NARRA IAN Estábamos en la boca del túnel. Ya era hora de saltar a la cancha. Pero esta vez, yo estaba de último en la fila. Saldría junto a los suplentes. Por primera vez en mucho tiempo, los 4 fantásticos no estarían en la cancha juntos. Los doble K y Tai tendrían que vérselas con Rodrigo, el delantero que estaba en mi reemplazo. Y por primera vez en mucho tiempo, también me había tocado escuchar el himno de la Champions en un lugar que no era la cancha. En la banca. El lugar que temía cualquier jugador. Pero yo estaba ahí porque yo mismo lo había querido así. El partido empezó, y mi padre, como cosa rara, no fue capaz de quedarse sentado. Era de esos entrenadores que se la pasaba cerca de la cancha gritándoles a sus jugadores. “Nada de lesiones innecesarias” nos dijo mi padre