Cap 4

2511 Words
Emily - Antes Recojo la maleta y salgo del aeropuerto sumirá en mis pensamientos, trato de no llorar, aún duele y me odio por ser tan sentimental. Estoy tan centrada en mí y en retener las lágrimas que no noto cuando alguien se cruza y me lo llevo por delante logrando que ambos quedemos en el piso. —Lo…lo siento — me apresuró a decir. —No te preocupes, iba un poco distraído. —Si pues… yo igual — digo apenas audible. Tomo la maleta para seguir mi camino, pero esta persona a la cual no me detuve a observar habla. —¿Estás bien? Te ves pálida y… — levantó la mirada cuando deja la frase en el aire. —Si, estoy bien. Gracias. —¿Emily? — pregunta con clara confusión. —¿Te…te conozco? —Vaya… tan cambiado estoy que ni me recuerdas. ¡Soy yo! El niño a quien rechazaste siete veces porque no tenías edad para una relación — el tono divertido que usa me saca una sonrisa. —Lo siento, no… — y el rostro de un niño de cinco años llegó a mi mente. — ¿Ra.Ramiro? —Renzo — me corrige y mis mejillas se tiñen de rosa — ¿viniste a buscarme para cumplir tu promesa? — se ríe y no sé de qué me estoy perdiendo, en mi cara ha de ser notoria la confusión porque rápido dice — es broma, solo recordaba la última vez que nos vimos y me prometiste buscarme siendo mayor para aceptar ser mi novia. Apuesto que mis mejillas están igual o más sonrosadas que las suyas. —Vaya… ¿cómo haces para recordar todo eso? Yo apenas y recuerdo lo que cené anoche. —Las cosas importantes nunca se olvidan — logro oír lo que dice apenas en un susurro audible. Ese día, fue la primera vez que nos cruzamos, luego de ahí hemos coincidido en muchos otros lugares, tantos que en un momento me creí que me estaba acosando. Emily - Ahora Un mes ha pasado desde que llegamos a Nueva York y odio decir que cada día me siento más grande y pesada. Desde niña he sido una persona demasiado independiente y el hecho de que tengan que ayudarme a ponerme los zapatos o zapatillas me estresa y lloro. Lloro por todo porque también estoy sensible. Malditas hormonas. La risa llega a mis oídos y me cruzo de brazos molesta —¿de qué te ríes? —De nada mi amor… — enarco una ceja — bueno, me da gracia que llores porque tenga que ayudarte. —No es gracioso Renzo, me siento inútil y me odio por dejar que todo me afecte tanto. —¡Ey ey ey! No digas eso, no eres inútil mi amor. Estás criando y cargando con mi hijo dentro de tu vientre ¿crees que eso es poca cosa? —No, pero… —Pero nada. Ahora ya estás cambiada y lista para que vayamos a dar un paseo e ir a visitar a mi madre. — sonrió y lo beso. La madre de Renzo ha sido como una segunda mamá para mí, ha estado pendiente de todo y ha sido un amor conmigo y mi hijo, cuando se enteró que iba a ser abuela, comenzó a llorar tanto que nos asustamos, por suerte solo eran lágrimas de felicidad. —Hoy por la tarde iré con tú madre y la mía a ver algunos detalles para la boda. —No puedo esperar para tenerte frente al altar y que seas mía. —Creí que ya era tuya — dije riendo. —Claro que lo eres, pero en esta ocasión serás mía ante todas las leyes. Te amo. — sonrió y me abrazo a él. Leon - ahora —¿Por qué? Los gritos de Lucrecia me están alterando. Nos hemos llevado mal desde que nos juntamos, pero nunca al punto de gritarnos y lanzarnos cualquier objeto que esté a nuestro alcance. Por suerte Lena esta con mi madre, no podría soportar que, en un arrebato, Lucrecia la lastime. —Porque no te amo. Lo sabes muy bien. Si estamos juntos es solo pro mi hija. —Eres una mierda. Lo he dejado todo por ti, pero sigues pensando en ella maldita sea. —Lucrecia… — le advierto —¿Tanto te cuesta verme como mujer? ¿no puedes poner un poquito de tu voluntad para amarme? —Sabes cuál es mi respuesta. —¡QUE LA AMAS A ELLA! Es que no te das cuenta que ella ya te supero, la lastimaste. La lastimamos y ahora es feliz con otro. Acéptalo y has tu vida. —¿CREES QUE NO SE QUE LA LASTIME? CADA MALDITO DÍA DE MI VIDA ME ARREPIENTO DE HABER ASISTIDO A ESA FIESTA, ERA FELIZ Y LO PERDÍ TODO. — noto el dolor en sus ojos, pero no le puedo mentir. No la amo y no puedo intentar algo con ella cuando aún mi corazón le pertenece a otra. No se lo merece. —Te odio. Te odio, pero más la odio a ella por adueñarse de