mi corazón y los recuerdos felices que vivimos…
Emily - Ahora
Llegamos a tierras neoyorquinas después de un largo y agotador viaje y los recuerdos de mi niñez y adolescencia golpearon bruscamente en mi memoria. «Vaya! Todo sigue igual». Pienso al bajar del avión y sentir la brisa fría en mi rostro.
Después de casi tres largos años volvía a pisar mi país, mi cuidad y mi hogar.
Su mano me sujeta, como lo ha hecho estos últimos años, no se ha separado de mí y me ha demostrado que la felicidad va más allá de los momentos felices.
—¿Estás lista?
Y esa era la pregunta que me he hecho desde que subí al avión ¿Estoy lista?
—Si.
Deja un casto beso en mis labios y acaricia mi vientre para luego salir de la mano de mi querido prometido rumbo a la entrada de la casa que me vio crecer.
Toque timbre y me voltee a ver a Renzo que me tomo la mano para transmitirme la tranquilidad y el amor que necesitaba; La puerta se abrió y la voz de mi pequeño hermano me estremece.
—Hola
Volteo lentamente y mis ojos se humedecen al verlo tan grande, tan hombre. La última vez que lo vi, me llegaba al mentón y ahora… ahora es una cabeza más alto que yo.
—Ho..hola.
Sus ojos se abren como platos y se tira a mis brazos.
—Manita — Me dice y el corazón se me hace pequeñito, no sabía cuánto lo había extrañado hasta que me llamo así, pues cuando tenía casi dos años y empezaba a hablar, yo insistía con que me llamara hermana, pero solo le salían las últimas sílabas y a medida que fue creciendo, esa era su forma cariñosa de llamarme.
—¿Como esta mi pequeño no tan pequeño?
—Feliz de volver a verte. Estás hermosa — Me observa de arriba abajo. — y estás… ¿Estás embarazada?
Su voz derrocha sorpresa. Asiento despacio. Las lágrimas se me amontonan y lucho porque no salgan. —Te quiero presentar a… bueno, ya lo conocías, pero ahora tiene el título de “prometido”
El rostro de mi pequeño hermano se pone serio y lo mira fijo. Me estremece pensar en que no lo llegue a aceptar, si bien solo hace falta que yo lo ame y él me ame a mí, no podría saber que mi familia no acepte mi felicidad.
—Bienvenido. — Su rostro serio se esfumó para dejar paso a una enorme sonrisa que me hace liberar todo el aire que no sabía que retenía de mis pulmones. —Entren ¿Que esperan?
—Ellos… ¿están aquí?
—Si. Y estarán felices de verte.
—Eso espero.
—MAMÁÁÁ! ¡PAPÁÁÁ! Llego visita.
—Sebastián. ¿Que son esos gritos?
Automáticamente mis ojos liberan las lágrimas que retenía minutos atrás al escuchar la voz de mi madre.
—No te molestes cariño. La culpa la tuvimos nosotros al criar a un neandertal.
Sus risas. Sus bellas risas. Cuanto los extrañe.
—No seas así Adam. — lo regaña — Amor ¿Quién…? — Su pregunta queda en el aire al hacer contacto visual conmigo.
—Ehm… soy yo. Hola.
—E.Emily. Hija
Emily - Antes
—¿te volviste loca? Sabes que mamá y papá están sufriendo.
—Ya de les pasará. Necesitaba irme hermanito, necesito que por lo menos tú me apoyes.
—Claro que te apoyo manita, pero… irte de esa manera no solucionará las cosas.
Y tenía razón, claro que tenía razón, pero yo era demasiado testaruda como para aceptarlo y necesitaba irme así, sin pensarlo dos veces y sí, soy cobarde por huir, pero qué más da.
—Solo te pido que les avises que estoy bien. Que necesito este cambio que me va a hacer bien. Cuídate, te amo. — y cuelgo la llamada
Emily — ahora
Mi repentina llegada sorprendió a todos, algunos para bien y para otros… no tanto.
Tomo un suspiro y subo las escaleras decidida; Llego a la puerta de su habitación y me debato en golpear o no. Finalmente tomó valor y lo hago.
—Adelante
Se escucha desde adentro. Inhalo y exhalo antes de entrar.
—Soy… soy yo. ¿Puedo pasar?
—Ya estás adentro. — Su voz hostil me sorprende y me lastima. Pero bien merecido me lo tengo.
—Yo… lo siento. Sabes que nunca he pensado esas cosas de ti.
—Pues no. No lo se.
—Entonces te lo digo ahora, Mamá. Jamás pensaría que eres una madre descuidada y mucho menos una mala madre. Si no me crees, mírame. Todo esto, todo lo que soy es gracias a ti y a tu esfuerzo.
Cuando me doy cuenta, sus mejillas están húmedas al igual que las mías. Sus ojos me recorren de arriba abajo hasta reparar en mi vientre. Se pone rápidamente de pie y su cara es una poesía, asombro, felicidad, angustia y muchas emociones más están brillando en este momento en ese par de pozos color miel que tanto cariño me han regalado.
—Quiero que me enseñes a ser como tú. Quiero que seas la abuela más hermosa y amorosa que puede un niño tener.
—Hija…
—Este es mi regalo de aniversario.
Acaricio mi vientre y en su rostro una sonrisa genuina brilla. Se acerca y pone su mano sobre la mía y luego me da un abrazo, vaya que necesitaba uno de estos, estar entre sus cálidos brazos y sanar mis pedazos que aún quedaban rotos.
—¡Voy a ser abuela! — grita de felicidad contagiándome de la misma.