todo. — dice con rabia y sale de la casa. Suspiro frustrado. Me siento en el sofá de la sala y estando solo me permito llorar. Soy infeliz, me siento tan miserable y no puedo culpar a nadie más que a mí mismo por ser un imbécil. Después de pensar un rato, me pongo de pie para recoger el desastre. Los días fueron pasando y no tengo idea de donde se encuentra Lucrecia. No ha llamado ni para saber cómo está nuestra hija. Preparo a mi pequeña para ir al almuerzo familiar, no tengo ganas de ir, pero sé que, si no voy, tanto mi madre como Sarah aparecerán por aquí y prefiero evitarles cualquier molestia. Ambas están atareadas con los preparativos de la boda de Emily. Mi Emily se casa. Soy feliz por ella, porque sé que es feliz, pero dentro de mi soy egoísta y quiero que esa boda no se celebre, por lo menos no con ese novio. |…| —¿Como está la princesa de la abuela? — Sarah toma en brazos a Lena y la apapacha, si hay algo que agradezco de esta familia es el amor incondicional que le han dado a mi hija, a pesar de todo lo que pasó conmigo y con Emily, ellos saben diferenciar. — Hola querido, llegan temprano. —Si, Lucrecia hoy no vendrá. Está indispuesta. —Entiendo. — dice entregándome a Lena — pasa, todavía no está la comida, pero pronto estará. Adam y Mark están afuera, hoy comeremos carne asada Sin más, voy donde Sarah me indico y me uno a los hombres en una charla de quien es el mejor pescando, me rio por dentro ya que ninguno de los dos es bueno. —¿tu que dices hijo? — ambos me miran expectantes para saber mi respuesta —Honestamente, prefiero no acotar, pero si quieren saber, mi respuesta es que ambos son pésimos — digo ganando una carcajada por parte de mi madre y Sarah. —Espero que a él le hagan caso y dejen esa estúpida pelea — comenta jocosa mi madre. —Cariño, no hagas que te castigue — ríe Mark La charla sigue amena, como siempre, hablando de todo y nada, del día a día y de lo que ocurrirá en un futuro no muy lejano. También la boda de Emily es tema de conversación, pero en esta ocasión no comento nada. Mas tarde, llega Emily con su prometido y una mujer mayor, por el parecido con Renzo deduzco que es su madre. Las mujeres se van para adentro y Renzo se une a nosotros, desearía poder decir que es un sujeto desagradable, mas no puedo hacerlo, el tipo se no buen hombre y eso me deja un poco mas tranquilo, estoy seguro que no hará sufrir a Em. Estoy tan sumido en mis pensamientos que no escucho cuando me hace una pregunta —León… —Perdón ¿Qué decían? — respondo desorientado —¿si esperamos a Lucrecia? —Oh… no, no. Ella no vendrá… esta indispuesta —miento —De acuerdo, vayan avisando que en diez minutos esta la carne — dice Adam y me ofrezco a ir así voy a ver a mi pimpollo que aún debe de esta dormida. Al llegar a la planta de arriba, las voces y risas llaman mi atención, voy hasta la puerta de donde proviene y al estar un tanto abierta me asomo, ahí están todas las mujeres rodeando a Emily que se encuentra frente al espejo, en un perfecto y sencillo vestido blanco, su vestido de novia. Se ve tan bella que no logro contener un suspiro y sonrió al imaginármela caminando al altar y yo ahí, esperándola con la mejor de las sonrisas y ansioso por hacerla mía, mi sonrisa se borra cuando nuestros ojos se encuentran en el reflejo del espejo y recuerdo que no soy el que estará parado en el altar, suspiro, esta vez de frustración y golpeo la puerta. —Lamento interrumpir, la comida ya casi esta lista. —Enseguida bajamos cariño — responde mi madre y tanto ella como Sarah me miran con lastima. Ellas saben lo que estoy sintiendo en este momento, ambas han sido una parte importante en mi vida estos últimos años. Doy media vuelta y me acerco a la habitación donde está mi pequeña, al entrar la veo despierta jugando con un peluche, lo reconozco inmediatamente, es el primer peluche que le regalé a Emily el día que le propuse ser novios. —Papi — dice con esa sonrisa que me enamora cada día mas —Hola princesita de papá ¿tienes hambre? —Ajam — dice sin despegar su mirada del peluche —Bien porque ya esta lista tu papilla — sonrió y la tomo en brazos, intento sacarle el peluche, pero se aferra a él como si su vida de ello dependiera. — amor, este perrito no es tuyo y tienes que dejarlo donde estaba —No. Mio. — sin pensarlo dos veces la dejo con el dichoso peluche, no creo que le importe a Emily, tampoco creo que lo recuerde. ¡gran error! Cuando entramos al comedor, los ojos de Emily fueron directo al peluche y sin bien no le molesto que lo tenga mi hija, la note incomoda al recordarlo. Emily – Ahora —Te ves preciosa, princesa — me alaga mi madre con los ojos acuosos. —Mi hijo tiene mucha suerte de tenerte — dice ahora mi suegra — estará feliz de verte caminar hacia el altar. —Y más feliz estará de verte en la noche con esto — dice mi tía mostrándome un juego de lencería sexy color blanco, mis mejillas se tornan rosas porque sé que así será y todas se ríen. Me observo una vez mas en el espejo y suspiro feliz, pronto seré la esposa de Renzo y eso me hace sumamente feliz. Mis ojos se desvían por el reflejo del espejo a la sombra que aparece en la puerta y mi sonrisa se borra al verlo ahí, parado mirándome, cuando nuestros ojos hacen contacto su sonrisa se borra y llama a la puerta avisando que la comida ya estará lista, luego se va. Las tres mujeres que me acompañaban se marchan y me cambio para bajar con todos, al llegar me siento junto a Renzo quien deja un pequeño beso en mis labios y me sonríe con tanta ternura y amor que me derrito, le devuelvo el beso y la sonrisa hasta que diviso a León con su hija en brazo y a esta con un peluche, un peluche que remueve mucho de mi pasado y eso me hace sentir un poco incomoda, más teniendo alado a Renzo, siento que es una falta de respeto para él. León lo nota y rápidamente dice —Lo siento, cuando llegue lo tenia y ya no lo quiso soltar — sus ojos me demuestran cuan apenado esta. —No te preocupes, se lo puede quedar, de todas formas, lo iba a donar —Oh…bien… gra.gracias— me maldigo internamente al ver nuevamente como sus ojos demuestran tristeza. Y me doblemente maldigo por pensar en que le hice daño, no se compara a todo el daño que él, en su momento, me hizo. Si bien no le guardo ningún tipo de rencor, tampoco soy tonta y recuerdo. — Dile gracias a la enan… a Emily. —Gracias — dice la pequeña sonriendo El almuerzo transcurre sin ningún problema y de vez en cuando observo a Renzo, lo noto distraído y un tanto tenso, aun así, cada que nos miramos me sonríe y me da pequeños besos. Cuando regresamos a casa, luego de dejar a su madre, le digo si quiere tomarse un baño conmigo y por primera vez me rechaza, lo que me da a entender que lago ocurre. —¿Se puede saber que es lo que te pasa? Estuviste todo el día distraído y tenso. —No me pasa nada, ángel. —No mi mientas Renzo. Una vez te dije que, si queremos una relación, siempre tenemos que hablar con la verdad. —¿Aun sientes algo por él? — suelta de repente dejándome desconcertada —¿Por qué preguntas eso? —Solo respóndeme. — su tono suena seco —No Renzo, si sintiera al por él, no estaría contigo. — respondo ya, de mal humor, é lo nota y se acerca a mi apenado. —Lo siento, amor. Es que… no soporta la idea de que puedas dejarme y volver con él — lo miro incrédula por lo que dice y cuando estoy por responderle enojada, sigue. — No me mires así, se que su historia fue algo grande y por lo que vi este ultimo tiempo, él aun te quiere. —Que el aun me quiera o no, no cambia nada. Me hizo mucho daño y sabes mas que nadie que eso no lo puedo perdonar, desde un principio te dije que cuando entrego mi corazón lo hago por completo, no a medias y si estoy contigo es porque te amo a ti, a nadie mas que a ti. — digo entre enojada y triste por sentir que no confía en mi —Lo siento, ángel. No llores, amor. Se que me amas y que me entregaste todo tu corazón y solo lo compartiré con mi hijo, pero sabes que soy inseguro y…— no dejo que siga hablando y lo beso. —Quiero que te quede claro que no hay nadie mas importante para mi que mi hijo y tú. Ustedes son ahora mi familia y están antes que todo. —Te amo, mi ángel. —Yo te amo a ti, tonto. — sin más, nos envolvemos en un beso que demuestra todo aquello que las palabras no logran describir — ¿Ahora quieres bañarte conmigo? — pregunto coqueta y me responde con otro beso y llevándome en brazos hasta la ducha de nuestra habitación.
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